En mitad de agosto, con el Ramadán retardando aún más el habitual ritmo lento de Melilla, hablar de futuro económico parece anacrónico e impropio, pero el tiempo siempre corre en nuestra contra y, tras la Feria, a la vuelta de la esquina, habrá de decidir si por fin se piensa crear o no el Consejo Económico y Social, llamado cuando menos a ser foro de debate entre agentes sociales y económicos que invierten y dan vida a Melilla.
Tenemos tantos interrogantes pendientes de resolver, resulta tan decisorio delimitar si verdaderamente nos interesa o no ingresar en la Unión Aduanera, que postergar todo para más allá de la nueva cita electoral prevista para noviembre, sería arriesgado e irresponsable.
Este agosto está registrando una atonía económica que demuestra la necesidad de ser firmes a la hora de exigir de una vez una frontera más fluida y ágil. Que demuestra igualmente que nuestra ciudad debe afrontar sus incertidumbres, buscando de una vez soluciones o al menos barajando alternativas.
Nos queda una recta final con traca de fiestas patronales y fin de Ramadán que no invita a otra cosa que al descanso y el consumo último de los días de vacaciones. No obstante, la maquinaria de la previsión debe empezar a reaccionar porque el tiempo sigue corriendo, se echa encima y, a pesar de ello, persistimos con el mismo discurso, los mismos debates y sin ningún avance.
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