El gremio del taxi cuenta a El Faro las historias más rocambolescas vividas en Melilla. Desde clientes que no pagan hasta los que pierden orina o hacen de vientre.
La señora, con su pelo cardado de peluquería, le pide al taxista que suba todas las ventanillas para mantener intacto el peinado. Desde ese día, el taxista no ha podido olvidar los cinco litros de colonia de cincuenta céntimos que la mujer se había echado encima.
Ésta es una de las historias rocambolescas contadas a pie de calle en la parada del Parque Hernández de Melilla. No cabe un taxi más porque con el Ramadán la clientela baja muchísimo y este año está siendo “igual de malo” que el pasado. Después de un día entero de trabajo, el taxista vuelve a casa con 20 euros en el bolsillo y un montón de anécdotas que, contadas en grupo, les hacen reír.
Aunque en Melilla todo el mundo se conoce... todos los taxistas han tenido alguna vez un cliente que se ha bajado del taxi, les ha dicho que sube al Comarcal a ver a un enfermo o se mete en un edificio con el pretexto de ir a buscar dinero y deja la carrera sin pagar. “No los vuelves a ver”, comenta un grupo de taxistas a El Faro.
Entre el sector es famosa la anécdota de una cliente que pierde orina cuando se sube a un taxi o de un señor mayor que no pudo aguantarse e hizo de vientre en el asiento delantero del taxi.
También es escabrosa la historia de una mujer que abre el taxi y ocupa el asiento del copiloto. Paga y se baja. En la tapicería beige se dejó un charco rojo.
Después de casos como éstos, los taxistas pierden un par de horas lavando el taxi para volver a la parada y empezar de nuevo.
Entra dentro de la rutina, que el taxista saque la cabeza por la ventanilla porque el olor a ‘pipí’ o a ‘caca’ del cliente les impida respirar.
“Había un hombre que nadie lo quería llevar porque siempre subía al taxi ‘meao’ y ‘cagao’. Tenía dinero y pedía que lo llevaran al Tiro Nacional”, recuerdan los taxistas en una conversación con El Faro.
Más de uno ha vivido en su taxi un parto. “Esto son causas mayores. La mujer rompe aguas en el taxi, pero qué vas a hacer”, apuntan.
De ruta por las ‘güisquerías’
También son famosos las carreras pasionales a bordo de un taxi. “Antiguamente, en los años del ‘boom’ de la construcción, venían mujeres de la península a Melilla a buscar a sus maridos. Ellos llegaban a la ciudad por trabajo, como albañiles, y aquí iniciaban una nueva relación con una mujer vida alegre. Sus esposas nos hacían recorrer todos los sitios ‘raros’ de ocio en busca de sus maridos y cuando los encontraban...”
Cuentan los taxistas de Melilla que había en la ciudad una mujer que salía “con la sirena” en el taxi, buscando al marido por las ‘güisquerías’ de El Real y cuando lo encontraba, le arreaba una mano de palos”, comentan en tono jocoso.
O el caso de una mujer que le pidió a un taxista que la llevara a Los Pinos. Se bajó, miró y volvió a subirse. Luego le pidió que la llevara al polígono del Sepes y allí encontró al marido con otra y se lio a golpes con los dos. Después se subió al taxi y se fue a casa.
La función del autobús
Pero no todas las historias de los taxistas de Melilla son escatológicas o sentimentales. También cuentan el disgusto que les produce que suban al taxi cuatro personas que no se conocen, pero que se han puesto de acuerdo para que la carrera les salga más económica. “Pasa en el puerto, cuando llega al barco o por la noche con las ‘bingueras’. Los ves cómo se pasan el euro para que uno de ellos pague la carrera. Estamos haciendo la labor de un autobús”, señalan a El Faro.
Eso es lo más parecido al ‘blablacar’ (la plataforma virtual para compartir coche y gastos en viajes de largo recorrido) que hay en Melilla porque en una ciudad de 12 kilómetros cuadrados no tiene sentido pagar un ‘coche colectivo’ para que acercarse de Cabrerizas a Farhana, por ejemplo.
Sin embargo, los taxis piratas siguen siendo el talón de Aquiles del sector. Según comentaron los taxistas a El Faro, se pueden encontrar en el puerto (“fijos y muy discretos”), en las fronteras de Beni Enzar, Farhana y Barrio Chino, el Rastro o la parada de la COA del CETI. “Son los mismos de siempre y la gente los conoce. Nosotros no podemos competir en precio con ellos porque tenemos que encender el taxímetro cada vez que hacemos una carrera, además de pagar impuestos, cuota de autónomos, dar mantenimiento al taxi...”
Con todo este rosario de historias hay que preguntarse por qué los taxistas no cambian de oficio. “Ojalá pudiéramos cambiar de profesión”, comentan los que llevan veinte años en al volante.
Lo dicen mirando la parada de taxis llena hasta la bandera de vehículos. Apenas hay sitio para que aparque de malas maneras un compañero que tiene que meterse en batería en la zona habilitada para que ellos aparquen en línea. “Estamos los 15 taxis parados y los piratas trabajando. Con el Ramadán la cosa está floja. Es un mes sagrado, en el que la gente no sale a la calle. Pasa como en los meses posteriores a las fiestas, abril, mayo o después de septiembre”, dicen.
Este año va “igual o peor” que 2013. Los fines de semana son los peores. En Melilla sólo ha marchado bien el negocio en los tiempos de los soldados de reemplazo hasta finales de los años noventa. Cuando había jura de bandera, venían los familiares y el sector del taxi notaba la alegría de los visitantes. Aquellos tiempos ya son cosa del pasado. “Ahora la única solución es tener paciencia”, comentan con resignación.
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