La Plataforma de Empresarios, que en 2018 sacó a miles de melillenses a la calle con una pancarta muy criticada en su momento, en la que advertían de que nuestra ciudad se estaba muriendo, ya no tiene razón de ser y no, precisamente, porque las cosas hayan mejorado en la esfera económica, sino porque quienes la organizaron hoy están donde debían estar desde hace dos años: al frente de la Confederación de Empresarios (CEME).
Ahora tienen ante sí, un reto de una magnitud brutal. Si hace dos años estábamos mal, ahora ni te cuento. Su futuro dependerá de lo que decidan hacer para reivindicar el derecho de los empresarios de Melilla a competir en igualdad de condiciones que el resto de emprendedores de este país. Ya no se trata de regularizar el funcionamiento de la frontera, sino de abrirla. El problema hoy no es que no dejen sacar más que una bolsa de la compra por Beni Enzar. En estos momentos hablamos de que nadie entra o sale de Melilla por esas puertas que se concibieron para comunicarnos con Marruecos.
Corren tiempos difíciles en todo el país. El coronavirus ha venido a darnos el tiro de gracia, cuando parecía que España levantaba la cabeza y las familias volvían a tener confianza para consumir y endeudarse. Pero la Covid-19 y el pánico colectivo han, por un lado, acabado con muchos empleos y por otro, vaciado terrazas, restaurantes, tiendas, cines y teatros.
Si España ha necesitado un Plan Marshall europeo, Melilla y Ceuta necesitan un Plan Marshall español. Nuestra presencia en el norte de África no tiene sentido en la indigencia. Estos enclaves son estratégicos, a nivel geopolítico y a nivel emocional son profundamente españoles. Ceder ante la presión de Marruecos, es regalarles este trozo de país que es nuestro.
Quienes hoy lideran la patronal melillense tienen que digerir ahora la victoria, remangarse y ponerse a trabajar. Ellos han liderado un movimiento (la plataforma de empresarios) que demostró al poder político que tiene que caminar de la mano de los emprendedores porque cuando al pequeño y mediano comercio le va bien, nos va bien a todos.
Hoy nos quejamos de que Marruecos nos asfixia, pero se nos olvida que fuimos nosotros, desde Melilla, los que les servimos en bandeja de plata el mapa con el itinerario a seguir. Intentamos reorganizar la frontera a fuerza de maltratar a los visitantes. Los empresarios fueron los primeros en levantar la voz, pero a día de hoy, el daño ya está hecho.
Quienes montaron y lideraron esa plataforma de empresarios que desaparecerá el próximo 30 de agosto hoy controlan las esferas sociales y religiosas de esta ciudad. Por una parte han conseguido la Presidencia de la CEME. Por otra, la Presidencia de la Comisión Islámica, que ha ganado Abdeselam Mohamed, un empresario del Polígono Industrial SEPE, que consiguió lo que nadie había conseguido hasta entonces: unir a los pequeños comerciantes de los alrededores de la frontera, sacarlos a la calle y hacerle la guerra a la Delegación del Gobierno y a la Ciudad Autónoma.
De la misma manera que en algún momento le disputó el nombre a la Asociación de Comerciantes de Enrique Alcoba, Abdeselam Mohamed luego fue capaz de integrarse en su proyecto reivindicativo. Es un hombre que, de tonto no tiene un pelo y que sabe coser y remendar lo que se tercie.
La mezcla de intereses económicos y religiosos es cuanto menos llamativa. En sus manos está ahora el control de las 13 mezquitas de la ciudad y la necesidad de unir bajo una única voz al batiburrillo de asociaciones musulmanas.
Otros lo han intentado y les han hecho la guerra desde dentro de la propia CIM. Hay que tener, cintura y Abdeselam Mohamed la tiene, pero, sobre todo, hay que tener apoyos. Él parece que los tiene. Ahora vamos a ver si es capaz de guiar, a nivel espiritual, con la misma fuerza con que lo hizo a nivel empresarial.
En principio lo tiene ahora más fácil con el tripartito, pero eso no quiere decir que esto vaya a ser un camino de rosas. No hay peor astilla que la del mismo palo.
Con la disolución de la Plataforma de Empresarios se cierra oficialmente una etapa en Melilla y abre otra. La falta de sintonía con el grueso de la patronal fue un pecado que pagó caro el ejecutivo del expresidente Imbroda. Se equivocaron al pensar que lo que había funcionado siempre y era evidente que ya no funcionaba era la mejor solución posible. Y no era así. Sólo consiguieron exacerbar los ánimos negando lo que todos teníamos delante de nuestras narices: Melilla se moría y ellos no se daban por enterados.
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