Los melillenses pagamos entre 6 y 4 veces menos por estudiar en la Escuela Oficial de Idiomas que los madrileños, que tienen que abonar 269 euros al año.
Sin embargo, en la capital de España se consigue un B1, indispensable para cursar un máster en universidades públicas del país, en un solo curso mientras que en Melilla se exigen dos años para obtener el mismo certificado.
Es difícil entender que ésto esté ocurriendo en un mismo país. Si bien los alumnos de Melilla logran el certificado a un precio más asequible, están en desventaja con los madrileños, que en un año pueden hacerse con un diploma insustituible para continuar los estudios superiores o graduarse y que, además, es el más valorado en caso de presentarse a oposiciones.
Otras de las diferencias está en la forma de evaluar. En Melilla se exige aprobar todas las destrezas de un idioma con un mínimo de 15 puntos. En Madrid, este curso han cambiado y con un 13 en una de ellas, se pasa de curso porque lo que cuenta es la media.
No sólo nos cuesta el doble de tiempo sino que además nuestro título es más riguroso. Eso debería constar en el certificado del B1, pero no consta, lo que significa que el B1 conseguido en una Escuela Oficial de Idiomas de Madrid es exactamente idéntico al obtenido en Melilla.
En mi opinión, sería justo que nuestra ciudad adoptara la flexibilidad de la capital para que los alumnos locales puedan competir en igualdad de condiciones.
Hasta hace unos años, los idiomas sólo eran un hobby. Actualmente te piden un B1 de inglés hasta para ser camarera en un bar de copas del Levante español.
Los hispanohablantes nos estamos dejando la vida para aprender idiomas. En cambio, en Estados Unidos son minoría los alumnos que aprenden una segunda lengua. La suya es la que manda.
Los alemanes saben que es prácticamente improbable viajar al Caribe o a Sudamérica y que les atiendan en su idioma. Así que la inmensa mayoría de ellos habla inglés. Pero no de ahora. Llevan años exigiéndolo y enseñándolo en sus escuelas.
En España, hasta que estalló la crisis nadie le daba mayor importancia a los idiomas. Ahora hay una especie de histeria colectiva entre los universitarios. Quienes quieren seguir estudiando un máster tienen que acreditar un nivel medio de un segundo idioma a la fuerza.
En cambio te encuentras que un chaval de instituto tiene un B1 de inglés y no habla ni la mitad que un alumno que haya cursado el intermedio I de la Escuela de Idiomas de Melilla. Otra injusticia.
Porque al final, todos queremos los certificados para lo mismo. Así que un B1 debería servir de aval de determinadas destrezas se tenga la edad que se tenga porque en las oposiciones no tienen en cuenta quién lo habla y quién no. Se fían del diploma.
Hay que ver lo mucho que nos cuesta a unos estudiar un máster y lo fácil que lo consiguen otros. Cristina Cifuentes, Pablo Casado y ahora la ministra de Sanidad, Carmen Montón, se sacaron un máster de aquella manera (no digo que sea ni buena ni mala, sino distinta) cuando eran simples parlamentarios.
De momento se ha destapado el tinglado en la Juan Carlos I, pero ¿de verdad alguien se cree que esto no ocurre en otras universidades y con políticos de otro rango?
Un usuario de Twitter llamaba la atención sobre el escrutinio al que se están sometiendo los másteres de los políticos y bromeaba con la pregunta ¿qué pasará cuando se revise el nivel alto de inglés?
No recuerdo cuántos años llevamos en Melilla a la espera de empezar el curso en la nueva Escuela de Idiomas. El instituto Leopoldo Queipo tiene unas instalaciones amplias y luminosas, pero le falla la acústica y la calefacción. Ahí en invierno hace un frío polar.
Aspirar a mejorar la enseñanza de idiomas en Melilla es una quimera teniendo en cuenta cómo están las aulas de abarrotadas en Primaria. Este año ha mejorado “la cosa”, pero no es suficiente.
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