El Gobierno de la Ciudad Autónoma se ha dado prisa en retirar la estatua de Franco de Melilla y ha dejado fuera de juego a los franquistas confesos o agazapados. No ha habido manifestaciones, protestas, ni últimas fotos, ni shows nostálgicos, ni ramos de flores de último minuto por parte de quienes viven en democracia, pero sueñan con otros tiempos en voz baja, con nocturnidad y alevosía.
Imposible que se nos olvide, que a Franco lo levantaron en peso de esta ciudad un 23-F. Es el mayor golpe de efecto del tripartito desde la toma de posesión de Eduardo de Castro y el ‘sal-pa-fuera’ que le montó Imbroda en la Asamblea. Ha sido una jugada maestra y merece nuestro aplauso.
Este 23-F pasará a la historia de esta ciudad porque nadie olvidará el monumento del ex caudillo de España, colgado de una grúa en una fecha tan señalada. Le hemos dado la vuelta a la historia. En cualquier otra parte de nuestro país, el 23 F será el día en que se recuerda el golpe del Estado del año 1981. Aquí hemos pasado a festejar un día de justicia para las víctimas del franquismo.
El tripartito le ha robado el minuto de gloria a Tejero. Ayer no fue el día del golpista. Nos hemos apropiado de un símbolo y es normal que el entorno franquista esté molesto.
Para los que creemos en la democracia porque sabemos lo que es una dictadura, la retirada de la estatua de Franco hay que celebrarla no sólo en esta tierra sino en toda España. Los hijos, nietos y sobrinos de los que yacen en las cunetas, saben que arrebatamos a los franquistas su fecha más señalada. Ojalá haya algún abuelo o abuela que hayan vivido la Guerra Civil y que hayan podido ver las máquinas reventando el pedestal de la estatua de Franco en esta ciudad.
No es una revancha, es cuestión de justicia; de respetar la memoria histórica de los que perdieron a un ser querido durante la dictadura. No creo, por tanto, que la retirada de la estatua de Franco tenga ninguna repercusión en esta ciudad, como tampoco la ha tenido en otros puntos de España que se han adelantado a nosotros y las han retirado primero. No se nos olvide que llegamos con retraso.
España es hoy un modelo de transición democrática en el mundo entero. Para los cubanos, es un ejemplo alcanzable, tangible. Los que queremos un futuro mejor, más próspero y con derechos, repasamos la historia de la democracia española porque es eso lo que queremos para Cuba: un cambio pacífico, sin derramamiento de sangre; sin vencedores ni vencidos matándose en mitad de la calle.
Pero no niego que me puede la pasión y confieso que me gustaría que el apellido Castro se convirtiera en la losa que es hoy el apellido Franco. Que los que hoy viven a costa de las miserias del pueblo cubano, se avergüencen de pertenecer a una zaga familiar que ha hundido un país, que en el siglo XVIII exportada carnes saladas y ganado vacuno y que hoy no consigue proteínas ni para cubrir la dieta básica de un niño.
Los que no queremos comunismo en Cuba, tampoco queremos estatuas de Franco en España. Lo que no quiero para mí, no lo quiero para nadie. Y yo no quiero más dictaduras. No quiero que nada me recuerde que hubo un momento en el pasado en el que no teníamos derechos ni libertades políticas, sociales o económicas en este país.
Admito que creía que el tripartito se dejaría el levantamiento de la estatua de Franco para fechas más cercanas a las elecciones, porque esto es un gol por toda la escuadra. Ahora no sé si pensar que la disolución del Gobierno está a la vuelta de la esquina y por eso han decidido quemar las naves; o sencillamente se aprovechó el 23F para dar el golpe definitivo a los franquistas. Esta opción ha sido una jugada política perfecta.
En cualquier caso, vuelvo y repito, respeto mucho a los se han opuesto a la retirada de la estatua de Franco porque creen que no nos hace bien revolver el pasado; pero entiendan también que debemos ese simple gesto a las víctimas. El que tenga que llorar, que llore, pero estoy segura de que somos más los que celebramos este día histórico.
No nos merecíamos tener esa escultura a la entrada de esta ciudad. Es cierto que somos una plaza castrense, pero también lo es que tenemos un Ejército moderno, dispuesto a defender nuestra democracia, aunque por ahí salgan garbanzos negros añorando la dictadura. Son pocos y esperamos que cada vez sean menos. Que sigan firmando cartas y así, vamos tachando gente de la lista. Nos lo ponen muy fácil.
Aquí sólo hay que elegir entre dictadura y democracia. No hay más elección posible.
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