Este año no ha habido fuegos artificiales, según la versión oficial de la Viceconsejería de Festejos para no engordar el presupuesto de la Feria y también por el 'susto' de San Juan, cuando un accidente lesionó a uno de los empresarios encargado de encenderlos. Lo que sí hemos tenido y aún no ha terminado ha sido la 'traca' final que en forma de desesperación confronta las desigualdades de este mundo en el que vivimos, y en el que los 'desheredados' echan mano de cualquier oportunidad para poder acceder a una vida mejor.
Ayer fueron más de 90 los detenidos por encontrarse camuflados en las atracciones de Feria que embarcaban hacia la Península o merodeando en torno a ellas, en situación documental irregular. Del conjunto, más de 30 eran menores de edad, en muchos casos acogidos en centros dependientes de la Ciudad Autónoma.
La cruda realidad nos demuestra varias cosas, pero entre ellas la falta de futuro para unos menores que acogemos durante años y que, sólo en algunos casos, logran progresar y acceder a la documentación necesaria para prosperar en la vida.
Deberíamos plantearnos una reflexión sobre nuestros centros de menores y el papel que cumplen en realidad, porque si bien no es fácil encauzar a jóvenes con perfil de inmigrantes precoces y mucho resentimiento social, tampoco es de recibo que sean tantos los menores que intenten aprovechar el final de la Feria para pegar el salto a la Península.
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