Opinión

Melilla, con horarios de la España vaciada

En más de una ocasión he escuchado a comerciantes y hosteleros de Melilla quejarse porque no venden o porque venden poco. Y no mienten. Aparte de la crisis que golpeó en los primeros tiempos de la pandemia del coronavirus a todo el sector Servicios en nuestro país hay que añadir los horarios que tenemos en esta ciudad. Son horarios de la España vaciada.

Sin ánimo de ofender, creo que para vender, hay que empezar por abrir. Si usted no levanta la persiana, no vende. Pero también es importante adaptarse, en la medida de lo posible, al horario y costumbres de los consumidores.

Si a alguien se le ocurre salir de compras pasadas las ocho de la noche en Melilla, se encontrará muchos comercios cerrados. Entiendo que cierran porque no hay clientes y porque si eres autónomo y llevas abierto desde las 10:00 de la mañana, cierras al mediodía para comer y luego reabres de 17:00 a 20:00 horas, ya has echado una jornada laboral de ocho horas.

El problema es que los consumidores vinculados al mercado laboral tenemos esos mismos horarios en nuestros respectivos trabajos y al llegar el fin de semana nos encontramos que ya desde el viernes hay comercios cerrados en la ciudad. Algunos por motivos culturales, algo legítimo y respetable, pero hay otros que se apuntan a todas las fiestas habidas y por haber. Están para fiesta en todos los cumpleaños y algunos, con la mano estirada a la espera de ayudas públicas.

Antiguamente y me refiero a la era anterior al cierre de la frontera en marzo de 2020, te encontrabas la ciudad desierta desde el viernes por la tarde hasta el lunes en la mañana. En aquella época, la excusa era que como todo el mundo se iba de fin de semana a Marruecos, a los empresarios no les salía rentable levantar la persiana para hacer gastos de luz, agua, aire acondicionado...

Pues bien, esa excusa ya no encaja en este puzzle. La frontera está cerrada, los horarios del barco no invitan a viajar continuamente a la península y al final somos muchos los que apenas salimos de la ciudad y nos encontramos con comercios cerrados o por la crisis crónica que padece esta ciudad o por los horarios que adopta el sector. Eso hace que un domingo tengamos una oferta limitada en la hostelería y que si no hemos reservado en un restaurante, optemos por quedarnos en casa. El primer fin de semana cuesta hacerse a la idea de comer un domingo en casa, pero luego notas que tus aptitudes culinarias van a más y al final no sales por temor a encontrarlo todo o cerrado o lleno.

Aquí pasa algo que no digo que no pase en otro punto de España, digo solamente que yo sólo he visto fuera de aquí en los polígonos industriales: restaurantes cerrados por descanso en domingo. Oiga, si usted cierra el día que libramos todos, entonces no se queje de que no vende.

Vuelvo y repito, para vender hay que abrir. No estoy pidiendo jornadas de funerarias ni que la gente abra las 24 horas. Sólo pido flexibilidad. El consumo está desbocado en todas partes. ¿Qué pasa en Melilla? Entre las obras que no nos dejan aparcar y los horarios, se desincentivan las compras.

No mentimos si decimos que somos una ciudad pequeña, con horarios como los que tienen los pequeños pueblos de la España vaciada. Sin embargo, en el punto en el que estamos sería prudente e incluso recomendable adaptar los horarios del comercio y la hostelería a los potenciales consumidores que tenemos en Melilla.

Porque esto es como la pescadilla que se muerde la cola: si usted, por poner un ejemplo, va a una librería local un miércoles a las 20:41 horas y se la encuentra cerrada, pues la siguiente vez que necesita un libro lo pide por Amazon y que llegue cuando tenga que llegar; que ese es otro tema que nos afecta a todos.

¿Cómo es posible que tengamos conexión directa con la península a diario y que aquí los envíos tarden más de una semana en llegar cuando en determinados pueblos de la España vaciada tardan como mucho 48 horas?

¿Es que somos un escalón inferior a la España vaciada? En la península, si vives en una ciudad, los pedidos de Amazon llegan en menos de 24 horas. Si vives en un pueblo de interior de Málaga, tardan 48 horas. Bueno, la tranquilidad se paga con la escasez de servicios. Pero en nuestro caso, ¿cómo es posible que un envío a Melilla pueda tardar 15 días?

Eso no por no hablar de las compras que se hacen por Internet desde Melilla y que antes de recogerlas en Correos hay que, primero, pagar el DUA. Dan ganas de no comprar. Supuestamente esta medida se tomó para proteger al comercio local, pero oiga, si estoy comprando un instrumento musical que ni se hace, ni se fabrica ni se vende en Melilla y me lo mandan de Alemania, por qué pese a que en Melilla no hay IVA sino IPSI me cuesta lo mismo (un euro arriba o uno abajo) que en la península pero con el agravante de que tengo que ir a recoger el paquete a Correos, comerme una cola, pasar por una agencia de Aduanas, pagar el DUA... En fin, la ruta del bacalao antes de tener el instrumento en las manos.

Y si toca devolverlo, mejor hacerse el harakiri. Si te compras un vestido por Internet y cuando te llega te aprieta más que el forro de una morcilla, es mejor que te prepares la Africana. Cuesta menos perder peso que intentar devolverlo.

Todo esto, señores, tiene que cambiar. No podemos normalizar lo que no es normal ni puede serlo. Al menos no en el siglo XXI.

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