La hipoteca media firmada en agosto en Melilla supera los 170.000 euros, frente a los 82.000 euros de Murcia o los 160.000 euros de Cataluña. Somos la tercera autonomía con los precios más altos sólo por detrás de Baleares y Madrid.
Aún así, si te lo puedes permitir, en esta ciudad, en el día a día, sale más económico pagar la letra mensual de un préstamo hipotecario que un alquiler. Esto parece Manhattan, de caros que están los pisos. No te encuentras un alquiler medianamente decente para una familia tipo, de cuatro miembros, por menos de 600 euros al mes. Por ese mismo precio tienes un dúplex de tres o cuatro habitaciones en un campo de golf en Murcia.
Al hilo del boom inmobiliario que vive Melilla, hace unos días un empresario melillense alertaba en Twitter del peligro de desarraigo que está detrás del hecho de que familias de Melilla estén poniendo su casa en venta para pasarse al alquiler, aprovechando la subida de los precios del mercado inmobiliario.
Evidentemente vender la casa en propiedad para vivir de alquiler puede aliviar los gastos fijos anuales porque aunque pagues más de renta que de hipoteca al mes, ser propietario acarrea gastos como el seguro de hogar o el IBI, que aquí en Melilla son para echarse a correr.
Sin embargo, desprenderse de una casa en propiedad trae como consecuencia la ruptura del cordón umbilical con Melilla y en estos momentos podría responder además a la inestabilidad política y a la amenaza constante de Marruecos. La hipoteca no te obliga a vivir en una ciudad, pero sí te obliga a pensártelo dos veces antes de hacer las maletas.
De alguna manera, si vendes el nido, estás renunciando a echar raíces o abres la puerta a levantar el vuelo. ¿Por qué está pasando esto? No descubro nada nuevo si digo que los jóvenes de Melilla tienen difícil a día de hoy hacer planes de futuro en esta ciudad.
Melilla es un lugar amable para criar niños, pero una vez que los hijos crecen la ciudad tiene muy poco que ofrecerles más allá de ponerlos a elegir entre el trabajo precario o prepararse unas oposiciones. Esto es como un matrimonio en el que todo va bien, pero falla la atracción.
Lo del mercado inmobiliario en Melilla es difícil de explicar fuera de Melilla. Aquí te venden una casa en ruinas para echarla abajo en un barrio de esos a los que hay que entrar santiguados y con un spray anti-violadores en el bolso y encima te lo promocionan como "chalet a la venta en el centro de Melilla".
Los anuncios de casas en esta ciudad me recuerdan mucho a la web cubana Revolico, de compra-venta de segunda mano, en la que un armario que en cualquier momento se desploma, te lo venden en la sección de antigüedades.
Estamos viviendo en Melilla un boom inmobiliario que asusta. No es que la gente se aproveche. Esto es la ley de mercado: poca oferta y mucha demanda, lo que como es natural se traduce en precios por las nubes y con previsión de seguir subiendo.
No es de extrañar entonces que pueblos del interior de Málaga como Sierra de Yeguas o Fuente de Piedra se llenen de melillenses que ante la imposibilidad de invertir en su ciudad, por una tercera parte de lo que cuesta un tugurio en Melilla se compran un dúplex en una urbanización con piscina en la Comarca de Antequera.
Y a eso hay que ponerle remedio por el bien de la españolidad de esta tierra. Si todos nos vamos, después no lloren.
La solución, en mi opinión, pasa en primer lugar por habilitar más suelo para construir viviendas libres, permitiendo a los empresarios levantar todas las alturas que les permita el terreno. ¿Dónde? Donde quiera que haya una parcela que no esté protegida. Hay pocas, pero hay.
Entiendo que plantear como solución más ladrillo desentona con la filosofía verde de la Unión Europea, pero aquí, señores, faltan viviendas y la gente se está yendo. Por tanto hay que buscar un equilibrio entre el medio ambiente y el crecimiento poblacional. Habrá que utilizar materiales menos contaminantes o empezar a construir adaptándonos al ecosistema. Algo hay que hacer y tiene que ser ya.
Está bien promocionar la construcción de viviendas de protección oficial, pero todo no puede ser para las personas de bajos ingresos. Aquí hay gente con dinero que se lo está llevando fuera de Melilla porque la oferta es limitadísima y los precios, desorbitados. Hay que equilibrar la balanza. Ni todo para los ricos, ni todo para los pobres.
Pero sobre todo hay que buscar alternativas para que nuestros hijos quieran quedarse en Melilla y encuentren aquí la posibilidad de crecer profesionalmente y formar una familia sin tener que forrarse el abdomen con fardos de hachís.
La droga no puede ser la solución. No lo es y son muchos los jóvenes melillenses que terminan en la cárcel porque en su infinita ignorancia creen que el escáner del aeropuerto no funciona.
Por eso es tan importante empezar a mover los hilos para cambiar las cosas. No podemos permitirnos vivir en una ciudad cara y vieja, que ahuyenta a los jóvenes y a la gente con talento.
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