El último capítulo de la historia de centenares de soldados está escrita en las lápidas y en las sepulturas comunes de la Purísima.
En un cementerio hay muchas historias, la vida de centenares o miles de personas que descansan bajo tierra. Pero en el camposanto de Melilla hay mucho más enterrado. Bajo las lápidas y los monolitos hay miles de soldados que derramaron su sangre para defender esta tierra. Muchos no eran de la ciudad ni la conocían, pero con honor y sacrificio contribuyeron a que hoy Melilla sea española. Entre las sepulturas de civiles hay enterrados soldados, sargentos, comandantes y otras personas relacionadas con la historia de los militares en Melilla.
La Purísima es un cementerio de héroes, de ciudadanos que entregaron su vida a causas mayores que sus propios intereses personales. Entre ellos, Cándilo Lobera, que fue de los primeros en contar lo que sucedía en el campo de batalla, Antonio Bueno, un joven que mataron a sangre fría unos presos, o sor Alegría de Jesús, una monja que donó piel para salvar a un soldado que había sufrido quemaduras en la batalla. La Purísima es un archivo de los que vivieron para proteger a Melilla y para dar a conocer estas historias, la Comandancia General de Melilla organiza para los días 1 y 2 de noviembre, con motivo de la celebración del día de Todos los Santos y el día de los Difuntos, una visita guiada por el camposanto.
Eduardo Sar, militar e investigador, es uno de los guías de esta ‘ruta’ por las sepulturas de los héroes. Sar asegura que la Purísima es el único cementerio que guarda los restos de 39 caballeros laureados de San Fernando, la máxima condecoración que puede dar el Ejército español. Aunque hay más motivos para que este camposanto sea declarado ‘cementerio de héroes’. Y la mejor forma de descubrirlas es visitar los panteones, las parcelas militares y las sepulturas que están repartidas por la Purísima, desde el monolito con el que se homenajeó a los que murieron en la explosión del polvorín de 1928 a Manuel Romerales, el jefe de la circunscripción de Melilla, que no comandante, como cree la gente, que fue fusilado en los primeros días del alzamiento contra la República.
Las primeras historias
El cementerio cristiano de la Purísima se creó en 1897. Antes, la ciudad había contado con otros camposantos, como el que había en Hospital del Rey o en las tierras que estaban cerca de la iglesia de la Purísima Concepción, en El Pueblo. Aunque es el cementerio hebreo de de San Carlos el más antiguo que se conserva en Melilla, siendo único en toda España.
Nada más entrar en la Purísima, los visitantes pueden ver las primeras tumbas de militares que dieron su vida por esta tierra, como son las de la Compañía de Mar. Es una unidad que siempre tuvo una gran relevancia en la vida de la ciudad. Estas sepulturas quedan a la izquierda. También en esta parcela descansan los restos de Cándido de Lobera, fundador del ‘Telegrama del Rif’.
Justo enfrente, está la galería de los comandantes. Allí están enterrados Manuel de Serrano y otros cuatro militares de su rango.
Y no se puede dejar esta parte de la Purísima sin fijarse en el monolito que hay frente a la capilla. Muchos melillenses pensarán que la columna medio derruida y quebrada está abandonada, pero en realidad, el artista la diseñó así. Pretendía mostrar la vida truncada de un joven, el soldado Fernando Bueno Espinosa, que fue asesinado por unos rifeños cuando perseguía a un grupo presos que se había escapado. Fueron sus compañeros militares los que hicieron una colecta para sufragar los gastos de este enterramiento tan especial.
Otra de las curiosidades que rodean a esta sepultura es que los únicos cuerpos que devolvieron los rifeños a los españoles durante todas las batallas que han tenido han sido el de este soldado y el del General Gabriel García de Morales. A este último le tenían mucho respeto e incluso le rindieron honores al otro lado de la frontera.
Siguiendo el camino que marca el camposanto, aparece el Panteón de Margallo, uno de los cinco que hay en este cementerio. Fue construido 1893 gracias a los donativos de miles de españoles. Se recaudó tanto dinero, 25.000 pesetas de la época, que sobró algo para poder empezar el Panteón de los Héroes, que los melillenses conocen por tener un ángel o una mujer con alas en la parte superior. Otros panteones son el del Ejército del Aire, cuyas tumbas dan al mar, el de Caballería y el de Regulares.
Bajo estas construcciones, así como en las ‘ánimas’, hay miles de restos de soldados que se trasladaron de cementerios que tenía el Ejército en Marruecos. Lo cierto es que los militares no abandonan a ningún soldado y siempre ofrece un lugar en el camposanto a los que dedicaron su vida al servicio del pueblo español.
¿Más historias curiosas? Las de dos mujeres y su relación con los militares. La primera de ellas, Sor Alegría, que en las campañas de 1909 le tocó asistir a miles de soldados heridos en las batallas cercanas a Melilla. Fue la religiosa que donó parte de su piel para salvar la vida de un militar.
La otra mujer relacionada con el Ejército es Juana Martínez López. Era la cantinera de Primo de Rivera. Aseguran que el general murió en sus brazos. Su trabajo era la de ejercer como madre, hermana o novia con estos soldados. Ella pertenecía a las decenas de civiles que acompañaban a los soldados en las contiendas
Todas son historias de héroes que forman parte de la vida de la ciudad. Pero si no se cuenta con una ayuda económica, este patrimonio puede desaparecer. Quizás si las autoridades declaran a la Purísima ‘cementerio de héroes’, la Comandancia General de Melilla pueda conseguir un presupuesto que mantenga y conserve en buen estado las tumbas, los panteones y las galerías de los militares que finalizaron su vida en Melilla.
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