Este lunes se celebra el Día Mundial de la Salud Mental, una fecha que cada año se dedica a un tema en concreto. En este 2022, se pretende poner el foco en la importancia de la salud mental en la infancia, la adolescencia y la juventud, ya que el suicidio se han convertido en la primera causa de muerte no natural en los jóvenes de 15 a 29 años, según dato del Instituto Nacional de Estadística (INE).
En Melilla, según el último informe publicado por el INE, en 2020, dos personas con edades comprendidas entre los 15 y los 29 años se suicidaron. Si analizamos los datos respecto al total de la población, la ciudad autónoma se posiciona como la última en tasa de suicidios por cada 100 mil habitantes, tal y como publica el portal de datos, Statista, con una media de 4,96 suicidios.
El Faro ha salido a la calle para comprobar cuáles creen los melillenses que son los factores que han provocado que la salud mental de los jóvenes empeore con el paso de los años.
En España, el 20,8% de los adolescentes padece algún tipo de problema mental diagnosticado, siendo los más frecuentes la ansiedad y la depresión. Este dato sitúa a nuestro país como líder europeo con mayor prevalencia entre niños y adolescentes. Estos son los datos que deja patente un informe Clàudia Rossy, profesora del Grado en Psicología de la Universitat Internacional de Catalunya.
La salud mental se ha puesto en el foco de la sociedad en los últimos años. La estigmatización de los pacientes que acuden al psicólogo o al psiquiatra ha disminuido con el paso del tiempo y poco a poco se está normalizando entre las nuevas generaciones.
Este diario ha hablado con melillenses de distintas edades, que han aportado su visión sobre cómo era y es actualmente reconocer que se necesita ayuda psicológica o que se va a terapia.
Los jóvenes cada vez se abren más. Esto es lo que asegura a El Faro Pablo, un joven melillense que confiesa que entre sus amigos sí que hablan de temas que les preocupan y sobre qué les provoca ansiedad.
Cuando se trata de problemas más graves como la depresión, dijo, los jóvenes se suelen encerrar en sí mismos y no son capaces de pedir ayuda o de compartirlo con sus amigos.
Pablo confesó a este diario que más de un amigo suyo padece o ha padecido depresión. "Han pasado por momentos muy malos en sus vidas", aclaró este joven, y no han sabido o no han podido hablarlo entre amigos. "En las cosas más superficiales, sí que nos estamos abriendo un poco más entre nosotros", añadió.
Para Pablo, el aumento de casos de problemas psicológicos entre los más jóvenes viene determinado por diversos factores. En primer lugar, él cree que la pandemia ha afectado negativamente a la salud mental, unido a que vivimos en una sociedad con muchos estímulos. "Vivimos en un mundo muy estresante", afirmó.
Estos estímulos de los que hablaba Pablo, son compartidos por otros jóvenes de Melilla. Estímulos visuales como los que se ven cada día en las redes sociales. Los jóvenes hoy en día viven pegados a un mundo irreal que se muestra en las redes sociales.
Vidas idílicas de los influencer a los que siguen, que en realidad no son tan perfectas. Trabajos de ensueño, viajes gratis y cuerpos espectaculares que generan frustración en los que no lo tienen. Esta es la idea que comparte José Antonio.
"La virtualización de la vida, el decir que todo es bueno y todo es feliz, hace mucho daño porque una persona normal tiene su monotonía, sus días malos y sus días buenos", comentó a El Faro este joven. Debido a la sobre exposición pública, dijo, una persona que lo único que ve en Instagram, es a otras personas pasárselo bien todo el rato, hace preguntarse a los demás por qué ellos no.
"Al final es una enfermedad que no se ve, pero que se siente", reivindicó José Antonio. Para él, a esas personas hay que ayudarlas, aportarles apoyo psicológico, familiar y económico en cuanto a la compra de medicamentos para su tratamiento, si son necesarios.
Por otro lado, otras melillenses no tan jóvenes, María del Carmen y Mercedes, creen que los problemas mentales que afectan a la juventud vienen derivados del ritmo de vida que se lleva actualmente. "Antes se vivía tranquilamente, hoy es una cosa acelerada", recalcó María del Carmen.
Por su parte, Mercedes piensa que hoy en día hay más casos de problemas mentales que cuando ellas eran jóvenes. Afortunadamente, ambas aseguran que ahora las personas se sienten con más libertad a la hora de decir que van al psicólogo. "Antes se estaba más retraído, hoy no", remarcó María del Carmen. "Se va y ya está, no pasa nada, antes les costaba trabajo", añadió Mercedes.
"Ir al psicólogo o al psiquiatra no es nada malo. Es como cualquier especialidad más", aclaró a El Faro Manuel. Este melillense ha pedido cita para ir al psicólogo siempre que lo ha necesitado. Para él no hay ningún problema en reconocer que no se siente bien psicológicamente y pedir ayuda.
El problema viene al pedir la cita. Las listas de España en Melilla para acudir al especialista son muy largas, según aclaró Manuel. "No sé si es porque no se le da la importancia que se debe, pero son bastante más largas", añadió.
El caso de Melilla no es aislado. El sistema de salud mental en España en general está saturado, según señala Rossy. En este sentido, comenta, en nuestro país "se destina apenas el 4% de la inversión en sanidad a salud mental".
Para esta profesora, acudir a la sanidad privada no es una opción en muchos casos "porque ni los jóvenes ni sus familias se lo pueden permitir", lo que provoca que "no se acuda a un profesional hasta que no se haya agravado el malestar, llegando ya a desarrollar un trastorno o episodio agudo".
Los que sí pueden permitirse ir a una consulta privada, o que por otras razones van a médicos de la red de salud privada, aseguran que las citas se dan con mayor rapidez. Es lo que destaca Abdelaime, un melillense que aunque actualmente no acude a terapia sí que reconoce que en algunos momentos de su vida ha necesitado ir.
Él era militar por lo que al pertenecer al Instituto Social de las Fuerzas Armadas (Isfas), solía acudir a consultas privadas. Abdelaime subraya que solicitaba las citas de un día para otro. Todo lo contrario que cuando ha tenido que acudir al sistema público. En este caso, el tiempo de espera se alargaba a mes y medio o dos, explicó.
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