Monjas y familias, en la fiesta de la democracia

El colegio Reyes Católicos se llenó de religiosas por la cercanía de la Divina Infantita.

La última candidata del PSOE local al Congreso votó pasadas las 11:30 horas en el colegio Reyes Católicos. Para esa hora, el centro estaba en uno de los puntos fuertes del día, tal y como comentaban los candidatos y los apoderados en los corrillos que se formaban por los pasillos. Todos parecían tener una sensación errónea, puesto que decían que había más movimiento que otras veces y, sin embargo, los datos de participación echaron por tierra esta elucubración.
Situado en una zona familiar, fueron muchos padres con hijos los que fueron al ‘cole’, pero esta vez eran los adultos los que tenían algo que hacer, no sin que muchos pequeños quisieran arrebatar el sobre de las manos de los progenitores para ser ellos quiénes los depositaran en las urnas.

Divina Infantita
Además, el Reyes Católicos cuenta con una peculiaridad: la cercanía del centro de la Divina Infantita, donde viven y trabajan muchas monjas. El mediodía parece ser la hora predilecta por las hermanas para ir a votar, por lo que varias religiosas se encontraron allí para rellenar sus sobres.
Se ayudaban entre ellas y, al ser preguntadas lo tenían claro: “votamos al de siempre”, sonrió una de ellas que, por precaución, no quiso matizar quién es su candidato predilecto a la Moncloa.

Armonía de apoderados
Los apoderados siempre juegan un papel importante en las jornadas electorales ayudando a los votantes más perdidos a encontrar su nombre y su urna.
Cuatro de estos voluntarios hablaron ayer con El Faro y destacaron la tranquilidad con la que se estaba realizando la votación. Los de Ciudadanos y Podemos sí que dijeron que habían notado “ilusión” a la hora de acudir a la cita con las urnas, unas ganas que, según los datos, no se correspondieron con la realidad, puesto que la participación se quedó finalmente en el 53,3% frente al 73,2% nacional.

‘Fiesta’ de la democracia
La fiesta de la democracia llegó también para una joven electora que, aprovechando la cercanía de la Navidad y la decoración correspondiente en el centro, sacó ‘sus mejores galas’ y se colocó unas gafas de reno.
Con ellas rellenó la papeleta, marcó las casillas y metió el sobre en la urna, no sin antes quitarse el adorno para que los jefes de mesa pudieran distinguirla y no pensar que estaba cometiendo un fraude.