“Hay muchos gastos superfluos que no facilitan la operatividad del Ejército”

  • “Los que dejan las Fuerzas Armadas con 45 años se van prácticamente con una mano delante y otra detrás”. “Nunca sabemos cuáles son los límites de nuestra libertad de expresión”

Jorge Bravo es subteniente del Ejército y  secretario general de la Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME). Como indica, es “la única transversal”, puesto que engloba “a todos los miembros de todas las escalas y todos los empleos”. “Todos juntos podemos conseguir más”, afirma.

–La AUME está buscando soluciones a la obligación de abandonar el Ejército para los militares temporales que cumplen los 45 años.

–La ley establece que si no se ha conseguido ser militar de carrera, tienen que abandonar las Fuerzas Armadas. Pero el número de militares permanentes es muy bajo, apenas un 10%. Mucho más del 80% de los temporales, de escala de tropa y marinería, apenas tienen acceso a esa promoción. Y los que se van, tienen pocas posibilidades de reinserción laboral. La ley dice que el Ejército les facilitará capacidades, titulaciones y que el ministerio (de Defensa) haría convenios con administraciones públicas y empresas para facilitar bolsas de trabajo. De esto, no se ha hecho casi nada. Se van prácticamente con una mano delante y otra detrás.

–Una buena salida sería que ingresaran en la Guardia Civil.

–Son salidas efectivas, pero no son de ahora. La Guardia Civil y la Policía Nacional vienen ofertando plazas en estos Cuerpos. Son plazas previstas en la ley, pero muchas veces hay dificultades porque en los procesos de selección hay una entrevista psicológica que puede dar lugar a que muchos militares no la pasen. Incluso las plazas reservadas para militares no se llegan a cubrir.

–¿Es complicado el ascenso para los militares temporales?

–Sí,  y también promocionar a escala de suboficiales u oficiales. En la de suboficiales, la mayor parte de plazas que se ofertan son para tropa y marinería, pero los números son insuficientes cuando más de la mitad de las Fuerzas Armadas son tropa y marinería. Hay dos soluciones (para los que cumplen 45 años): una es aumentar el número de militares permanentes; y otra, que esos convenios con empresas (para inserción laboral) sean realmente efectivos.

–En el caso de Melilla, ¿tiene conocimiento de casos de pabellones militares vacíos cuyo uso no se permite a la tropa?

–Sabemos que hay pabellones vacíos y que a los militares temporales no se les dan facilidades para usarlos, pero también se le ponen ciertas limitaciones a los militares de carrera. Es bastante caótica la normativa en las ayudas a la movilidad geográfica y así le consta a la propia ministra de Defensa, que nos ha trasladado su empeño de hacer una ley de movilidad geográfica. Las asociaciones llevamos tiempo pidiendo orden en ayudas, que deberían facilitar la movilidad al militar y que desplazarse no le suponga un trauma a él y a su familia.

–¿Qué otros problemas hay para conciliar la vida familiar?

–Sobre el papel hay una normativa muy similar a la del resto de administraciones, pero la realidad es que no hay presupuestos que lo permitan. Si el trabajo del que pide la conciliación no lo puede hacer otra persona, no se puede ejercer ese derecho a la conciliación. Además, se aplican necesidades de servicio que nunca se sabe cuáles son.

–¿Hay acoso de los mandos a las asociaciones profesionales?

–El derecho del asociacionismo profesional en las Fuerzas Armadas cayó como un jarro de agua fría. No se termina de entender, porque antes era una seña de identidad que los problemas se plantearan a través del conducto reglamentario, tu jefe. Y romper con esa tradición cuesta.

La ley de 2011 por primera vez regula los derechos fundamentales de los militares. Se crea el Consejo de Personal de las Fuerzas Armadas, en el que las asociaciones tenemos un puesto, pero no se termina de ver con buenos ojos.

Hay un aspecto cultural que pone trabas al asociacionismo en sí. Y mandos que ponen trabas mucho mayores, como la persecución al representante asociativo, menospreciarlo o no reconocerlo. Así, algunos de nosotros nos hemos visto a veces privados de libertad en centros disciplinarios.

–¿Qué límites permite la ley a la libertad de expresión?

–Pone un pero: el deber de reserva, un concepto muy amplio, porque nunca sabemos cuáles son sus límites. A veces se entiende que hablar de la problemática dentro del Ejército también es objeto de reserva. Sacar trapos sucios de malas actuaciones del mando o de malas situaciones en un acuartelamiento se cree que entra en el deber de reserva cuando el trabajo de una asociación profesional es poner en evidencia situaciones que tienen mucho que ver con el régimen de vida de las unidades, prevención de riesgos, aspectos de salubridad... Hay un trato totalmente distinto a la tropa y la marinería, que tienen que vivir en alojamientos compartidos entre tres y cuatro personas cuando oficiales y suboficiales están en alojamientos individuales. Muchas veces se nos dice que estamos dentro del deber de reserva y la libertad de expresión la vemos limitada, porque no se nos deja expresarnos.

–¿Por ejemplo, hablar de gastos superfluos en el Ejército?

–Sí. Gastos originados en celebrar fiestas, eventos de onomásticas, aniversarios, la utilización indiscriminada de vehículos oficiales... En su día dijimos que se podían evitar perfectamente para mantener así los sueldos (de los soldados). Muchas veces esos gastos no facilitan nada la operatividad de las Fuerzas Armadas y en otros asuntos en los que sí haría falta presupuesto, como la conciliación, no se aplica.

–Expresar su opinión le ha conllevado problemas.

–Un expediente por falta grave por hablar de gastos superfluos. Y dos veces antes, por lo mismo y por hacer uso de mi libertad de expresión, di con mis huesos en el centro disciplinario.

–¿Qué justificación le dieron para ese castigo?

–Que fue por hablar en los medios sin permiso, o mencionar algo que consideran temas de reserva.

–¿Qué expectativas tiene de la subcomisión de Defensa que trata el problema del retiro forzado a los 45 años?

–Hemos conseguido que los partidos llevaran en sus programas la problemática de los militares temporales. La subcomisión trata el asunto, pero se está ralentizando y sólo llevan tres sesiones. Las subcomisiones tienen seis meses de vida y, con este parón, creemos que quizá no hay mucha voluntad de sacar algo positivo. Si tenemos que salir a la calle para que la opinión pública vea lo que está pasando, lo haremos.

–¿Cuántos afiliados tiene AUME a nivel nacional y en Melilla?

–Unos 4.000 a nivel nacional y en torno a los 200 en Melilla.

–¿Cuál es el mensaje que más necesita difundir AUME?

–Hacer ver el problema para desarrollar el asociacionismo profesional. Hace meses salió en prensa un acta de un jefe de la Fuerza Terrestre que en una reunión con sus generales expresó que el asociacionismo profesional es una de las debilidades que había en las Fuerzas Armadas, junto con el yihadismo. Y aconsejaba que en sus unidades no hubiera representantes (de asociaciones) y que incluso se tuviese cuidado con ellos. Queremos que el resto de militares vean en el asociacionismo una posibilidad para solucionar sus problemas, porque el Ejército no lo hace a través del conducto reglamentario.

Somos lo más parecido a un sindicato. No vamos contra la operatividad ni contra las Fuerzas Armadas como algunos han tratado de hacer ver. Que sepan que en solidaridad hacemos mas fuerza para solucionar los problemas. Que los compañeros se quiten esa cultura que nos han inculcado de que solo el conducto reglamentario y tu jefe te solucionan los problemas. Buscamos un futuro mejor para todos y conseguir unas mejores Fuerzas Armadas para la defensa de España.

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