“Pasé mucho miedo. Sentí que se me caía el mundo encima”. Así habla la esposa de un guardia civil de Melilla, que el pasado sábado intentó quitarse la vida en la playa nueva de Horcas Coloradas inhalando los humos tóxicos del tubo de escape de su vehículo. El agente estuvo a tan sólo dos minutos de morir. Los sanitarios aseguran que le salvaron la vida “con muy poco margen”.
La mujer, que prefiere permanecer en el anonimato, ha relatado a El Faro los supuestos excesos y vejaciones sufridos por su marido en la Comandancia de la Guardia Civil de Melilla, que le llevaron a cometer una locura.
Hablando del estado anímico de su esposo, Alicia (nombre ficticio) comenta que lo encuentra anímicamente fatal, más aún tras lo ocurrido estos últimos días y especialmente al ver la reacción de los más allegados, que están destrozados tras el incidente. “Imagínate cuando me llamaron, pasé mucho miedo, se me vino el mundo encima”.
La angustia que vivió su marido no nace de un día para otro. El supuesto acoso al que ha sido sometido por mandos de la Comandancia de Melilla se viene produciendo durante los últimos seis o siete años.
La hoja de servicios de su marido podría resultar “un modo fiable” de calibrarlo: fue retirado de las patrullas y lo mandaban siempre de un lugar a otro. Ésa, dice, es una manera de ir minando la moral a un guardia civil, que se va cansando hasta que se marcha… o hace algo peor.
Primer día con B.
Para la esposa del agente, el teniente B. está detrás del sufrimiento de su marido. “Se le cruzó desde el primer momento en que se vieron”, comenta a El Faro.
El día en que su marido y B. se conocieron, el teniente se acercó a él preguntándole por qué no había pedido el muelle. El mando no le conocía de nada y su esposo le contestó que estaba acomodado en la unidad y que no iba a solicitarlo. B. insistió en la idea alegando que hacía vallas a diario. A su esposo sólo se le ocurre que hubiese hablado con su anterior capitán, C., con el que tuvo algún roce, y le hubiera dicho algo.
El historial de bajas por depresión de su marido comenzó con este capitán. El pasado sábado cuando intentó quitarse la vida se encontraba en un receso temporal por problemas psicológicos.
Había ido a Málaga a ser observado por el capitán psicólogo del Cuerpo, que le diagnosticó una depresión muy grave.
Sin embargo, y según relata su esposa, llegó de la visita peor que antes de irse, pues el doctor le había dicho que seguramente iba “a perder el destino” y “estar sin cobrar un mes o dos”.
Fue tras ese viaje que notó que su marido se desmoronaba, pues el único sueldo que entra en su casa es el suyo, y se atemorizó aún más al saber que le podía faltar el pan a sus dos hijos.
Sin llamadas
Desde el incidente del pasado sábado el guardia civil que intentó suicidarse no ha sido contactado por la Comandancia de Melilla. Sólo por el capitán psicólogo y el capitán médico. Por todos lados le llegan rumores de que lo quieren echar y eso empeora su situación nerviosa.
Preguntada por los apoyos de su esposo en la Comandancia de Melilla, cuenta que ya no se atreve a fiarse de nadie, que algunos le apoyarán pero que nadie va a hablar porque no quieren significarse.
Además, expone que “este teniente es ‘famosillo’ por sus maneras. Hay otros compañeros que sufren acoso pero tienen miedo a denunciarlo. Mi marido siempre me lo decía: A este teniente lo conocen como ‘el ejecutor’, porque ejecuta muy bien las órdenes. Ha tenido mil marrones y se ha librado de todos”.
Preguntada por si su esposo volvería en un corto plazo a la Guardia Civil, esgrime un no rotundo, ya que tiene pavor a volver a trabajar. Hace tan sólo tres semanas intentó quitarse la vida con su arma reglamentaria, pero “eso no sale en los medios porque son asuntos internos y se silencian”, explica a El Faro.
La esposa del guardia apunta también cómo su marido llegaba siempre quince minutos antes al trabajo para coger los relevos, pues no soportaba estar en el cuartel “escuchando barbaridades sobre él”.
Para la mujer del guardia civil lo peor empezó el pasado 31 de diciembre, tras un incidente lleno de “mala suerte” en el que su marido fue acusado de atender negligentemente a la madre de una chica que, supuestamente, había sufrido algún tipo de acoso sexual.
Según cuenta Alicia, una señora se acercó a 10 o 15 metros del coche patrulla de su marido a decirle que su hija había sido manoseada. Estaba muy nerviosa. Como se encontraba a 150 metros del cuartel y su marido estaba parado en una curva le dijo que se acercara a la Guardia Civil a interponer una denuncia con la descripción del sospechoso.
No se entendieron. Él hablaba y la señora también. Él sólo escuchaba que habían tocado a su hija una y otra vez. Como creyó que no revestía gravedad se despreocupó un poco. Ahora, a toro pasado, sabe que tendría que haber aparcado el coche y haber asistido a la mujer.
Aún así, no considera este “fallo” razón suficiente para recibir “el acoso y vejaciones que ha sufrido desde entonces”, señala.
Lo que ocurrió, según ella, es que la señora le dijo en algún momento que el sospechoso huía río abajo, pero en el fulgor de la conversación no acertó a entenderla. “Él se siente responsable porque quizá no actuó bien, pero si hubiera escuchado a la señora habría hecho las cosas de otra manera”, no le caben dudas.
Tras este incidente, Alicia asegura que el teniente “B. intensificó los acosos contra su marido. En vez de ayudarlo o tan siquiera preguntarle, le llegaban comentarios de que iba diciendo barbaridades. Que si era un subnormal, un sinvergüenza, que iban a echarlo del Cuerpo. Allí no podía confiar en nadie más”, insiste a El Faro.
Alicia recalca además que las pruebas están en todos lados, como en la productividad. Considera que “no es normal que en 16 años tan sólo se la concedieran una vez, cuando hay compañeros suyos que la disfrutan dos o tres veces al año. La única vez que se la dieron fue porque el capitán intercedió, ya que interceptó una barca que venía del faro y el capitán dijo: Propón a éste para productividad, pero el teniente se negó en un principio a concedérsela”.
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