Opinión

Melilla se pasa a la provocación

El pasado 6 de diciembre, Día de la Constitución, la Ciudad convocó a las autoridades y a la prensa al izado de una bandera española en Dique Sur. Al acto no asistió la delegada del Gobierno, Sabrina Moh, aunque estaba invitada por el presidente Eduardo De Castro. Este señor supongo que sabe que no pasará a la historia por su gestión. Es normal y hasta comprensible que intente hacerlo por sus gestos.

Ingenua de mí, pedí fotos de multitud, pero de donde no hay, no se saca. Al izado de bandera no acudió nadie excepto las autoridades a las que De Castro obligó a retratarse ante lo que él entiende, seguramente, como alarde de patriotismo, pero que, en mi opinión, es una provocación innecesaria.

No somos España porque pongamos una bandera en Dique Sur. Somos España porque lo hemos sido siempre, sin necesidad de izar una bandera en las narices de nuestro feroz vecino en un momento de tensión. ¿De qué nos sirve la bandera en Dique Sur si las patrulleras marroquíes se pasean por las inmediaciones de Melilla persiguiendo nuestros barcos de recreo y nadie les para los pies?

No hemos escuchado a De Castro pedir a Marruecos que salga de nuestras aguas. No hemos visto al presidente exigir a Madrid que negocie nuestros límites marítimos. Tampoco hemos visto al presidente de Melilla en la frontera viendo la que se monta ahí cada fin de semana; ni pidiendo a Pedro Sánchez que abra el resto de pasos fronterizos para aliviar las colas.

Nos gustaría verlo, como a Juan Jesús Vivas, entrevistándose con todos los ministros para conseguir cosas para su ciudad. Por eso en estos cuatro años Ceuta se ha colocado a años luz de Melilla. Nosotros, con este presidente, hemos regresado a los noventa. Somos una ciudad antigua; de otro siglo; apagada.

El izado de bandera de De Castro me recuerda al 'show' de los activistas antiespañoles de Nador que en el año 2012 llevaron una bandera marroquí al peñón de Los Vélez de la Gomera y terminaron detenidos. Fin de la historia.

¿Ha cambiado algo desde entonces? No. El peñón sigue siendo español y aquello no pasó de ser una provocación más.

Es como el que se lleva mal con su vecino; tiene ganas de guerra y le planta una barbacoa enfrente de la ventana de su habitación para llenársela de humo y olor a chorizo. Quien siembra vientos, recoge tempestades. ¿Es eso lo que queremos en Melilla?

Creo que izar una bandera en Dique Sur el mismo día del partido España-Marruecos, el mismo día en que celebrábamos los 44 años de la Constitución, es un ejemplo más de hasta dónde puede llegar el populismo. La provocación cayó en saco roto, porque no hubo incidentes. Sin embargo, obligó a todos los políticos de la ciudad, estuvieran o no de acuerdo con el gesto 'castrista', a retratarse. ¿Quién va a negarse a acudir a un acto en el que se iza nuestra enseña nacional?

Se desmarcó la delegada del Gobierno, que, como todos sabemos, representa al Gobierno de España y no está en la agenda de Pedro Sánchez reventar la reapertura de la aduana a un mes de conseguirlo, si es que esta vez Marruecos cumple la palabra empeñada.

Un gobierno serio no puede permitirse provocar, especialmente cuando no ha movido un solo dedo para conseguir una frontera fluida, que se nos respete el régimen de viajeros para entrar a Nador o que llegue dinero para los dos planes integrales, cuya redacción hemos pagado con fondos públicos.

Un gobierno debe ser responsable. ¿No habría sido mejor invitar a todos los melillenses a colgar banderas de sus balcones para celebrar que de este lado de la frontera sí hay democracia plena?

De Castro quiso enmendar su metedura de pata del 12 de octubre, Día de la Hispanidad, en el que se echaron de menos las banderas por toda la ciudad. Nos ahorramos los banderines en la Avenida. ¿Por qué? Nadie preguntó y nadie respondió.

No se trata de provocar o no a Marruecos. Se trata de entender que no somos como ellos. Nosotros somos Europa y los valores europeos no tienen nada que ver con el populismo de un presidente apagado, que se resiste a jubilarse e intenta hacer en lo que queda de legislatura lo que no ha hecho en tres años gobernando en una ciudad que hoy es más pobre y está más descontenta que en 2019.

Lo menos que se le puede pedir a un político es que deje la Administración mejor de lo que se la encontró. ¿Está hoy Melilla mejor que en 2019?

Ni por asomo. Basta con darse una vuelta por los barrios de la periferia para tomar el pulso al descontento. En todas partes hay pintadas y en ninguna aparece el nombre de De Castro. Para la gente, no existe ni ha existido en estos tres años. Si cree, de verdad, que pasará a la historia por la bandera y por haberle quitado el Gobierno a Imbroda, se equivoca. Nadie recordará su nombre.

En cada vertedero ilegal de la ciudad; en cada bache; en cada edificio sin agua; en cada barrio destrozado; en cada coche quemado; en cada desempleado está su obra. Ése es el legado que nos deja el presidente de Melilla durante la pandemia del coronavirus.

Me gusta la bandera en Dique Sur, pero no se trata de lo que me guste o no. La provocación nunca ha sido amiga de la paz. Mirad lo que ha pasado en Ucrania. De un día para otro un loco les ha quitado todo y les ha destrozado el país. Yo no pienso en mí. Pienso en mi hijo y por eso aspiro a una Melilla mejor. No quiero que cumpla 15 años y me reproche que lo haya traído al mundo en una ciudad sin futuro.

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