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“Mi hija necesita un brazo, pero no nos ayudan. Nos tienen olvidadas”

Nayat y sus tres hijas fueron víctimas de un accidente de autobús en el verano de 2012. La pequeña murió y la grande perdió su brazo izquierdo. Tras dos años, reclama la ayuda que le prometieron.

Nayat vivió hace dos años la experiencia más dura que puede sufrir una madre: La muerte de una de sus hijas. Ella y sus tres “tesoros” viajaban en un autobús y en la carretera de Afsou, muy cerca de Nador, cuando tuvieron un accidente. Miriam, de cuatro años, murió. Sofía, la mayor de sus hijas, sufrió la amputación de su brazo izquierdo desde el hombro y Nuria, la mediana, estuvo varios días en el hospital porque su cuerpo estaba “lleno de heridas”, recuerda esta madre. Nayat Assaidi asegura que hace dos años les prometieron de todo y durante este tiempo han encontrado a personas que les han echando una mano con el alquiler de una casa o con la compra de comida. Pero desde hace más de un año busca con desesperación a alguien que les ayude a conseguir una prótesis que sustituya el brazo que perdió Sofía. Guarda los recortes de las páginas de El Faro donde se recogen las declaraciones de la consejera de Bienestar Social y Sanidad, María Antonia Garbín, y el delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani, en las que se comprometían a estudiar el caso de la menor y a ayudar a la familia para que Sofía pudiera tener esta prótesis. Sin embargo, esta madre afirma que está cansada de pedir citas con la titular de Bienestar Social y con el delegado del Gobierno. “Mi hija necesita un brazo, pero no nos ayudan. Nos tienen olvidadas”, explica Nayat.
La madre destaca que lo único que ha conseguido de la Administración en este tiempo ha sido que los servicios de asuntos sociales le digan que puede recibir hasta 5.000 euros para comprar la prótesis para su hija. Esta cantidad sería el máximo que entre la Ciudad y el Ingesa podrían pagar a la menor para que tuviera un nuevo brazo. Sin embargo, Nayat asegura que no es suficiente. Una simple prótesis sin movilidad, “como el brazo de un maniquí”, cuesta alrededor de 15.000 euros y no tiene cómo hacer frente al resto del presupuesto, asevera. En su casa apenas entran ingresos porque tiene una minusvalía y desde el accidente sólo trabaja durante seis meses en los Planes de Empleo de la Delegación del Gobierno.

Un brazo biónico
Pero es que Sofía no quiere un brazo sin movilidad. Eso no mejoraría su calidad de vida, afirma Nayat. A Sofía le han hecho un estudio en una ortopedia de la ciudad y le han dicho que en su caso es posible implantarle un brazo biónico, es decir, que pueda controlar con su mente. De esta forma, su mano y sus dedos de metal serían como los de carne y hueso. Sin embargo, hay un problema: El precio. Si una prótesis sin movilidad cuesta unos 15.000 euros, una que tenga movimiento llega a alcanzar los 125.000 euros. Además, Sofía tendría que estar ingresada en Valencia durante dos semanas para que los expertos que hay en esta ciudad comprobaran si su cuerpo acepta esta prótesis o la rechaza. La familia de Sofía tampoco tiene recursos económicos como para residir en Valencia hasta que esa hipotética intervención finalice. Así que las esperanzas de esta pequeña están ahora guardadas en un cajón de su escritorio.
Nayat quiere una cita con la consejera de Bienestar Social y con el delegado del Gobierno para que le digan cómo van a cumplir su promesa de ayudar a su hija. Esta madre es consciente de que sería imposible que la Ciudad o la Delegación del Gobierno le dieran 125.000 euros para costear el brazo biónico para su hija. Pero afirma que no se trata de que le den dinero, sino de que le pongan en contacto con un experto o una ONG que pueda hacer que Sofía tenga la prótesis lo antes posible. No le importaría que la enviaran a la península para que otros analizaran el caso de Sofía. Sólo quiere que la aconsejen y la ayuden a hacer realidad el sueño de su hija mayor: Volver a tener un brazo izquierdo. “Para qué te prometen nada si luego no pueden o no quieren ayudar”, se pregunta.

Cambios en dos años
Desde el 9 de julio de 2012, han cambiado muchas cosas en la casa de Nayat. Ya no hay esa alegría ni esas risas que se escuchaban a diario. La muerte de Miriam les ha robado las ganas de vivir a las tres. A las cicatrices físicas del accidente hay que sumar las heridas que ha dejado en el corazón de esta familia. Nayat confiesa que Sofía se ha transformado. No es la misma chica responsable con sus estudios que hace dos años sacaba sobresalientes en el colegio. Ahora no le interesa aprobar ni ir a al instituto. No se encuentra bien sin su brazo izquierdo y además, no le gusta ser dependiente de su madre para peinarse el pelo o hacer otras muchas tareas de la casa.
Esta madre asegura que si su hija mayor tuviera la posibilidad de contar con una prótesis, al menos las heridas físicas podrían ir cerrándose y no se sentiría tan desgraciada. En más de una ocasión Sofía ha asegurado que era ella la que tenía haber muerto en el accidente y no su hermana pequeña. Esta joven de 15 años se siente responsable de este incidente aunque Nayat le regaña cada vez que hace este tipo de comentarios. En más de una ocasión ha intentado que Sofía vaya a un psicólogo, pero ella no quiere porque dice que nada va a hacer que le devuelvan ni a su hermana ni su brazo.

