Opinión

No es sólo la valla de Melilla

La Guardia Civil encontró este lunes el cadáver de un hombre, de mediana edad, y rasgos magrebíes flotando a 200 metros del puerto comercial. Si no estuviéramos en Melilla podríamos elucubrar en torno a las posibles causas del deceso, pero estamos aquí y aquí sabemos que no es el primer cuerpo que hallan los GEAS en aguas de Melilla. No exageramos si pensamos que es una víctima más de la inmigración irregular.

Más a menudo de lo que creemos intentan entrar a la ciudad, a nado y de manera ilegal, los marroquíes que antes tenían la posibilidad de cruzar la frontera y que ahora no pueden porque fue su país y no el nuestro el que cerró a cal y canto para evitar contagios de covid.

Ahora esa pobre gente tiene que arriesgar la vida y lo hace. No se lo piensa dos veces. Por eso más de una vez hemos visto trajes de neopreno abandonados en la zona de las Cuevas del Conventico. Por eso, más de una vez hemos leído noticias sobre el hallazgo de cadáveres de jóvenes que han perdido la vida tratando de entrar o de salir de Melilla.

Hace poco llamó al periódico un chico visiblemente nervioso, preguntando si sabíamos si habían encontrado algún cuerpo. Según explicó, un hermano suyo había salido de Marruecos ya había intentado entrar a nado en Melilla. No había llegado a la ciudad ni había regresado a su casa.

Poco después supo que el chico había sido interceptado por la Gendarmería marroquí y que lo habían llevado a la Comisaría de Beni Enzar, donde poco después lo dejaron en libertad.

El martes pasado poco antes de que saltaran las alarmas por el salto masivo que intentaron 2.500 inmigrantes subsaharianos en la valla de Melilla, tres marroquíes llegaron tiritando de frío a la Jefatura Superior de Policía tras ser interceptados por agentes de la Guardia Civil.

Fueron los propios agentes de la Benemérita los que los trasladaron hasta la Comisaría en cumplimiento de la Ley de Extranjería.

Y allí, los encontró El Faro. Ninguno hablaba español pese a que a través de un joven que sirvió de intérprete, explicó que antes del cierre de la frontera se buscaba la vida en Barrio Chino y Farhana. Ahora no le había quedado más remedio que tirarse al mar.

Nos dijeron que habían nadado en pleno invierno porque "en Marruecos no hay comida" y no encontraban forma de conseguirla.

Eran tres jóvenes de 28, 29 y 24 años, que aseguraron ser de Beni Enzar.

"No hay ni trabajo, ni comida, ni nada", añadieron a esta periodista, tras lamentar que la madre de uno de ellos, "pobrecita", no tiene para comprar nada.

Ninguno es casado ni tiene hijos. No tienen nada que perder, exceptuando la vida.

Esa es la presión a la que se enfrenta Melilla. No es sólo la valla ni son sólo los migrantes subsaharianos los que intentan llegar a nuestra ciudad en busca de un futuro mejor. También lo intentan, cada vez más, los propios marroquíes.

Su sola presencia en Melilla desmiente toda la propaganda que intenta vendernos que Marruecos es un gran país. Y lo es, pero sólo por su vasto territorio no porque trate con grandeza a su gente. Nadie arriesga la vida para huir del paraíso.  ¿Hay melillenses llegando a nado a Nador? Ahí lo dejo.

Esta gente que llega descalza y tiritando de frío a Melilla es la mejor arma contra la propaganda alauí. Menos armas y más inversiones. Dijeron que nos cerraban la Aduana comercial para desarrollar la región Oriental. Cuatro años después aquello está peor. ¿Entonces qué pasa?

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