Marruecos ha montado el pataleo del siglo con la condena del Parlamento Europeo al uso de niños en la marcha sobre Ceuta. Rabat no sólo reaccionó con un tercer comunicado de su Ministerio de Exteriores subidísimo de tono para acusar a España de instrumentalizar a la Unión Europea en una crisis que ellos necesitan que sea bilateral sino que, además, la Cámara de Representantes marroquí se ha referido a Ceuta como “ciudad ocupada” para dar una vuelta de tuerca extra a la crisis hispano-marroquí.
A eso hay que sumarle que este lunes, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se reunirá con Pedro Sánchez y en vísperas del encuentro, el pasado viernes el secretario de Estado, Antony Blinken, llamó por teléfono a la ministra de Exteriores española, Arancha González Laya, y destacó el compromiso de Estados Unidos con la migración “regulada, segura y humana”.
No hizo falta que mencionara a Marruecos para que todos entendiéramos que se trata de una condena clara a la actuación irresponsable y trasnochada de Rabat en Ceuta. Esta gente no ha superado la Guerra Fría y se cree que hoy pueden iniciar una Marcha Verde y que el mundo mirará para otro lado.
Ya era hora de que Europa llamara la atención sobre la dejadez con que Rabat afronta la responsabilidad que, como Estado, tiene con los miles y miles de menores marroquíes que año tras año cruzan solos la frontera de su país, con una facilidad pasmosa, y quedan a cargo de los gobiernos español y francés, fundamentalmente. Tantos años de hartazgo han dado sus frutos en la Eurocámara.
La condena del Parlamento Europeo a Marruecos consiguió el jueves 397 votos a favor. Son muchos más de los que logró ese mismo día una resolución contra la dictadura cubana, que salió adelante pese a la oposición de los socialistas españoles, que siguen defendiendo que Cuba es un paraíso y se niegan a asumir que el régimen castrista está incumpliendo el acuerdo con la UE que le obliga a respetar derechos humanos como la libertad de expresión, asociación, reunión o manifestación.
Si bien es cierto que la condena del Parlamento Europeo no tiene mayor trascendencia si no es adoptada en el futuro por la Comisión Europea que es, en esencia, el gobierno comunitario, es evidente que Marruecos sale mal parado de la crisis de Ceuta.
Mohamed VI tiene motivos para patalear. Aunque la reacción estadounidense ha tardado en llegar, lo cierto es que cae como agua de mayo. Hasta ahora sólo había trascendido la llamada telefónica que Biden hizo a Mohamed VI en medio de la invasión de Ceuta, algo que si bien nos sentó como un tiro en plena crisis, a toro pasado invita a pensar en una posible mediación del presidente de EE.UU. en la paralización inmediata de la marcha sobre el Tarajal.
El apoyo norteamericano llega, además, en medio de las maniobras African Lion 2021 que Estados Unidos realiza de manera conjunta con Marruecos y otras naciones hasta el próximo 18 de este mes de junio.
En principio, España no se sumó a la African Lion por el anuncio del primer ministro marroquí, Saadeddine El Othmani, de que los ejercicios militares en los que participan 7.800 soldados de un ejército multinacional se iban a realizar también en territorio saharaui. Nunca lo desmintió, pero borró el tuit de su programación, quizás por una llamada de atención desde Estados Unidos.
Son dos resbalones monumentales en una franja de tiempo demasiado corta. Son las pruebas que Estados Unidos necesitaba para darse cuenta de que Marruecos es un país poco serio y su pérdida de crédito internacional es hoy un lastre para cualquier socio.
Marruecos sigue cosechando palos tras la marcha sobre Ceuta. El anuncio de que España baraja la posibilidad de empezar a pedir visado en las fronteras de Melilla y de la ciudad caballa es un problema añadido para un país devastado por la crisis del coronavirus.
Ya no sólo tiene en su contra a la opinión pública internacional. También va camino de tener en contra a la nacional porque en la zona de Tetuán y Nador la noticia de la intención española de poner fin a los privilegios de la buena vecindad ha debido caer como un cubo de agua fría.
Imagínense lo que representaría para los habitantes de Beni Enzar tener que sacar un visado para poder entrar a trabajar a diario en Melilla. Podría ser la ruina para muchas familias de la zona que venían subsistiendo con trabajos en negro en nuestra ciudad. Pero también es un gasto extra de tiempo y dinero para los trabajadores transfronterizos, los grandes perdedores del cierre de la frontera.
Parafraseando a la embajadora marroquí en España, Karima Benyaich, los países deben saber que sus actos tienen consecuencias. He aquí el efecto colateral de creer que España iba a seguir haciendo la vista gorda con los constantes desplantes de Rabat.
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