Las pesadillas
El accidente también ha cambiado los sueños de Sofía y de Nuria. Tienen pesadillas casi a diario y en más de una ocasión gritan porque creen que están en el autobús atrapadas y buscando a su madre. También lloran a menudo cuando recuerdan a Miriam, su hermana pequeña.
Nuria no tiene tantas secuelas físicas de aquel día, afirma Nayat, aunque sí tiene problemas de visión. En más de una ocasión ha recurrido al Imserso para que analicen el caso de su hija porque tiene cierto grado de dependencia. Sin embargo, como se ha parado la ampliación de las ayudas previstas hace unos años, aún no recibe ninguna prestación para Nuria.

La situación económica
Nayat asegura que toda esta situación es muy estresante para ella. Se siente muy presionada. Tiene que luchar por sacar adelante a las dos niñas sin ninguna ayuda. Se divorció del padre de sus hijas hace tiempo y no reciben nada de él. Esta madre se enfrenta a la pena de perder a su hija menor y a la realidad de no poder ayudar a Sofía a lograr su sueño. Asegura que casi no llegan a fin de mes, así que es imposible acercarse a un banco para solicitar un crédito que pueda pagar el brazo para su hija mayor. Se siente atrapada en esta compleja situación y no sabe qué más hacer.
Esta madre explica que los recursos económicos que tiene su familia son limitados. Antes de que tuvieran el accidente ya estaba en proceso de divorciarse de su marido y carecían un hogar en Melilla.
Nada más salir del hospital, un hombre, que prefiere seguir en el anonimato, les prestó un piso donde estuvo viviendo con Sofía y Nuria hasta hace ocho meses. Este señor y otras familias les echaban una mano con la comida y consiguieron salir adelante durante un año. Fue a principios de 2014 cuando Nayat consiguió trabajo en los Planes de Empleo de la Delegación de Gobierno y por eso decidió dejar este piso prestado e iniciar una vida con sus hijas fuera de este lugar. Encontró una casa de una habitación en el Barrio Hebreo y allí continúa viviendo con sus dos pequeñas.
¿De dónde saca el dinero para el alquiler? Pues esta casa les cuesta 280 euros al mes. Es todo lo que puede permitirse porque recibe una pensión por su minusvalía de 300 euros y además, espera ganar otros 260 euros de ayuda de desempleo que acaba de solicitar. Así que durante seis meses va a contar con 560 euros para costear la vida de las tres. Después de este tiempo, sólo tendrá los 300 euros de pensión por discapacidad para pagar el alquiler y el resto de gastos de su casa. Pero prefiere no pensar en ello ahora. Espera volver a encontrar trabajo cuanto antes. A pesar de lo que ha vivido prefiere tener esperanzas y confiar en que las cosas van a salir bien en un futuro. De todas formas, reconoce, no le sirve de nada desesperarse.

Sin más ayudas
Antes del accidente, Nayat vivía con su madre en Nador. Sus hijas vivían entre Melilla y esta localidad marroquí, ya que pasaban un tiempo con su padre y asistían a clases al colegio Velázquez. Pero desde que aquel autobús volcó, Nayat tuvo que buscar una solución a su situación familiar porque no podía ir y venir de Marruecos a Melilla con las heridas provocadas por el accidente. Gracias a la solidaridad de un hombre consiguió un hogar en Melilla. Pero esta madre asegura que la consejera de Bienestar Social y Sanidad fue la que se comprometió a estudiar su caso para ver si podría optar a un hogar.
Nayat afirma que si le dieran un lugar donde vivir, el dinero mensual con el que cuenta le daría para vivir. Por eso, reclama de nuevo a la Consejería que revise su situación para ver si puede contar con la casa.
Esta madre explica que el padre de sus hijas no les pasa el dinero de la manutención desde hace años. En concreto, señala que desde el 2009 sólo les ha ingresado 1.000 euros. Sin embargo, no quiere ir a los juzgados de nuevo con este tema porque sabe que la próxima vez que denuncie a su ex pareja le pueden ingresar en la cárcel. Esto es lo que le ha dicho su abogada. Ella dice que el hecho de que su ex marido esté en prisión no le ayuda a nada, de forma que no volverá a insistirle más con la pensión que deben recibir las niñas de él.

El juicio del accidente
La abogada de Nayat en Marruecos le asegura que no se sabrá nada de la indemnizaciones que recibirá por el accidente hasta el 2017. Afirma que ninguno de los accidentados han tenido noticias del juicio, así que les toca seguir esperando a que haya una resolución.
Nayat ha perdido la esperanza con este juicio. No cree que le vaya a ayudar mucho el dinero que el juez estime oportuno por perder a una hija y sufrir este calvario. No espera nada de Marruecos. Explica que lo máximo que le van a dar por el fallecimiento de Miriam es 2.000 euros, una cantidad que no servirá ni si quiera para ayudar a su otra hija a conseguir un brazo.

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