Por primera vez en años, estamos en la lista de las autonomías españolas en las que más ha descendido la natalidad. De enero a abril de este año ha decrecido en un 9,22% el número de nacimientos registrados en nuestra ciudad, frente al mismo periodo del año pasado. Es mucho, pero nos quedamos muy lejos del pinchazo de Ceuta, donde la bajada es del 28,23%, según los datos del Instituto Nacional de Estadística.
¿Significa que las melillenses han dejado de concebir? Me temo que aquí hay más de un factor determinante. Por una parte, las crisis económicas nunca son buenas para la natalidad. La práctica nos ha demostrado que las crisis sanitarias tampoco invitan a pisar un hospital. Pero en nuestro caso, es decisivo el cierre de la frontera. Desde el 13 de marzo de 2020 no vienen parturientas de Marruecos a dar a luz en Melilla y eso se nota, especialmente en Ceuta, donde la caída en el número de partos es espectacular.
Sabemos que hasta 2016 Marruecos debía a España en concepto de atención sanitaria a sus nacionales en Melilla unos 100 millones de euros. No hay esperanzas de cobrar ese dinero ni mucho menos facturar futuras deudas que se sumen a ésta que ya tenemos. Por tanto, hay que pensar en el día después de la apertura de los pasos fronterizos y en la forma de controlar los pisos pateras de mujeres embarazadas. No puede ser que las mafias vayan eternamente por delante de nuestros agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Eso hay que pararlo.
Sabemos que los nacimientos de niños marroquíes en Melilla no responde sólo a la accidentalidad o la vecindad. También es un proyecto de futuro porque esos miles y miles de menores marroquíes que han nacido en España pueden optar a la nacionalidad española por residencia.
Según consta en la web del Ministerio de Exteriores, a los extranjeros nacidos en nuestro país sólo se les exige un año de residencia para obtener la nacionalidad. Menos que a los latinoamericanos, a los que nos piden un mínimo de dos años.
No está nada mal, teniendo en cuenta que el pasaporte español es de los más baratos y mejor valorados del mundo. De hecho, este año 2021 está entre los más poderosos del planeta. Según el Henley Passport Index, ocupamos la cuarta posición, sólo superados por Japón (1), Singapur (2), Alemania y Corea del Sur (3). Nuestro pasaporte está igual de valorado que uno de Finlandia, Luxembrugo o Italia.
Pero no es sólo un problema de conveniencia. Evidentemente no es lo mismo viajar con un pasaporte cubano que con uno español. Igual de abismal es la diferencia entre llevar un pasaporte marroquí a llevar uno español.
Viajar con documentación de Cuba o Marruecos es casi lo mismo que hacerlo con pasaporte de Afganistán o Siria. Uno siente que desde que se baja del avión lleva en la frente un cartel que dice: Para atrás, ni para coger impulso. O lo que es lo mismo: Cuidado, soy pobre y me quedo.
En Melilla no podemos ser ingenuos. No es sólo una cuestión de pasaportes. En esto nos va también la españolidad de esta tierra. Hay que hablar sin tapujos de la diversidad que viene en camino hacia esta ciudad. Hay que abordar un problema que no por negarse desaparece.
Es cierto que estamos en la era de la globalización. Las mercancías van y vienen sin problemas, salvo en casos excepcionales como el del embargo comercial de Estados Unidos a Cuba, que persiste tras 60 años. En parte, por la negativa de la dictadura castrista a respetar derechos humanos fundamentales como la libertad de expresión, de prensa, de reunión o la posibilidad de entrar o salir del país sin que tus ideas políticas condicionen que puedas o no volver a ver a tu familia.
No estamos hablando de bloqueo en ningún caso porque hay intercambio comercial entre Cuba y Estados Unidos. Sólo de enero a mayo de 2020, Cuba importó de EE.UU. productos por valor de 81,6 millones de dólares, según US Trade Numbers. ¿Es fácil? No. La dictadura tiene que pagar a tocateja. No es una sanción por ser comunistas sino por ser mal pagadores.
Sea como fuere, no se puede ser liberal a veces. Si defendemos una economía liberal, no podemos estar a favor de embargos comerciales. Pero tampoco queremos que Joe Biden lo levante sin que la dictadura haga un gesto a favor del respeto de los derechos humanos. Dando y dando. Están en juego los derechos de 11 millones de personas.
Pero volviendo al tema de los nacimientos en Melilla, decía que aceptamos la libre circulación de mercancías y seguimos poniendo pegas a la libre circulación de personas. En esta ciudad tenemos la dicha de vivir en un ambiente multicultural donde no hay miedo al otro. Aquí, cada uno es de su padre y de su madre, pero todos somos de Melilla. Sin embargo, creo que debemos reflexionar sobre el déficit de identidad que salta a la vista en esta tierra. No tenemos artesanía ni bailes autóctonos. Ni siquiera nos pertenece en exclusiva el tamazigh, de la misma manera que encontramos por ahí el bable en Asturias, el Panocho en Murcia o el valenciano en Valencia. El impacto de una migración masiva en Melilla no es el mismo que en Londres o Nueva York. Una cosa es ser cosmopolita y otra, muy distinta, dejar de ser españoles para ser marroquíes.
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