El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, revolucionó ayer la ciudad con su visita. Vino horas antes de que se abriera oficialmente la campaña electoral en todo el país y lo que para la oposición local fue una escala ‘in extremis’ para los afiliados y simpatizantes del Partido Popular es una promesa cumplida. El jefe del Ejecutivo central dijo hace 4 años que regresaría a Melilla y así lo ha hecho.
La visita de Rajoy es especial para los melillenses porque llega en un año en el que también han pasado por aquí el líder socialista Pedro Sánchez y Albert Rivera, de Ciudadanos. Nos hacía falta saber que también contamos en la agenda del presidente del Gobierno.
Los políticos españoles han comprendido, para bien, que en estas elecciones el partido se juega en los campos pequeños. Por eso Rajoy se ha planteado una campaña pueblo a pueblo y a pie de calle. Nada de macroactos, nada de intentar llenar una plaza de toros. El 20 de diciembre todos los votos cuentan. Hay demasiado en juego como para presumir de actos mastodónticos.
Sobre todo después de la radiografía publicada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Si ayer hubiera habido elecciones, ningún partido habría conseguido apoyos suficientes para gobernar en solitario.
También queda en mal sitio al presidente del Gobierno, que es de los líderes menos valorados por el electorado, aunque hay que reconocer que ha mejorado respecto a la última encuesta.
Rajoy lo tiene claro. Sabe que tiene mucho que ganar en las distancias cortas y así ha querido mostrarse en Melilla. Cercano, recorriendo la ciudad a pie y apoyando la caminata por el Día de las Personas con Discapacidad. Todo un detalle del presidente.
Pero lo importante es que el jefe del Ejecutivo central ha hablado con Imbroda y se ha comprometido delante de sus votantes a seguir trabajando por mejorar el transporte aéreo de esta ciudad, las cifras del paro y la frontera.
Sabe que queda mucho por hacer y por eso solicitó ayer el apoyo de los suyos para seguir ocupándose de resolver los problemas de Melilla en los próximos 4 años.
La ciudad ya está en campaña. Con la simbólica pegada de carteles de la pasada medianoche, empieza la batalla por convencer, sobre todo, a los indecisos.
El bipartidismo echará el próximo 20 de diciembre un pulso a los partidos emergentes. El miedo al otro no es suficiente. Ahora se trata de hacer creíbles las promesas convirtiéndolas en compromisos.
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