Sucesos y Seguridad

"Mucho ruido. Peleas. Una vez saltó uno desde el balcón abajo"

“Yo no estaba aquí. Estaba trabajando y me llamó mi novio, a quien avisaron porque él también estaba trabajando, y me vine corriendo a por los perros, principalmente, que estaban dentro”.

El incendio del edificio okupado en la calle Castelar, el jueves, atrajo la atención de los ciudadanos de Melilla, pero a quienes habitan los edificios aledaños les afectó más, claro. Es el caso de una chica que no es de la ciudad, pero que lleva varios años viviendo en la zona.

Los Bomberos, cuenta, entraron también en la casa donde vive con su novio para comprobar que no se había visto perjudicada. Por fortuna, no había pasado nada y tampoco los perros sufrieron ningún daño.

Desde que empezaron a residir ahí hasta principios de año, la casa había permanecido deshabitada. “El edificio está en ruinas”, observa esta chica, quien asegura que fue entonces cuando comenzó la okupación.

Ella dice no saber cuántos okupas había, “porque cada día entraban unos distintos”. “Unos días eran tres, otro día entraban cinco, entraban, salían, grupos grandes… desde gentecilla como chusma hasta personas arregladas y bien vestidas”, cuenta. También había mujeres y, según ha escuchado, “hacían trapicheos”.

Varias veces ellos han llamado a la Policía. “Los echaban, pero volvían a entrar otra vez y la liaban”. ¿Cómo? “Mucho ruido. Peleas. Una vez saltó uno desde el balcón abajo. Se oían peleas entre ellos y golpes”. Incluso se escuchaban gritos de “¡llama a la Policía, llama a la Policía!”. Entonces los sacaban y ponían un candado, pero volvían a colarse luego.

Todas las personas que esta chica ha visto entrar en la casa okupa son marroquíes, sobre todo menas, pero también adultos, incluso “señoras bien vestidas”. Lo que no cambiaba, según relata, es que se oían muchos golpes. “Muchas veces la han liado, como si estuviesen dando martillazos o tirando tabiques, haciendo mucho ruido, liándola mucho”, insiste esta mujer, quien espera que la situación mejore ahora que ya no hay okupas. “Así, por lo menos, no van a pasar más desgracias, ni más ruido, ni más peleas, ni nada”, zanja la joven.

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