Editorial

Melilla necesita mayor control vial

El pasado domingo se encendieron todas las alarmas cuando trascendió el atropello de otro ciclista en Melilla en menos de un mes. Afortunadamente, en este caso no ha habido que lamentar daños de consideración que sí se dieron, sin embargo, en el que ocurrió casi a comienzos de julio. El guardia civil arrollado entonces continúa en el Hospital Torrecárdenas de Almería recuperándose de sus graves fracturas y ha sido intervenido quirúrgicamente en varias ocasiones.

Circular en bicicleta por la ciudad se está convirtiendo en un deporte de riesgo. Miembros de Melilla con Bici con los que hemos hablado en estos días dejaban de manifiesto su preocupación; es más, alguno de sus integrantes incluso se ha replanteado la situación y ha decidido no salir más por las calles melillenses: para practicar ciclismo ha optado por salir a Marruecos.

Y llegados a este punto habría que preguntarse, ¿qué está pasando para que la bicicleta tenga tanto riesgo? Y lo es precisamente cuando más atención se presta a ese tipo de circulación, cuando más se recomienda y mejor se entiende que es un elemento importante para la preservación del medio ambiente.

Melilla no renuncia a ser una ciudad agresiva al volante. Muchas de las personas que vienen de fuera alertan de lo “mal” que se conduce, de la velocidad que se alcanza en un lugar tan pequeño y del poco respeto que hay por las señales de tráfico. Quizás es algo que nos deberíamos mirar para sacar conclusiones y aprender de los errores.

Es imprescindible que todos estemos en el mismo barco. Hace falta mayor control en las carreteras porque todo no pueden ser cuatro radares distribuidos en otras tantas vías. Hay que atacar el problema de raíz y si son necesarias las sanciones, que se aumenten. No vale con tres multas por estacionar en doble fila, hay que ir al abuso en la velocidad teniendo como tenemos límites tan precisos según la vía de que se trate.

También hay que concienciar, empezar la educación vial desde pequeños, enseñar a los niños el respeto a las normas y conseguir así adultos que practiquen una conducción amable, lejos de la violencia que vemos al volante cada día, sobre todo los peatones, muchas veces los más perjudicados por esa conducción tan poco compasiva con el de al lado.

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