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Melilla cumple con la tradición y recuerda a sus personalidades en los Fieles Difuntos

Las primeras autoridades colocaron coronas de flores en los sepulcros de personas que marcaron el siglo XX en la ciudad, desde el presidente de la Junta de Arbitrios, Cándido Lobera hasta el primer alcalde democrático Rafael Ginel. Las primeras autoridades de Melilla cumplieron ayer con la tradición en el Día de los Fieles Difuntos, recordando y homenajeando como dijo el presidente de la Ciudad, Juan José Imbroda, “a todos los que contribuyeron a la Melilla actual, a todos los que trabajaron por y para Melilla”. El formato del homenaje ha sido el mismo que el del año pasado, más reducido. De la treintena de coronas que la Ciudad Autónoma encarga, únicamente se colocaron por parte de los miembros de la Asamblea, once. El resto fueron los funcionarios los encargados de colocar las coronas floreadas en tumbas y nichos, como es el caso del llamado ‘soldadito de los milagros’.
La comitiva, formada por el equipo de Gobierno de la Ciudad, los diputados de la oposición y como invitados el delegado del Gobierno en Melilla, Abdelmalik El Barkani, el comandante general de la plaza, Álvaro de la Peña Cuesta, y el vicario episcopal, Roberto Rojo, comenzaron el recorrido en la tumba del primer alcalde de la época democrática, Rafael Ginel Cañamaque.

Recuerdo a personalidades
En el homenaje también se recordó a otros alcaldes como Antonio Díez Martín, entre los años 1931 y 1936, cuya corona fue depositada por los diputados del PSOE, Gregorio Escobar y Dionisio Muñoz. Otras de las coronas depositadas por los miembros de la Asamblea fueron en recuerdo de las víctimas del Polvorín de 1928, las del depósito de agua en 1997 y las del accidente aéreo de 1998. También se homenajeó a personas que murieron en accidentes laborales, como el caso de José Romero Girado, fallecido en julio de 1978, en cuyo sepulcro, como cada año, su madre aguardaba para saludar a los representantes de la Asamblea.
Igualmente, se rindió homenaje a los que perdieron la vida por salvar a los demás, como el caso de Francisco Gil Castro, fallecido en 1982 ahogado, intentando salvar a varios bañistas. No faltaron las paradas obligatorias ante los restos de personas enterradas en el cementerio viejo de la ciudad y a los que dieron su vida por la Patria y murieron en las campañas del norte de África, que descansan en el Panteón de los Héroes.
El nicho del guardia civil melillense Antonio Molina, quien murió en un atentado de ETA en Madrid en 2002, también recibió su corona de flores al igual  que el sepulcro en recuerdo al actor César Jiménez. Su hermano Amalio estaba allí y aprovechó la ocasión para saludar a las autoridades locales. Tras el responso oficiado por el vicario episcopal, Roberto Rojo, el presidente de la Ciudad, Juan José Imbroda, se dirigió a los medios de comunicación para elogiar a “aquellos melillenses que hicieron de Melilla lo que hoy es”. “Todos ellos merecen nuestro recuerdo, respeto y consideración. Es obligatorio estar aquí, además de ser una vocación, porque aquí yace un siglo de historia de Melilla”, finalizó Imbroda.

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