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Mítines, tirón electoral y falsas ideologías

El PP local mostró ayer su tirón con el mitin más masivo de cuantos se han celebrado hasta ahora en la precampaña electoral, muy superior en público al centenar y medio de melillenses que acudió el viernes pasado al mitin de Chaves. Los asistentes a los mítines, como las encuestas, no permiten vaticinar por sí solos quienes van a ganar las elecciones. Más aún si sucede como con el último sondeo de Sigma 2 para ‘El Mundo’, muy superado por la variación del panorama electoral melillense desde que se llevara a efecto hasta su publicación el lunes de la pasada semana.
Sin embargo, sí sirven de indicador del grado de penetración, simpatías y adhesiones que cosechan los partidos políticos. En este sentido, los hechos cantan y se demuestra que el PP sigue siendo, en Melilla, el partido con más posibilidades, hoy por hoy, de volver a revalidar su victoria electoral el próximo 22 de Mayo.
Ayer, Mariano Rajoy se atuvo a las previsiones. Reafirmó y reiteró su compromiso con nuestra ciudad, que por hondo y repetido debe asegurarnos que en alguna medida habrá de cumplirse si llega efectivamente en las siguientes elecciones Generales al Gobierno de la Nación.
Tocó Rajoy la espina dorsal de lo que son los problemas y aspiraciones de los melillenses, desde el compromiso general y global para todo el país de “crear empleo” como principal objetivo de su partido.
Apoyó sin reservas el proyecto de ampliación del puerto comercial, por considerarlo “estratégico” para el desarrollo económico de Melilla. Igualmente hizo con la necesidad de solucionar nuestro problema con la carestía del transporte aéreo y las deficiencias en el marítimo.
No menos rotundo se mostró al apostar por una política que permita combatir el fracaso escolar, muy alto en toda España en comparación con otros países de nuestro entorno occidental y europeo, pero aún más alto y especialmente peligroso en nuestra ciudad, por concentrarse en mayor medida en el alumnado de origen amazigh o bereber, lo que conlleva un mayor riesgo de desequilibrio y posible fractura social.
Con idéntica intensidad, se centró en la necesidad de reactivar los convenios para la construcción de viviendas sociales, que con el Gobierno de Zapatero se quedaron del todo paralizados.
En lo tocante a la Unión Europea, Rajoy fue nuevamente rotundo y no tuvo empacho, una vez más, en comprometerse a defender nuestros intereses y singularidades ante el resto de Europa.
Pero, sobre todo, Rajoy, en su discurso, fue cercano, humano, sensato y cabal, lo que no deja de agradecerse especialmente en estos tiempos en los que, a veces, la política parece un mal chiste.
A estas alturas, está claro que no hay diferencias ideológicas destacables entre los principales partidos políticos nacionales en liza electoral. Tampoco las hay a nivel local, salvo por el matiz más abiertamente de derechas del nuevo PPL de Ignacio Velázquez.
El resto, todos, realmente se disputan un espacio político de centro: Ni el PSOE puede engañar a nadie ni colocarse la vitola de izquierdas por sus poses en algunas materias morales que, por un lado, quieren reavivar y sacar rédito de la Guerra Civil o enarbolar en exclusividad la defensa de los homosexuales; ni el PP actual es comparable ya a la antigua y desaparecida Alianza Popular.
Como dijo ayer Rajoy, en lo tocante a nuestro país no estamos ante una cuestión de ideologías sino de urgencias por causa de un Gobierno insolvente que ha demostrado no estar a la altura de las circunstancias.
En lo que respecta a Melilla, más que diferencias ideológicas, hay diferencias de estilos y hechos suficientes como para comparar a unos con otros.
La política ha llegado a un punto que causa risa cuando se oye invocar a la ‘derechona’ desde el socialismo descafeinado del PSOE, tan proclive a dejar que los Bancos sigan enriqueciéndose mientras no deja de crecer el paro, ni de decrecer las rentas domésticas en beneficio del mayor precio del dinero, del coste de las hipotecas y del incremento del IPC.
Hemos llegado a un punto en el que no hay más dialéctica que la mejor capacidad de gestión de nuestros asuntos públicos. Las ideologías no han muerto, todo lo contrario, pero los partidos políticos en liza sí que las han enterrado en todos los casos. Invocarlas como sello de autenticidad, de forma vana y vacía, como hace unos días hizo en Melilla Manuel Chaves, no es más que pura milonga que sólo pueden tragarse quienes están dispuestos a comulgar con ruedas de molino. A fin de cuentas, no hay peor ciego que quien no quiere ver.

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