Enrique Ponce
Me explico. Enrique Ponce, azul marino y oro, tenía un compromiso peninsular –¿taurino?, ¿social?– y se ha visto obligado a cambiar el orden de lidia y salir por patas al término del cuarto toro, eso sí, después de cortarle dos orejas y rabo tras una faena aseada y una buena muerte a un toro de Collado Ruiz Hermanos. Demasiado eufórico el público y demasiado indulgante, complaciente, el presidente de la plaza, don Antonio Gutiérrez Molina.
A su primer toro, ‘Feroz’, lo trasteó bien pero falló a espadas y se fue al callejón sólo con el cariño del respetable. En cualquier caso, Ponce ha vuelto a estar en Melilla en señor, torero y profesional. De injusticia sería negarlo.
Leonardo Hernández
Leonardo Hernández, de corto, azul y negro, ha demostrado en Melilla, con reses de Fermín Bohórquez, por qué lleva triunfando en plazas de primera categoría con solvencia y oficio. Comenzó mal, fallando la colocación de su primer rejón de castigo. A partir de ese momento emanó el jinete que se esperaba en Melilla. A ‘Romancero’, de un pinchazo y una estocada certera, lo desorejó. A su segundo, que cerraba la accidentada sesión taurina melillense, lo toreó mucho mejor. Emocionante la colocación de tres banderillas cortas al violín, inolvidable. Mató de metisaca y estocada y otros dos apéndices.
José Antonio Morante
Pero el hombre, el torero, ha sido José Antonio Morante de la Puebla. Lo intentó con su primero y tras una faena no exenta de jazmines sevillanos, pudo cortarle una oreja. Morante, siempre cercano, siempre responsable, comenzó a encandilar al respetable. Su segundo, ‘Malva’, era –como la mayoría de la espantosa camada de Collado Ruiz– flojo, reservón y efímero a la hora de embestir. Morante optó –tras la imposibilidad de hacer faena– por mandarlo al otro mundo por la vía rápida.
Encorajinado, enrabietado, el niño de La Puebla –hermoso municipio aljarafeño– consultó con Curro Vázquez, su apoderado y amigo, y le pidió a la usía un sobrero. Salió ‘Doliente’ del hierro de ‘El Cotillo’. Morante le dio unos capotazos, se picó al toro, se le colocaron dos pares de banderillas y en el primer minuto de faena, perdiendo la verticalidad, la res se partió su mano derecha.
El torero estaba desesperado pero había hecho por Melilla todo lo que estaba en sus manos, en su corazón y en sus arreos. El público le aclamó y le obligó a salir al tercio para recibir una eterna ovación con todo el respetable en pie. Muy emocionante y muy torero.
Morante, con una oreja en su cuenta, ha sido el gran triunfador de la Feria de Melilla 2010. Y es que a veces se triunfa a base de vergüenza torera y de esa tiene Morante para prestar.
Ganado
No sería malo reflexionar sobre la elección del ganado para próximas ediciones de la Feria Taurina, porque estas reses han estado días en Melilla, se han recuperado del viaje y han resultado, en su mayoría –Bohórquez aparte, que han dado juego– descastadas, inútiles, flojas... intoreables... pero, en fin, eso es harina de otro costal.