Por supuesto que ninguna de las dos posibilidades son incompatibles. Desde hace años, tanto Melilla como Ceuta, están intentando definir su futuro económico, más bien, su base económica y no se deciden, ya que, en definitiva, todas las fuerzas políticas no terminan de aceptar y remar todos juntos. Lo mismo sucede en una que en otra ciudad autónoma.
El Gobierno melillense presentó hace unos meses, concretamente, a finales del pasado año, en el mes de diciembre, un Plan Estratégico que llegaba hasta el final de la presente década, hasta el año 2030. Un conjunto de apartados que resulta se pusieron encima de la mesa, donde hubo conferencias al respecto, pero en su diseño inicial fue una empresa la encargada de su definición. Además, resulta que el Partido Popular tampoco las tenía todas consigo. En definitiva, cuando una clase política no termina de definir, pero todos de acuerdo, las líneas maestras del futuro de la ciudad, algo está fallando en la construcción del edificio porque estaría cojo.
Ahora nos estamos planteando, tras la invasión por parte de miles de marroquíes de la ciudad hermana y algunos intentos salteados en la nuestra, el estudio por parte del Gobierno de Pedro Sánchez de la eliminación de la excepción del Tratado de Schengen.
En definitiva, lo que el Gobierno de la época introdujo hace ya muchos lustros para que no se terminara con el paso de marroquíes hacia Melilla y Ceuta como siempre lo habían hecho y además por salvar la economía de las dos ciudades, muy enfocadas hacia Marruecos.
Sin embargo, el tiempo pasa y las circunstancias también. En la finalización o no de la excepción del Tratado de Schengen deben observarse muchas aristas para que no haya luego discusiones y situaciones verdaderamente dantescas. Desde el punto de vista político parece que no hay muchas opiniones en contra, pero no podemos dejar de analizar el comportamiento de Marruecos.
Si el vecino país fuera, para los casos de Melilla y Ceuta, un socio fiable, seguramente no sería necesaria la eliminación de esa excepción que autoriza a todos los vecinos de las provincias de Nador y Tetuán a entrar en Melilla y Ceuta, respectivamente, solamente con su pasaporte y sin la necesidad del visado. Pero también nuestro país incumple y mucho esa excepción, porque en los últimos años y la idea es continuar en la misma línea, autorizan únicamente la entrada en las dos ciudades de los marroquíes, vecinos de Nador o de Tetuán, que cuente con permiso de trabajo para desarrollar sus actividades en ambas ciudades. Lo hacían muchos días antes del cierre por la pandemia. Es un claro ejemplo de vulneración de esa excepción porque no se puede poner trabas a los vecinos de Nador o Tetuán que quieran entrar en Melilla o Ceuta aunque no tengan permiso de trabajo. Lo que sucede es que nadie hasta ahora se ha ido a un tribunal español y ha denunciado esta cacicada.
Otra cosa distinta es que nuestro país elimine la excepción y, a partir de ahora, nada más que se pueda entrar con visado y aunque se tenga un contrato de trabajador transfronterizo, si no se ha renovado o solicitado el visado no puede entrar en territorio español.
Es una medida que tiene sus pros y sus contras y que en el mundo empresarial y económico ya ha levantado suficientes opiniones a favor o en contra de la misma.
De todas maneras, aunque somos los primeros interesados en mantener unas buenas relaciones con el otro lado de la frontera, donde ambas zonas se beneficiaran una de la otra, como buenos vecinos, es una realidad imposible porque los primeros que no están interesados son las autoridades marroquíes. Unas autoridades que se han empeñado en los últimos años en ahogar económicamente a las dos ciudades y suficientes pruebas existen para explicarlo.
Por todo ello, no nos queda más remedio que ser realistas. La realidad nos explica que lo ideal para Melilla y Ceuta es que sus fundamentos económicos miraran tanto hacia el Sur como hacia el Norte, pero no damos de bruces contra un muro cuando giramos el cuello y observamos al otro lado de la frontera. Cuando se desea que algo funcione, al menos, es cuestión de dos y aquí para las buenas relaciones fronterizas necesitamos la bondad de España y de Marruecos. La primera está muy clara, pero en la segunda estamos a años luz de poder conseguirlo.
Por esta razón, de momento, nada más que nos queda mirar hacia el Norte, hacia España y Europa. Es una explicación que ya se ha definido por parte de algunos de los partidos con más peso en Melilla y, ahí, si que sería un punto de encuentro donde todos coincidirían. Ello no significa eliminar el otro camino, pero si alguna vez se muestra transitable y Marruecos acepta la negociación sin chantajes y como dos vecinos en el plano de la igualdad y sabiendo que todos nos podemos beneficiar, pero sin intentar poner el pie en el cuello a los negociadores al otro lado de la mesa.
Ahora hemos vuelto a poner encima de la mesa la eliminación de la excepción al Tratado de Schengen. Entiendo que España ya estaba poniendo, durante los últimos años, pegas y más pegas y que los que se oponen a su eliminación no se dan cuenta que el vecino país va a seguir presionando para intentar ahogarnos. No es responder de mala manera, sino desde la necesidad de no dejarse pisotear. ¿Qué la eliminación supone renunciar a muchas de las fórmulas que hasta ahora han funcionado para la economía melillense? Es verdad, pero Marruecos no va a dejar que esas fórmulas continúen funcionando.
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