El pasado 27 de enero una veintena de jóvenes intelectuales y artistas se acercó a protestar frente al Ministerio de Cultura de Cuba, reclamando el cese de las detenciones arbitrarias de quienes no comulgan con la ideología del gobernante Partido Comunista, único en la Isla y único posible, según recoge la Constitución hecha a medida por la dictadura para impedir que alguien, legalmente, pueda hacerle sombra al totalitarismo.
Ni corto ni perezoso, el ministro de Cultura, Alpidio Alonso, que presume de ser poeta, salió al encuentro de los manifestantes y, fuera de sí, asestó un manotazo a un periodista que le grababa con su teléfono móvil. Dice el eurodiputado Javier Nart que algo así no se vio en España, ni siquiera durante la dictadura de Franco.
Acompañado del viceministro de Cultura Fernando Rojas y de un grupo de funcionarios, los comunistas acorralaron a los manifestantes pacíficos y la Policía política de Cuba los metió a la fuerza dentro de un autobús. No hay imágenes, pero sí sonido de la paliza que la Seguridad del Estado cubana (órgano represivo del Ministerio del Interior cubano) dieron a los jóvenes que reclamaban otra forma de hacer política.
La prensa española escasamente se ha hecho eco del manotazo del ministro cubano de Cultura porque estamos tan concentrados en la pandemia que nos hemos olvidado de Cuba. Vemos a diario en los telediarios las protestas en Rusia, como si rusos y españoles tuvieran más en común que españoles y cubanos. Nos habéis dejado solos.
Desde el manotazo del ministro Alpidio Alonso se han multiplicado las voces que piden la dimisión del político pegón. No hay manifestaciones multitudinarias en Cuba porque los jóvenes que quieren protestar permanecen sitiados y en cuanto pisan la calle los detienen sin que se sepa de qué se les acusa.
Uno de los arrestados, el rapero Maykel Osorbo, cuenta que lo dejaron tres horas esposado dentro de una patrulla policial aparcada en el interior del garaje de una comisaría en La Habana. Le quitaron las esposas, pero permaneció dentro de ese coche otras siete horas a pesar de las altas temperaturas.
Si eso lo hace un agente de la Policía o la Guardia Civil en España estaría incurriendo en un delito de tortura y tratos vejatorios. Pero en Cuba no se respetan los derechos humanos pese a que, vergonzosamente, el país mantiene un sillón en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Nada bueno puede esperarse de un zorro que cuida de las ovejas.
La dictadura cubana se enfrenta a su mayor reto: sobrevivir. En plena pandemia, con el mundo inmerso en una crisis económica monumental, el Gobierno cubano ha decidido quitar una de las tres monedas que circulaba en el país (el CUC) para funcionar con dólares y pesos cubanos. Para el Gobierno, el peso se cambia a 1 dólar por 24 pesos. En la calle, se paga a 1x60. Siguen viviendo de espaldas a la realidad.
Hay hambre en Cuba. Hay coronavirus y hay muchas colas. No hay nada que comer porque a los campesinos no les merece la pena cultivar la tierra para vender los productos prácticamente a precio de coste. El Estado los multa o les decomisa las producciones si no las ponen en el mercado a precios “topados” (limitados) y eso ha metido al país en un bucle de escasez. Pero al hilo de las aglomeraciones en busca de comida, se ha hecho viral un hashtag pidiendo al pueblo de Cuba que haga su última cola: la cola de la libertad.
Hace dos días, llamé a mi familia por teléfono sobre las once de la noche de la Isla. Estaban de pie en una cola para comprar detergente, salchichas y pollo. Durmieron en la cola y al otro día no pudieron comprar porque la tienda cerró antes de que les tocara su turno. Imagínense, una noche sin dormir… para nada.
De eso no nos hablan en El País, la Agencia EFE o Reuters, que tienen corresponsales en Cuba. Si de ellos dependiera, nunca nos enteraríamos de la existencia de un ministro pegón. Ningún fotógrafo español ha hecho fotos en Cuba de las detenciones de los jóvenes del Movimiento San Isidro que están plantándole cara a la dictadura y que a diario son acusados en la prensa del Partido Comunista de ser “terroristas”, de estar financiados por la CIA o de estar vendidos al Gobierno de Estados Unidos.
Cuba es hoy un polvorín a punto de estallar. Donde gobierna un comunista, crecen las calamidades. No hay un solo país en el mundo donde esa ideología haya llevado paz, prosperidad, generosidad y solidaridad.
Los cubanos queremos caminar hacia una transición pacífica, pero el Gobierno no para de almacenar pólvora con la que pretende hacer saltar el país por los aires. Prefiere hundir la isla en el mar antes que enfrentarse a elecciones libres y democráticas.
Los que tenemos la familia de rehén del otro lado estamos entre la espada y la pared. La solución no es sacarlos de Cuba sino hacer lo posible por devolver la normalidad democrática a un país que ha pasado de recibir emigración a mantener casi 3 millones de cubanos viviendo en el exilio.
Por eso es tan importante que España nos ayude a hacer esa última cola. La cola más importante de nuestras vidas: la cola de la libertad.
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