La asociación Mem Gimel y el Instituto de las Culturas crearon ayer el prodigio de hablar de nuestro pasado y, en parte también, de nuestro presente, sin prejuicios de ningún tipo. La presentación del último libro de Severiano Gil, ‘La Tumba del Guerrero’ obró el milagro.
El prolífico escritor, que en su nueva novela logra una acertada miscelánea de toda una época histórica llena de mil incertidumbres, como fue el final del Protectorado español sobre Marruecos, contribuyó con su obra a que el recién nacido Instituto de las Culturas se proyectase en toda su dimensión, como plataforma que debe ser para el encuentro entre las distintas comunidades, sin menoscabo de unas sobre otras y sobre todo de las más importantes y decisivas para la construcción de la Melilla moderna, tal cual es la judía, en la que el peso de su cualidad importa mucho más que el de su cantidad.
Conocernos más es una gran tarea, ya no sólo entre los unos y los otros que, al final, sólo somos uno, sino también respecto de ese todo conjunto, que la senda de su origen alcanza el mejor modo de entender su presente.
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