Opinión

Ni hablar de cosoberanía

Este lunes hemos amanecido con una noticia publicada en El Español con avances de los planes que tiene Marruecos en mente para intentar conseguir la cosoberanía sobre Melilla y Ceuta. Supuestamente tienen objetivos marcados y quieren conseguirlo con lo que coloquialmente llamamos el abrazo del oso.

Desde Marruecos han filtrado a la prensa española los planos del tranvía de Nador proyectado con fin de trayectos en la Plaza de España y el aeropuerto de Monte Arruit. Y entre plan y plan nos cuelan una advertencia: peligra el aeródromo local porque Marruecos podría solicitar una zona de exclusión de vuelos, que acabaría con nuestra conexión aérea con la península.

Pero hay más, tienen en mente hacer un teleférico, poner un Ikea en Castillejos, seguir construyendo resorts de lujo, hacer una base de hidroaviones… En definitiva, quieren que Marruecos sea atractivo y próspero para los melillenses.

Hoy por hoy muy pocos ciudadanos de esta ciudad entregarían su pasaporte español para quedarse en exclusiva con el marroquí. Supongo que estamos de acuerdo en que con el pasaporte de Marruecos cruzar cualquier frontera occidental exige hacer un ejercicio de contrición, paciencia y humildad. Es como si uno fuera portador de la peste bubónica y llevara una pegativa en la frente advirtiendo de que puede contagiar a quien se le cruce en el camino.

No lo digo con desprecio. Lo digo porque es la misma sensación que se siente cuando se viaja con pasaporte cubano, turco, dominicano o ecuatoriano. Los pobres, además de pobres, no tenemos suerte. Hasta para nacer hay que tenerla.

Ahora en Marruecos quieren darle la vuelta a eso para conseguir el efecto Gibraltar. ¿De qué estoy hablando? De que nos guste o no, los llanitos no quieren ser españoles. Nadie, en su sano juicio, lucharía por ser pobre. Nadie que viva en Gibraltar sueña con tener las condiciones laborales de La Línea, en Cádiz. Es así de simple.

En estos momentos no vamos a poner en duda las fuentes de ningún periodista ni vamos a dar por hecho que ésta es la verdad absoluta. Pero cuando el río suena, piedras lleva. Marruecos sigue ampliando el cerco sobre las ciudades autónomas.

Está soñando a lo grande. Quiere convertir el aeropuerto de Monte Arruit en el segundo con más operaciones aéreas del país, por detrás del de Marrakech. Para que se entienda, quiere potenciar sus enlaces aéreos y nosotros sospechamos que quiere hacerlo de la única manera que sabe: hundiendo los nuestros. Como si los de Melilla fueran capaces de aguantar un factor externo que los hunda más de lo que están en estos momentos.

Quien crea que estas filtraciones de Rabat a la prensa española son casuales, se está llamando a engaño. No es casual que esto salga a falta de 12 días para la celebración de la Reunión de Alto Nivel entre España y Marruecos, una vez más, está lanzándonos sus amenazas. Se le entiende clarito: o el Sáhara o Ceuta y Melilla.

Y mientras leemos todos estos planes megalómanos previstos para Nador, miramos con tristeza para casa y nos damos cuenta de que de este lado no hay ningún proyecto sobre la mesa. No hay esperanzas. La gente se limita a pedirle a la Virgen que nos deje como estamos. Esta ciudad, señores, no aguanta otra vuelta de tuerca.

Por eso la RAN se hace más necesaria que nunca siempre que se vaya a usar sin intención de convertirnos en moneda de cambio. Y eso parece una obviedad y hasta habrá gente que diga: ¡exagerada! Pues no, si este Gobierno ha sido capaz de renunciar a la palabra vehicular en la Ley Celaá para contentar a los nacionalistas catalanes, por qué no iba a aceptar añadir el prefijo “co” a la palabra soberanía en Melilla. Para ellos, como veis, es sólo un conflicto lingüístico. No perciben el ataque. Por eso nos devolverán en cuatro años una España emponzoñada por el odio, en la que nacionalistas e independentistas han avanzado posiciones en lo que hoy entendemos que es intocable.

No me preocupa que Marruecos quiera crecer. Está en todo su derecho. Lo que me preocupa es que pretenda subir un escalón poniendo el pie en nuestra espalda y por ahí no hay ni puede haber camino.

Ya nos quitaron la Aduana de la frontera de Beni Enzar y nos hundieron el puerto y aquí no pasó nada. Las palabras de Imbroda, en 2018, llamando a decir basta a que el futuro de Melilla dependiera de Marruecos suenan hoy casi proféticas. Si eso era lo que queríamos, eso es lo que hoy tenemos. Pero esas palabras no se pueden interpretar de manera aislada. Porque él hablaba además de mirar más hacia el norte y eso es justo lo que no hemos hecho.

Tenemos que decidir qué tipo de ciudad queremos construir. ¿Más europea o más africana? Ahí debería centrarse en estos momentos el debate. Como ciudad fronteriza no podemos vivir de espaldas a la valla, pero si vamos a colaborar se hace imprescindible marcar los límites y las líneas rojas. Yo los pondría en la soberanía. La unidad de España no pasa únicamente por frenar a los independentistas catalanes. También hay que parar los planes anexionistas de Marruecos con Melilla y Ceuta.

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