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Niños y adolescentes disfrutan y se esfuerzan en su refrescante desafío

El pasado sábado no habían dado ni las diez de la mañana cuando ya cientos de personas se agolpaban en el Paseo Marítimo, a la altura de la playa de San Lorenzo, y también en la propia arena. Allí se podían ver dunas, sacos de tierra, vehículos militares, tablones, ascuas o alambradas. Y desde lejos se escuchaba el sonido de los instrumentos de la nuba (banda de música) Grupo de Regulares de Melilla n.º 52. No había duda: el V Desafío Melilla 2022 ya estaba en marcha.

Los primeros en salir fueron los más pequeños, de entre 7 y 11 años, que participaron en el Minidesafío.  Tras la preceptiva cuenta atrás, coreada a voz en cuello por todos ellos desde el diez hasta el cero, salieron en tropel. Se notaban las ganas de disfrutar con los obstáculos y con la carrera. Por delante les esperaba un recorrido sin duda deliciosamente desafiante, que iniciaron con una refrescante lluvia de cortesía y continuaron por ejemplo con la carrera en la playa y por el agua o transportando sacos terreros. Un rato después llegaban a la meta sudorosos, muchos con la arena pegada a la ropa o a la cara, y sobre todo felices. “Ay, mamá, que he pasado por debajo de un vehículo. Y también he cogido un saco que pesaba muchísimo y he saltado por encima de un fuego”, explicaba emocionado un niño. El premio para todos ellos, además de la satisfacción de haber terminado y haber disfrutado, fue una medalla con el tarbush de Regulares y el lema del Desafío: El esfuerzo, tu recompensa.

Desafío Junior

Más de un pequeño se quedó a ver cómo minutos después eran en muchos casos sus hermanos mayores, sus primos o conocidos del cole quienes participaban en su particular Desafío. Sus ánimos y gritos fueron constantes, a la vez que intentaban correr para poder verles en distintos lugares del recorrido. Se trataba de la prueba Junior, celebrada este año por primera vez y destinada a los jóvenes de entre 12 y 17 años. En este caso el punto de partida fue el mismo que el de los adultos. Y la prueba, por supuesto, bastante más larga y complicada. Pero tampoco faltó la cuenta atrás, las risas, el buen ambiente y los aplausos.

Pasarlo bien

“No se trata de ganar sino de pasarlo lo mejor posible”, explicaba Arantza en la meta. Había ido a acompañar a su hija, del mismo nombre, y a su sobrina Itziar. “Está muy bien que fomenten este tipo de pruebas entre los niños. Se lo pasan muy bien y disfrutan”, apuntaba. A su lado, y mientras reponía fuerzas con un botellín de agua y unas chocolatinas que les habían entregado en la meta, Itziar comentaba que lo más complicado había sido correr por la arena y también por el mar. Arantza asentía a su lado, a la vez que recordaba que era ya la segunda vez que participaban en el Desafío. Y seguro que no será la última.

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