–Con 19 años, Mohamed El Morabet (Alhucemas, 1983) marchó a Madrid para estudiar. Nada hacía presagiar que terminaría escribiendo novelas, ¿Por qué escribe? ¿Qué le aporta esto de la escritura?
–Es una forma más de conocerse a uno mismo, de conocerme mejor, y de conocer el mundo a mi alrededor. Esto se consigue a través de la escritura y a través de la lectura; no concibo la escritura sin el proceso previo y sólido de la lectura.
–¿Como fue ese primer contacto con España, con Madrid, de un joven, apenas un adolescente, llegado desde el norte de Marruecos?
–El contacto con la gran ciudad te hace ver de forma muy sensata que eres minúsculo, que formas parte de un paisaje y eres casi un punto invisible. Y eso te hace tomar conciencia de ti mismo. Pero mi llegada a Madrid no tiene, digamos, ninguna cosa especial excepto el hecho de que no tenía mucho dinero y tuve que empezar a trabajar enseguida.
–Últimamente han surgido en España escritores más o menos de su edad, de origen rifeño, como puede ser Najat El Hachmi (Nador, 1979) ¿Qué tienen en común?
–Nos meten en un mismo saco pero no creo que se pueda hablar de una generación. Najat es mi amiga, hablamos de este tema, pero en este caso hay un hecho que nos diferencia de forma abismal: ella ha pasado su infancia y ha estudiado desde los 5 años ya aquí, en Cataluña. Y yo vine con 19. Entiendo que a los periodistas les gusta crear generalizaciones y etiquetas, pero no. Y narrativamente no hacemos cosas similares, ni siquiera en los temas.
–Lleva en España 20 años. Media vida ¿De dónde se siente?
–Una persona que sale de un sitio a otro sitio, evidentemente, cuando vuelve no es la misma. Ni él es el mismo ni el sitio que ha dejado atrás es el mismo. Esto para mí es algo positivo. No puede ser que salgas de un sitio, vuelvas a los 20 años y todo siga igual. Eso sería el anuncio de un apocalipsis. Tu mirada evoluciona. La mirada de tus familiares evoluciona. Y de vez en cuando hay encuentros en esas miradas y de vez en cuando, pues no las hay. Y tampoco es dramático para mí eso. El cruce de esas miradas es lo que permite a una sociedad evolucionar.
–En Twitter se define como “adicto a mojar pan en aceite de oliva”. Le ha faltado añadir el té…
–La verdad es que aborrezco el té moruno. El té moruno, el cus cus y la harira son las tres cosas que más aborrezco en este mundo.
–Se suele referir a la importancia de las lenguas como nexo de unión entre diferentes culturas. En Melilla oficialmente la mitad de la población es de origen rifeño y su lengua materna es el amazigh. Sin embargo, en la Administración pública o en los centros educativos, este idioma brilla por su ausencia…
–Para que el Estado asuma que la lengua rifeña es una lengua más del elenco variado de lenguas que hay en España, en primer lugar se lo tienen que creer los propios rifeños que hay ahí. Se tienen que organizar mejor como sociedad civil para defender este punto de vista. Y esto no lo veo. Se organizan más como musulmanes que como rifeños. Si no se consigue institucionalizar el rifeño como lengua oficial es porque su propia gente no lo tiene como objetivo político marcado.
–La novela que hoy presenta plantea una historia de amor en Marruecos entre Olga, una mujer española de 32 años, y Brahim, un joven de 16 años. Esto funciona bien en las películas, pero en la vida real, y más cuando es la mujer la mayor, quizás todavía se vea como un tema algo tabú...
–La diferencia de edad es una diferencia de perspectiva. Lo importante no es la edad sino lo que conlleva. El paso de la niñez a la madurez, en eso que hemos dado en llamar adolescencia, es una construcción social que nace en el siglo XX y en Europa. Antes un niño pasaba directamente a ser adulto. Si la diferencia es al revés, si el hombre es el mayor llama mucho más la atención, está claro.
La segmentación geográfica no funciona. Compruebe si la geolocalización IP está habilitada en su cuenta…
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