HOY es Domingo de Resurrección. El significado de la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret para un cristiano es el de la victoria del hombre sobre la muerte y el de la restauración de la vida. Hasta este momento, todo era funesto y sin esperanza. Tras la resurrección de Jesús de entre los muertos sabemos que la muerte no es el final del camino y sabemos que después de esta vida hay una vida sin penas ni tristezas, ciudad de eternidad.
Esta restauración de la vida y este recomenzar con renovados bríos nos invita a formular nuevos propósitos para el futuro sobre la base de la recapitulación y el análisis de lo realizado en el pasado, especialmente en el pasado inmediato, el del último año.
El pasado año comenzó con el anuncio del Presidente del Gobierno, el Sr. Sánchez, de que se proponía conducir a nuestra nación, con la ayuda de los Partidos que respaldasen su investidura, por la senda de una agenda progresista, ecologista y feminista. No mencionó el detalle, nada irrelevante, de que a estas orientaciones se les unirían las de narcisista, pro-chavista y paleo-comunista.
Casi a renglón seguido, nos enfrascamos todos en la lucha contra la dichosa pandemia. A decir del Gobierno, de carácter global, afectando a todos los países por igual, aunque el balance de resultados a final de año se mostraba manifiestamente desfavorable para nuestro país en términos sanitarios, económicos y sociales, en relación con los países de nuestro entorno.
Durante el año, de entre todos los Partidos con vocación de redentores de nuestro sistema político, que, al parecer, han recibido la misión sagrada de destruir el bipartidismo y regenerar la vida política, Ciudadanos es el que ha alcanzado las mayores cotas de visibilidad ante la opinión pública, pero no precisamente por su eficacia en regenerar la vida política, sino más bien por todo lo contrario.
A las continuas discrepancias públicas del Sr. Aguado, Vicepresidente de Ciudadanos de la Comunidad de Madrid, con su Presidenta, la Sra. Díaz Ayuso, con quien mantenía un pacto de legislatura para gobernar en coalición, se le ha venido a añadir de manera sorpresiva la presentación de una moción de censura con el PSOE en Murcia contra el propio Gobierno del que formaban parte con el Partido Popular, como consecuencia de un pacto de legislatura semejante al de Madrid. El pretexto utilizado por Ciudadanos era el de la presunta corrupción del Partido Popular en Murcia, sin que existiera un solo caso de denuncia o investigación orientado a cargo alguno de dicha formación. El que sí estaba y está investigado por presunta prevaricación administrativa era y es el Secretario General del PSOE en dicha región con el que pretendían llevar adelante su moción de censura, que, finalmente se vio malograda. Pura coherencia ¿no??
El caso de Melilla fue, ciertamente, más grave, ya que el pacto alcanzado por parte del único Diputado de Ciudadanos para instalarse en el Gobierno de la ciudad no fue con un investigado, sino que fue directamente con un condenado por un delito grave en democracia como es el de alterar la definición de la voluntad popular en las urnas mediante manipulaciones de los votos de personas en situación de vulnerabilidad laboral a cambio de promesas de puestos de trabajo si ganaban las elecciones. El Sr. Aberchán ya estaba condenado por estos hechos, si bien a la espera de la resolución de un recurso interpuesto por éste ante el Tribunal Supremo que se resolvió de manera desfavorable para el recurrente, ratificando la condena previamente impuesta. Ello no supuso obstáculo alguno para Ciudadanos ni para el PSOE, claro que éste también tenía un ex Secretario General condenado en la misma causa y por los mismos motivos.
Pero curiosamente, no ha sido ésta la razón para la expulsión del Sr. De Castro del Partido al cual pertenecía, Ciudadanos, sino que, al parecer, lo ha sido el haber ocultado que se encontraba inmerso en una investigación judicial por la gestión de la asignación del servicio de grúa de la Ciudad.
En fin, expulsión del Partido algo menos de dos años después de llegar al Gobierno de la ciudad mediante pacto con un Partido presidido por un condenado que, a su vez, era Diputado, condición a la que ha tenido que renunciar como consecuencia de la confirmación de su condena, sin haber renunciado a la de ejercer la Presidencia de su Partido, continuando, de esta manera, interviniendo en la acción política en la ciudad, a pesar de estar inhabilitado para ocupar cargo público.
Hasta tal punto ha continuado interviniendo en la acción política en la ciudad el Sr. Aberchán que en una de sus últimas ruedas de prensa, concedida en la sede de su Partido, ha manifestado públicamente que desde su abandono forzoso del acta de Diputado en la Asamblea, se encuentra negociando con el PSOE local la revisión de la estructura completa del Gobierno y la distribución de responsabilidades entre consejerías sin contar para ello con el Presidente de la ciudad “como es lógico”, según expresión del propio Sr. Aberchán.
La última ha sido la convocatoria de un Consejo de Gobierno extraordinario por vía telemática, convocado por el Presidente, ha propuesta de Coalición por Melilla (por el Sr. Aberchán) con la finalidad de acordar la formulación de una demanda de vacunación masiva para la ciudad al Gobierno Central y buscar una fórmula de celebración de la Procesión del Encuentro para esta mañana de Domingo de Resurrección. Pues bien, los Consejeros socialistas se negaron a asistir porque no reconocen la validez de un Consejo de Gobierno telemático. No objetaron a las conclusiones que pudieran alcanzarse, no. Simplemente no acudieron a la llamada del Presidente de su Gobierno. ¿Se lo imaginan?
Desde la llegada al Gobierno de la Ciudad Autónoma del Gobierno Tripartito, en junio de 2019, ninguno de los problemas que tenía la ciudad ha experimentado mejoría alguna. Si acaso todos han empeorado. Claro que siempre se puede echar la culpa de todo a la pandemia. Se podría decir que les ha venido la pandemia a ver, porque le pueden echar la culpa de todo o de casi todo. La verdad innegable es que en la disyuntiva de moda entre salud y economía, en Melilla pierden las dos, la salud y la economía.
Y es que cuando los gobernantes viven más pendientes de su propia supervivencia personal o política que de la resolución de los problemas de los administrados, en lugar de proporcionar soluciones a dichos problemas, se convierten en uno más de ellos, si acaso el más grave. Urge, por tanto, abandonar de una vez por todas la utilización de la política para la satisfacción de los proyectos personales de algunos políticos y tomarse a Melilla en serio.
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