La cabalgata de Carnaval es uno de los momentos del año más deseados por todos los amantes de los atuendos y lo demostraron ayer. Cientos de melillenses acudieron a ver el desfile de otros tantos que lucieron los disfraces que tanto tiempo y esfuerzo les llevaron en las últimas semanas. La comitiva salió desde la avenida de la Democracia, precedida por unos hombrecillos futuristas que lanzaban serpentinas y confeti a todos los curiosos.
Tras ellos, pasearon algunos de los ganadores y participantes de los concursos de disfraces que se celebraron el viernes y ayer en el Teatro Kursaal-Fernando Arrabal. Entre estos se encontraba la pareja formada por La Dama y el Soldado, el robot Carnavaleitor y el pequeño del disfraz De Oca en Oca.
La cabalgata continuó con un tono más exótico gracias a la presencia de animales salvajes hinchables de grandes dimensiones, seguidos de un grupo de egipcias que animaban el ambiente con su danza y precedían una carroza con varios dioses del antiguo Egipto que no dejó a nadie indiferente.
Una especie de meninas de grandes dimesiones, con un vestido blanco y flores, siguieron a paso lento y, tras ellas, una carroza con persojanes sacados del mismísimo cuento de ‘Alicia en el país de las maravillas’ y unos Playmobils gigantes bailaban al ritmo de la música marchosa.
Confeti para todos
El confeti y las serpentinas fueron los otros grandes protagonistas de la noche y más de uno se habrá despertado hoy con algún papelito de color entre el pelo, en la capucha del abrigo o incluso en los bolsillos de la chaqueta.
Sobre esta alfombra de confeti, desfilaron más carrozas que seguían a las primeras, pero también las comparsas de grupos de bailes como el de numerosas cabareteras, que precedían a una carroza del oeste con sus correspondientes vaqueros y cactus.
Uno de los grupos más numerosos fue el de Minions. Pequeños y no tan pequeños lucieron la característica camiseta amarilla y la falda azul de estos personajes animados y mostraron al público una preparada coreografía. A su paso, un grupo de piratas controlaba las calles con su bandera negra y, a su espalda, un grupo de indígenas africanos bailaban danzas tribales envueltos en trajes que simulaban ser de piel de leopardo.
Cerrando la cabalgata, un grupo de jóvenes enfundadas en trajes negros lloraban la muerte de la sardina, cuya estatua era una especie de pescado Frankestein con aletas de cigala.
El entierro de la sardina
En cuanto la cabalgata cruzó la avenida Juan Carlos I y llegó a Plaza España, la carroza de la sardina siguió su camino hasta situarse en la puerta del Palacio de la Asamblea, justo sobre un pequeño montículo de arena para evitar que el líquido inflamable y los restos de la escultura se esparcieran más allá provocando daños.
El espectáculo que montaron las plañideras y los músicos de la marcha fúnebre sacó más de una carcajada a la multitud. Las chicas intercalaban chillidos y llantos exagerados por la sardina con canciones animadas, bailes y congas. Por su parte, los músicos tocaron un repertorio muy variado, desde la misma marcha fúnebre, hasta canciones de rock. La combinación fue explosiva.
La Diosa del Carnaval, Alejandra Miras, llegó al lugar del entierro junto al viceconsejero de Festejos, Paco Díaz. Poco a poco, se acercaron otros cargos públicos de la Ciudad, como la consejera de Cultura, Fadela Mohatar.
Después de esperar cerca de media hora, el ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo, llegó finalmente al encuentro de estas personalidades para participar en el entierro de la sardina. De hecho, fue él mismo quien prendió fuego a la escultura de cartón con una antorcha. El viento dificultó que ardiera, pero finalmente la sardina cedió a las llamas, que posteriormente apagaron los bomberos. Los melillenses abandonaron la plaza pensando ya en los próximos carnavales.
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