Un abuelo sale a pasear al campo con su nieta. Durante el paseo, el abuelo se detiene y le dice a la nieta: - ¡Escucha bien, presta mucha atención. Cierra los ojos y dime que sonidos puedes identificar! Ella comienza a decirle todos los sonidos que percibe. - "Oigo el sonido del río. El piar de los pájaros. El viento moviendo las hojas de los árboles y creo que también oigo el sonido de un carro a lo lejos, creo que sí, es un carro tirado por caballos". Entonces el abuelo le dice: - "¡Muy bien pequeña, muy bien. Es el sonido de un carro vacío tirado por caballos!" A lo que la nieta le responde: - "¡Pero abuelo! Yo no te he dicho que el carro estaba vacío ¿Cómo sabes tú que es así, que está vacío? - "¡Ah pequeña mía! Es fácil adivinar que está vacío. Debido al ruido que hace puedes saber que así es, si tuviera carga, esta amortiguaría el sonido. ¡cuánto más vacío, más ruido hará!"
Normalmente usamos el dicho tan popular "mucho ruido y pocas nueces" por ejemplo, para referirnos a una situación o un tema sobre el cual se habla mucho, pero que al final no se concreta nada. O bien para hacer referencia al comportamiento de alguien que hace exactamente esto mismo, mucho ruido, demasiado para la poca concreción o resolución de la cuestión. En política, que es nuestro tablero de juego en todos los artículos, también existen estos "carros vacíos". Sobra decir que nos referimos a quienes o bien prometen mucho y una vez alcanzado el poder nada o casi nada de lo prometido es cumplido, o a quienes prometen metas prácticamente inalcanzables, lo que se suele llamar utopías, como ideas son fantásticas y de poder realizarlas, mejor aún serían, pero poniendo los pies en la tierra y sobre plano expuesto y visto con una óptica más realista, nos damos cuenta que son eso precisamente, utopías, acciones extremadamente difíciles de concretar. Ruido, simplemente eso.
IPC, inflación, recesión, y otros muchos más términos referentes a la economía son últimamente las palabras más escuchadas, no sólo por los españoles, sino por todo el mundo. Me atrevería a decir que en estos momentos, la salud, haciendo referencia a la pandemia, por ejemplo, ha pasado a un segundo plano siendo que lo que realmente y principalmente nos preocupa es la economía. Ganar más o en muchos casos lamentablemente simplemente ganar algo, o por lo menos no perder tanto poder adquisitivo. Hacer frente a las facturas, hipotecas o alquiler, luz, teléfono, la cesta de la compra, etc. Aunque les parezca exagerado o como poco quizás algo errado, les diré que muchas situaciones en la vida dependen de la actitud y no de la aptitud, que no viene a ser lo mismo. Esto precisamente de la actitud, es decir, la forma de afrontar las situaciones en la vida, es probablemente una de las pocas cosas que de nosotros depende. Yo decido como actuar frente a lo que sucede a mi alrededor, únicamente yo decido como enfrentar la realidad que me rodea. Una sola persona o toda una sociedad en su conjunto tienen dicha capacidad. De obligado cumplimiento debiera ser que por parte de la clase política se alentara al conjunto de la sociedad, se transmitiera el mensaje de que juntos, entre todos podemos superar cualquier obstáculo. De cumplirse el escenario poco deseado de entrar en recesión y de sufrir una ralentización de la economía, tener esta actitud positiva puede ayudar mucho. Del mismo problema puede surgir la solución y el remedio. No sería esta la primera vez que el mundo en su conjunto pasa por una crisis económica, a lo largo de la historia de la humanidad han sido ya unas cuantas y de todas ellas se salió siempre más reforzado. La creatividad fluye porque la necesidad así lo requiere. Los empresarios, siempre luchadores se reinventan y los trabajadores hacen posible con su trabajo y esfuerzo que esa reinvención se materialice. Es duro, sin duda, difícil, por supuesto, imposible de superar, para nada.
Permítanme traerles a colación del tema en cuestión, una pequeña fábula que escuché hace ya un tiempo (aunque la escuché en inglés, estaba subtitulada y por eso la entendí). Sí, lo reconozco, no sé inglés. Fue en el marco de unas conferencias sobre economía emergente. Si bien no recuerdo exactamente quien fue el ponente que contó la fábula, sí recuerdo que eran todos y todas excelentes expertos en la materia, de hecho muy bien recuerdo la intervención de una de ellas, una profesora de economía que a día de hoy es la Secretaría del Tesoro en EEUU, primera mujer en ocupar dicho cargo, Janet Yellen. Pueden hacerse una idea del nivel de dichas intervenciones. (Recomiendo leer la biografía de esta eminente economista). Bien, la fábula en cuestión narraba la historia de dos ratoncitos que caían en un bol lleno de nata líquida. Uno de ellos, el más catastrofista y pesimista, comienza a gritar: -"¡Socorro, auxilio! ¡estamos perdidos, es el fin! El segundo le decía: -" ¿Te vas a rendir sin ni siquiera intentar salir de aquí? ¡Yo no pienso quedarme de brazos cruzados esperando el fin!" El primer ratoncito, acabado mentalmente antes de empezar, se fue hundiendo lentamente dentro de la nata líquida hasta desaparecer. El segundo, decidido a luchar, comenzó a moverse rápido intentando escalar el bol. Conforme iba agitando sus patitas, la nata líquida comenzaba a endurecerse hasta que finalmente se hizo mantequilla y su textura permitió que el ratoncito pudiera salir finalmente del bol. Sí, salvó su vida y todo gracias a su actitud. El primero, ya que vio todo de forma tan negativa que pensó que ya no había nada que hacer, tuvo un final más triste. Y concluye el ponente con la moraleja extraída de esta fábula, que como pueden ya imaginar, no es otra que la de transmitirnos el mensaje de lo inconveniente que es tener una actitud negativa ante las adversidades de la vida. Debemos ser como el segundo ratoncito que no se rindió, no se resignó a esperar su final sin haber antes luchado. La humanidad, como dije antes, ha superado, hemos superado juntos muchos momentos difíciles y de seguro que seguiremos haciéndolo. Para concluir y enlazando el final del artículo con lo anteriormente dicho, en nuestras manos está el poner remedio en muchos casos a las dificultades. Como individuo tengo el poder de decidir que quiero para la sociedad en la que vivo y más aún, a quien o quienes quiero para que en mi nombre lo consigan. Efectivamente, me refiero a la clase política, la cual elijo yo mediante mi derecho a expresarme frente a las urnas. No es una opción el no votar, la abstención es imitar al primer ratoncito, es dejarse estar y a ver que pasa. Convertir la nata en mantequilla únicamente depende de mi.
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