Melilla se sitúa de nuevo como la región más inflacionista de España con un IPC acumulado en 2023 del 5,3%, muy por encima del resto de las comunidades autónomas salvo Ceuta, que con algo más de un 4% se sitúa en segundo lugar. Es decir, nuestra ciudad se convierte en una de las más caras del país con una subida en la alimentación por encima del 12%, dato especialmente negativo de cara a las familias, que a duras penas llegan ya a final de mes.
Cierto es que en septiembre el IPC se incrementó solo en un 0,2% en la ciudad pero el porcentaje en estos nueve meses del año es insostenible porque implica que ir al mercado o el consumo en general se convierte en una losa difícil de llevar sobre los hombros de los melillenses, una población que, al mismo tiempo, además, está en lo más alto en los índices de desempleo. Recuérdese que en septiembre perdieron su puesto de trabajo 472 ciudadanos.
El problema es que abaratar los precios es tarea muy difícil de acometer y mucho más de solucionar. El líder de los empresarios locales, Enrique Alcoba, pedía de nuevo ayer que se bonifique el transporte de mercancías, algo que forma parte de la lógica si hablamos de controlar los costes del consumo. Debería hacerse, al menos, para algo tan imprescindible y elemental como es la alimentación, cuyos precios no paran de crecer con una inflación que no baja de los dos dígitos.
Y es que forma parte de la lógica pensar que si suben los carburantes, lo hará también el transporte, sin contar con la carestía que traen ya de por sí las mercancías. De ahí la necesidad imperiosa de que el Gobierno nacional tome nota y en cuanto sea posible se ponga manos a la obra para ayudar a los melillenses a soportar la carestía de la vida, que ha subido, es cierto, en prácticamente toda España, aunque no se llegue al acumulado del 5,3% de Melilla.
Los sindicatos tienen también su propia fórmula para explicar el porqué de la subida de precios. Echan la culpa a los distribuidores y acusan a las franquicias de vender aquí a los mismos precios que en la península, a pesar de las ventajas fiscales que esas empresas tienen en la ciudad y que en modo alguno están repercutiendo en sus productos.
El caso es que los melillenses siguen siendo los más castigados por el IPC y nada hace augurar que la escalada haya tocado techo, a juzgar por los análisis que hacen los expertos en la materia.
Entre tanto, continuamos discutiendo sobre el sistema de bonificación a la Seguridad Social que puede estar frenando el empleo, vemos que la aduana comercial no tiene viso alguno de abrir y dar un respiro con la llegada de pescados, frutas y verduras marroquíes que alivien los bolsillos, y que la economía todavía no remonta.
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