Esta semana critiqué con dureza a la delegada del Gobierno, Sabrina Moh, por desentenderse de la brutal escalada de precios de los billetes del barco. Ella decía, con una tranquilidad impropia de un cargo político, que es un tema en el que la Delegación del Gobierno “no puede entrar”.
Supongo que a estas alturas ya sabe hasta dónde ha metido la pata. Los ciudadanos sabemos que desde Melilla tenemos poca o ninguna influencia en Madrid, pero de ahí a reconocerlo ante la prensa demuestra la falta de pudor de nuestros políticos a la hora de asumir el ordeno y mando que les llega desde arriba. Obedecen a sus partidos y lo de trabajar por su tierra no les suena ni de lejos.
Si la Delegación del Gobierno no puede entrar en una escalada de precios que afecta a 85.000 personas y que se produce en plena pandemia de la Covid-19 en una línea de interés público, pues entonces es mejor que baje la persiana porque, como mínimo, falta a su nombre y a la idea con la que fue concebida la institución.
La Delegación del Gobierno, por más que lo parezca, no es ni puede ser un eufemismo. Es un organismo dependiente del Ministerio de Política Territorial y Función Pública, dirigido por una persona (Moh) que responde directamente a Presidencia del Gobierno. O sea, es (o en nuestro caso, debería ser) un apéndice territorial de La Moncloa.
Que Sabrina Moh diga que no puede entrar en el tema del precio desorbitado de los billetes en la línea pública Málaga-Melilla puede perfectamente entenderse como un corte de mangas hecho por Pedro Sánchez desde Madrid. Sólo le faltó coronar su frase con un cordial: “Ahí os quedáis. Que os den”.
El caso es que la delegada del Gobierno ha decidido pasar ahora a la ofensiva y ha anunciado una reunión con las navieras para abordar el tema. No ha prometido nada ni puede hacerlo porque ya sabemos que ella ni pincha ni corta en este tema, pero por lo menos, al reunirse, demuestra que tiene, como poco, curiosidad por escuchar a las compañías marítimas. Supongo que aprovechará el encuentro para preguntarles por qué cobran casi 500 euros por el trayecto desde la península. Desde fuera entendemos que no lo hacen porque son unas usureras sino porque Madrid no les ha dado ayudas y sus viajes, con el barco casi vacío, no son rentables. Alguien tiene que pagar lo que el Gobierno se ahorra. ¿Adivinan a quién le toca rascarse el bolsillo?
En todo caso rectificar es de sabios y de sabias aunque el refrán no contemple esa variación inclusiva. Sabrina Moh ha decidido dar un primer paso junto al consejero Moha Mohamed que, el pobre, está hasta en la sopa. Todos los charcos están en su camino y no rehúye ninguno: crisis sanitaria; Promesa y ahora el barco. Es un ‘multitask’. Su omnipresencia da ganas de acercarse al Palacio de la Asamblea y tocar a la puerta con los nudillos para preguntar: “Hello, ¿hay alguien ahí?”
En fin, decía que éste es un primer paso de la delegada. Le sigue escribir una carta al ministro Ábalos o, si hay confianza, que a mí me da que no, llamarle por teléfono y pedirle solución para este problema que depende única y exclusivamente del Gobierno de España.
Pero sobre eso no ha soltado prenda Sabrina Moh y el único miedo que tengo ahora mismo en el cuerpo es que esa llamada ya la haya hecho y le hayan sugerido que responda que los precios desproporcionados del barco son un tema en el que la Delegación no va a entrar. Sería decepcionante aunque no imposible.
Mientras tanto, el diputado no adscrito a ningún grupo en la Asamblea, ha anunciado ya que presentará una moción en la que solicitará la declaración de interés público para todas las líneas marítimas que unen Melilla con la península.
Al recalcar que esto es un tema de ciudad, que merece el apoyo unánime de todos los grupos políticos vuelve a adelantarle por la derecha a todos en la Asamblea.
Jugadas como ésta demuestran quién está trabajando y pensando en la ciudad y quiénes han venido a cobrar a fin de mes y a cerrar la boca no sea que el ruido innecesario les impida acabar la legislatura o lo que dure el tripartito.
El caso es que pasan los días y el problema sigue en el mismo punto. No se ha movido un ápice. Nadie del Ministerio de Transportes da la cara y los melillenses seguimos condenados a estar dirigidos por políticos que son más rápidos que Usaín Bolt a la hora de lavarse las manos y ponerse de perfil.
Las buenas palabras no sobran, pero los hechos hablan por sí mismos. Con una delegada del Gobierno socialista las navieras nos piden 500 euros por un billete de vuelta a Melilla. Pueden dar todas las explicaciones que quieran, pero eso es una verdad como un templo.
Pues nada, en La Jabalina seguiremos metiéndole el dedo en el ojo a quienes se están llevando un sueldazo a casa sin que se noten los resultados de su trabajo. A la política no se viene a aprender y a ganar experiencia. A esto se viene preparados y quien no pueda o no sepa, ya sabe dónde tiene la puerta.
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