Categorías: Cultura y Tradiciones

Miles de luminarias arroparon el paso de la Virgen de la Soledad

La procesión de la Señora de Melilla finalizó pasadas las dos de la madrugada y arrastró tras de si a un público multitudinario

‘La Sole’, la Señora de Melilla, Nuestra Señora de la Soledad, pionera de la actual etapa de la Semana Santa melillense, cerró una vez más el pasado Viernes Santo las estaciones de penitencia, tras un largo desfile que inició puntualmente a las once de la noche y que terminó pasada las dos de la madrugada, en medio de una corriente humana que con sus luminarias y velas encendidas iba alumbrando su caminar en la oscura procesión del silencio.

Procesión del silencio

Con el tambor destemplado como único acompañamiento, el luto riguroso de sus capuchinos y penitentes y un público muy numeroso tras su paso, Nuestra Señora de la Soledad protagonizó un año más la procesión del silencio, de absoluta oscuridad a su paso por la Avenida central y recogimiento en todo su trayecto, incluso cuando transita por el Callejón que lleva su nombre y que, este Viernes Santo, también fue engalanado con una alfombra de honores.
Precisamente el Callejón de la Soledad, con sus dificultades, alzada de la Virgen y lluvia de pétalos de rosas sobre el paso, se convirtió un año más en un momento emblemático de uno de los pasos más seguidos y populares de nuestra Semana Santa.
La Soledad, con un arreglo sencillo, una corona, de doce estrellas, semejante a las de María Inmaculada, un rojo corazón en su pecho y la corona del martirio en sus manos, no dejó de concitar mucho público en todo su recorrido.
Las muchas luminarias que arropaban su procesión, gracias a las 2.500 velas repartidas por la Cofradía, dieron más belleza si cabe a una estación de penitencia que este año volvió a ser la más oscura y silenciosa de toda nuestra Semana Santa.
‘La Sole’ volvió a salir también sobre su valioso y pesado trono de Paulino Plata, que requiere de 48 portadores y que ensalza la belleza de la talla de Nogueras Valverde del año 51.
La procesión volvió a brillar por su belleza e intensidad. Por el rezo permanente del Ave María y su cuidado ritual carente de presidencias: Sólo al párroco del Sagrado Corazón y vicario episcopal de la ciudad y los miembros de la Junta de Gobierno y cofrades de la hermandad, que en una gran mayoría se suman como capuchinos anónimos vestidos de negro riguroso.

Actos de desagravio

La Soledad tuvo asimismo sus momentos más emotivos en los actos de desagravio que, primero, en el Callejón que lleva su nombre, le brindó en nombre de la Junta Joven de la Cofradía, Álvaro Pérez Huelin, y después, en plena Avenida, Ángel Sánchez Chardi, quien recordó a todos los colectivos más desfavorecidos, rogó por ellos y demandó también de la Virgen comprensión y piedad por una sociedad que “pierde valores” como “la familia, la moralidad, o el derecho a la vida de los no nacidos”
El pregón de Sánchez Chardi dio paso a una recta final en la que la Virgen fue alzada varias veces al cielo, mecida con extremo cuidado en medio de los aplausos del público.
Ya en el templo, cuando el reloj marcaba casi las dos y cuarto de la madrugada, fue nuevamente mecida en el interior de la Iglesia, mientras portadores y cofrades entonaban el Salve Regina que, en primer término, cantaba el tenor melillense Carlos Grandal, a quien este año además correspondió el privilegio de llamar tres veces tres a su puerta para marcar su salida.
La estación de penitencia acabó con el reparto de las flores del exorno del trono, compuesto de rosas, claveles y gladiolos blancos.

Las luminarias, única luz para la Virgen de la procesión del silencio. Ana Reyes

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