No sabemos, ni podemos imaginarnos cuánto tiempo necesita el Gobierno de Melilla para controlar el brote de rabia que mantiene en vilo a los ciudadanos de esta ciudad.
Desde septiembre de 2021 se han diagnosticado seis animales con rabia en Melilla y desde noviembre permanecemos en nivel de alerta 1. Como consecuencia, los melillenses que tienen mascotas no pueden viajar con ellas a Granada ni por barco ni por avión.
Lo peor no es que esta situación se dé en un país donde la rabia está erradicada desde 1978, según los datos que maneja el Ministerio de Agricultura. Lo realmente grave es que tres meses después de la alerta sanitaria sigamos viendo manadas de perros salvajes deambulando por las calles de Melilla.
La solución no puede pasar por pedirle a la Policía Local que controle las cartillas sanitarias de los ciudadanos que pasean a sus mascotas por la ciudad.
Urge detectar el foco de infección. Hay que saber si los animales están entrando de Marruecos o si, por el contrario, se están contagiando en Melilla.
Si están entrando de Marruecos hay que saber por dónde entran porque al estar la frontera cerrada, la responsabilidad recaería sobre la Delegación del Gobierno y la empresa dedicada al mantenimiento de la alambrada. Los perros, hasta donde sabemos, no tienen alas.
Pero si por el contrario, el foco está en Melilla, entonces es responsabilidad de Salud Pública y Bienestar Animal y Seguridad Ciudadana, de quienes depende la contratación del servicio de laceros.
Resumiendo, sea cual sea la causa, la responsabilidad pasa por el Partido Socialista y urge que se ponga manos a la obra y solucione el problema.
No es de recibo que los ciudadanos nos encontremos a pie de calle con animales que pueden estar o no contagiados, pero que en ningún caso deberían deambular por la vía pública sin control sanitario.
No podemos tolerar la dejadez. Este problema de la rabia en Melilla no es nuevo, pero nunca ha sido tan grave. Hemos tenido casos anteriores, pero jamás nos habíamos enfrentado a una situación tan escandalosa como la que estamos viviendo.
La ciudad tiene que remangarse y organizar batidas para detectar dónde están los perros callejeros, hacer test y controlar la rabia.
Este problema tiene que solucionarse cuanto antes. No podemos convertirnos en el foco europeo de una enfermedad medieval.