Un migrante subsahariano ha muerto al intentar entrar por la fuerza a España a través de la valla de Melilla. La Delegación del Gobierno enseguida se puso la bata de médico y certificó en tiempo récord la muerte natural.
Puedo imaginar el nivel de estrés, miedo y esfuerzo que tiene que sufrir una persona para morir intentando saltar dos alambradas. Ese migrante puede que haya muerto por el mismo método que en los años 1957-1958 utilizaban en la China de Mao Zedong, para acabar con la plaga de gorriones que se comían las cosechas de cereales: no los dejaban posarse en los árboles. De tanto volar, a los pájaros les estallaba el corazón y morían de infartos. Dicen que en un año se cargaron a más de 1,3 millones de gorriones.
Puede que algo similar esté pasando en la valla porque el de ayer no es el primer migrante que muere de muerte natural al intentar entrar en Melilla. No sé si alguien controla las estadísticas, pero yo recuerdo al menos un caso similar en tiempos en los que El Barkani era el portavoz de los forenses.
El caso es que cerca de 300 inmigrantes fuertes y jóvenes intentaron ayer saltar la doble alambrada de Melilla y sólo lo consiguieron 30. Podría pensarse que son unos privilegiados. Sus compañeros de asalto tendrán que contentarse, de momento, con ver las luces de Melilla desde el monte Gurugú. Sin embargo, a ellos los mantuvieron durante horas, como ganado, tirado frente a la Plaza de Toros, donde decidieron que los iban a confinar. Supongo que antes les habrán hecho una PCR para confirmar que no son positivos de coronavirus. Vienen de Marruecos y aunque el país vecino no ofrece datos que animen a pensar que eso se le ha ido de las manos, las noticias que nos llegan es que la pandemia está arramblando. La gente está muriendo del otro lado como nunca y no se sabe si tienen o no la COVID-19 porque no les hacen pruebas. ¿Para qué?
Daba pena ver ayer a esos inmigrantes tirados en la calle, en pleno agosto. Ni en las peores situaciones del CETI se había visto algo así. Después de un salto a la valla ellos sufren un bajón terrible y se quedan sin fuerzas, sin ganas de hablar. Ayer parecían flores mustias arrinconadas.
En tiempos del malo malísimo de El Barkani les daban su ropa, sábanas y toallas limpias y los metían en tiendas de campaña en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes. Pero ahora, con la socialista Sabrina Moh, los tiran como perros en la calle. Esta señora está haciendo bueno al popular Abdelmalik. Quién lo iba a decir.
Este salto a la valla, el primero masivo desde abril pasado, se saldó además con varios heridos, entre ellos tres agentes de la Guardia Civil. Las filas de la Benemérita y la Policía Nacional están diezmadas en agosto. Son pocos y encima de la escasez y el coronavirus, ahora también controlan los saltos a la valla de Melilla a Marruecos y de Marruecos a Melilla. No olvidemos que también hay marroquíes atrapados en nuestra ciudad que intentan escapar de aquí con escaleras. Hemos sabido que ha habido como mínimo un muerto. No murió de muerte natural, como el fallecido de ayer en Melilla. Estaba tan reventado que a la familia le dijeron que se tiró de cabeza y se partió la crisma.
Pues eso, imaginaos ser guardia civil y que encima del coronavirus y de que hay muchos compañeros de vacaciones, empiezan ahora los saltos masivos a la valla. No creo que ninguno de nosotros quiera ponerse en su piel.
Y en esas estamos, en medio de un verano que da ganas de echarse a llorar. Y encima nos enteramos de un supuesto encuentro entre Gloria Rojas y Mustafa Aberchán para apear a Eduardo de Castro de la Presidencia de la Ciudad Autónoma y aupar a la socialista a la jefatura del Gobierno con el voto de Jesús Delgado Aboy.
Es cierto que es una opción, pero ¿por qué iba a CpM a regalarle la Presidencia al PSOE teniendo más votos que el PSOE y además una primera espada como Dunia Almasouri para poner al frente de la Ciudad? Entendería que se repartieran el tiempo que queda por delante, pero si yo fuera Aberchán, me pediría el primer turno porque los socialistas de Melilla se vienen arriba como la espuma, empiezan a colocar gente y al final, dejan unas migajas a los cepemistas. No son de fiar y prueba de ello es el rosario de colocados a dedo que han metido en las instituciones públicas. Dan vergüenza propia y ajena. De socialistas tienen el nombre. Todo lo demás es silicona, impostura y fachada. ¿Se acuerdan cuando Pedro Sánchez llevó al Constitucional la Ley Mordaza porque incluía la legalización de las devoluciones en caliente? Pues bien, en cuanto llegó a la Moncloa, no sólo no la derogó sino que consiguió que los abogados del Estado ganaran el juicio en Estrasburgo y consiguió un estatus legal para los retornos exprés. Así se las gastan los socialistas.
Hasta hace poco pensaba que cualquier cambio en el Gobierno, por pequeño que fuera podría hundirnos en la miseria. Hoy lo veo necesario. La Ciudad sufre una parálisis facial. La miseria se sube por las paredes de Melilla y nuestros representantes políticos siguen sonriendo para las fotos. Dan pena. En cualquier momento el tripartito se muere, con suerte, de muerte natural.