Se llamaba Miguel y tenía 82 años. Su amigo Mohamed lo llamó la semana pasada y Miguel le dijo que estaba como siempre: solo.
Mohamed se fue a Marruecos a pasar el fin de semana y al regreso volvió a llamar a Miguel por teléfono, pero ya no contestó. El martes se acercó a su casa y tocó a la puerta y tampoco contestó. No se lo pensó dos veces y llamó a la Policía, que entró en la vivienda y encontró a Miguel muerto en la cocina, en el número 19 de la calle Alicante, esquina Sagasta, de Ataque Seco, donde los vecinos han sentido muchísimo su muerte.
Malika nació en esa calle y conoce a Miguel de toda la vida. Era el hombre más limpio del mundo y vivía, además, en una casa enorme que da a las dos calles. El lunes, la puerta semiabierta de su vivienda dejaba entrever montones de basura en las escaleras que van a la primera planta. Por la puerta salía un olor muy fuerte: olía a muerte.
A pesar de que Miguel sufría Síndrome de Diógenes, todos en su calle le querían. Por eso, desde hace cuatro o cinco años, cuando le echaban de menos, llamaban a los Bomberos o a la Policía Local que llegaban, abrían la puerta y lo encontraban en buen estado de salud, pero a menudo con mucha hambre.
Los propios policías le llevaron comida en una ocasión. Y Mohamed, su amigo, también se acercaba a llevarle algo de comer. Otros pasaban por allí para pedirle dinero.
A Miguel, la única familia que se le conoce es un sobrino que, según los vecinos, se le veía poco por allí.
Miguel murió solo y abandonado. Eso es lo que más le duele a Marina, otra vecina, que no entiende cómo es posible que los Servicios Sociales no se hagan cargo de una persona con demencia senil, que no podía valerse por sí mismo y que no estaba al cuidado de nadie.
Miguel estaba enfermo, pero tenía su casa y una paga que muchos en el barrio creen que debe haber perdido porque no se le veía salir al cajero, como hacía siempre, con su carrito para tirar y recoger basura. Tenía dónde caerse muerto, pero no tenía a nadie que cuidara de él. Para casos como el suyo, los vecinos reclaman recursos públicos. No merecía morir solo.
Aunque en cualquier barrio, un vecino que vive solo rodeado de montones de basura habría sido un motivo de queja constante, en Ataque Seco nadie le reprocha a Miguel que haya perdido la cabeza hasta el punto de olvidar que hubo un tiempo en que era un hombre pulcrísimo que cuidaba de su madre. Todos los recuerdan como un hombre ejemplar.
Todos sabían que un día se lo encontrarían muerto entre montones de basura. Por eso la llamada constante a la Policía y los Bomberos. Por eso los ojos clavados en la planta alta del caserón en el que vivía en Ataque Seco. En cuanto lo echaban de menos, movían cielo y tierra por él.
Sobre las nueve de la noche del lunes los vecinos de Ataque Seco se reunieron a las puertas de la casa donde dos policías esperaban la llegada del forense para certificar la muerte de Miguel. La ambulancia cortó la calle y, como es natural, se montó una fila de coches. Ninguno de los conductores tocó el claxon. Eran pasadas las nueve de la noche. Todos los vehículos respetaron los tiempos.
Imagino que sabían que había pasado algo por las luces de la ambulancia pero probablemente desconocían que han vuelto a encontrar a una persona mayor, que ha muerto sola en Melilla.
Es el segundo caso, en poco más de un año. El 17 de octubre de 2021, los agentes del Cuerpo Nacional hallaron en El Real el cuerpo de un hombre que llevaba 25 días muerto sin que nadie lo echara en falta.
Los vecinos llamaron a la Policía alertados por el mal olor que salía del piso.
Según la Encuesta Continua de Hogares del Instituto Nacional de Estadística (INE) correspondiente a 2020, el 18,9% de las casas de Melilla está ocupada por una sola persona.
Es el dato más bajo de España, habida cuenta de lo tensionado que está el mercado inmobiliario en Melilla. Prueba de ello es que tenemos el porcentaje más alto de todo el país de hogares con cuatro miembros (21,9%) y con cinco o más miembros (19,6%).
Hasta hace poco, los casos de personas mayores muertas en sus casas, eran hechos aislados. ¿Qué quedará para cuando nos toque envejecer a los baby boomers?
La soledad es un problema silenciado en nuestra ciudad y hay que ir pensando en soluciones. Tenemos que conseguir que el servicio de teleasistencia, que en Melilla aplica métodos novedosos, llegue a más melillenses. Y eso solo se puede hacer de una manera: con más dinero, como hacen comunidades pioneras en Servicios Sociales como Castilla y León. Nuestros mayores no merecen morir solos.
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