Opinión

Melilla, con una diana a la espalda

Marruecos ha comprado a Turquía 12 drones por 30 millones de euros, según publicó recientemente El Español. Ya en abril pasado Defensa.com desveló que el reino aluí tenía previsto gastarse 70 millones en aviones no tripulados armados Bayraktar TB2, de fabricación turca, puestos ya a prueba en las guerras de Siria, Irak, Libia y Azerbaiyán.

Rabat tiene toda la potestad del mundo para armarse hasta los dientes. De hecho, no ha parado de hacerlo en los últimos años. Nosotros deberíamos hacer lo mismo y no obviar que tres de los nuevos drones adquiridos por el país vecino se han ubicado en la base de Monte Arruit para, supuestamente, amenazar a Argelia.

Eso se lo dicen a un periodista de Madrid y se lo traga, pero aquí, en Melilla, sabemos de sobra que Monte Arruit está más cerca de nuestra ciudad que de la frontera con Argelia. Es más, si los hubieran ubicado en Saidía tampoco representarían una gran amenaza para los argelinos, que lo que tienen en esa zona es una posta de mala muerte.

Ni siquiera podrían amenazar a Argelia colocando los drones en Oujda, que tiene a 48 kilómetros el poblado argelino de Maghnia (114.000 habitantes, en 2008). No pueden hacerlo, sencillamente porque los drones de combate que ha comprado Marruecos tienen un alcance máximo de 14 kilómetros. Caerían en mitad de la nada.

De Monte Arruit a la Plaza de España de Melilla hay 37 kilómetros. Con el mapa en la mano salta a la vista que nosotros somos el objetivo a batir. Dormirse en los laureles sería tan peligroso como seguir haciendo concesiones a los separatistas catalanes.

Sin embargo, desde el Ministerio de Defensa han asegurado a El Español que no hay de qué preocuparse. Es normal que digan eso, siempre que no se lo crean. No se puede caer en la tentación de confiar en que Marruecos dé puntadas sin hilo.

Ellos tienen claro su objetivo desde hace años. Soñaban con asfixiar a Melilla y lo han conseguido. Ahora pretenden vendernos la soberanía compartida y acceder a ello sería el paso previo a la anexión.

Menospreciar la magnitud de la amenaza que representa Marruecos para nuestra ciudad es un error histórico que nos puede costar muy caro. En 2018 cuando cerraron la frontera, Sabrina Moh, delegada del Gobierno de España, dijo que no tenía importancia y que no representaba un agujero en nuestras cuentas. Todavía no ha pedido perdón por su alarde de superficialidad.

Después de eso vino el cierre de la frontera (ya llevamos un año y cinco meses de cierre), el fin del comercio atípico, el veto a los puertos españoles durante dos Operaciones Paso del Estrecho consecutivas, la retirada de su embajadora de Madrid y, finalmente, la marcha sobre Ceuta de mayo pasado. Ahora, a esa escalada de tensión suman la compra de drones de combate, colocados a las puertas de nuestra ciudad.

Que un país con tantas necesidades sociales como Marruecos se gaste 3 millones en un dron de combate es una indecencia. Responder a esa amenaza real con frivolidades es igual de indecente.

Si el Gobierno de España lo hace no será porque no se le haya advertido del peligro. El Instituto Español de Estudios Estratégicos, que es un centro de investigación y pensamiento del Ministerio de Defensa, tiene calado a Marruecos como una de las principales amenazas a la seguridad nacional de nuestro país.

¿Qué respuesta hemos dado para pararle los pies a Rabat? Ninguna. Todo lo contrario, la paralización de la implementación del Plan Estratégico que tenía el ministro Miquel Iceta para Melilla y Ceuta es la prueba fehaciente de que el Gobierno de Pedro Sánchez y Podemos no va a echarle un pulso a nuestros vecinos por dos enclaves que les descuadran las cuentas.

Demuestra, además, la poca influencia que tienen nuestros políticos en Madrid. La destitución de Ábalos, muy conectado con el PSOE local, nos sitúa en una posición de debilidad. Si antes no nos oían, ahora menos. Y digo que no nos oían porque si nos hubieran oído no nos habrían dejado a merced del contrato marítimo más miserable de la historia reciente de Melilla.

Tragamos con eso y ahora estamos tragando con la paralización del Plan Estratégico. A dos años de las elecciones, lo único que puede poner el tripartito sobre la mesa es el levantamiento de la estatua de Franco. A nivel económico no han dado un palo al agua. A nivel sanitario, tampoco. Y a nivel administrativo, han hecho bueno a Imbroda. Han engordado la Ciudad con cargos públicos a los que no se les exigen resultados, sino lealtad.

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