Editorial

Melilla, ciudad cultural

En una sociedad mundial aturdida por el conflicto en Gaza, con los precios por las nubes por la guerra de Ucrania, que ha provocado un alza en el combustible que repercute directamente en los productos que llegan a Europa –y, más aún, a Melilla, adonde hay que embarcarlos desde la península en otro barco– y con España dividida a causa de la reciente nueva investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, la cultura es, sin duda, un salvavidas al que los ciudadanos pueden agarrarse en tiempos de zozobra como el que vivimos.

Melilla dio este sábado una buena muestra de ello con una apreciable cantidad de eventos de tipo cultural que, sin duda, contribuyeron a levantar el ánimo de quien se sintiera taciturno, compungido o falto de esperanza.

Es cierto que la cultura como tal –al menos, para quien es un mero espectador– no da de comer, pero sí que ayuda a, aunque sea por un momento, dejar de pensar en todas las calamidades que existen a nivel mundial y en los problemas propios de nuestro país o ciudad.

Y el sábado fue un día muy propicio en este campo. Aprovechando la festividad de Santa Cecilia, patrona de los músicos, la Agrupación del Cautivo organizó una verbena en el Patio del Cura que contó con la participación del muy conocido Ballet Colores.

También hubo un concierto a las ocho de la tarde en la Consejería de Cultura aprovechando este día.

A las siete y a las ocho y media, la sala de ensayos ‘Fando y Lis’ acogió, por segundo día consecutivo, ‘Perdidos’, un trabajo que la asociación Nana ha desarrollado durante diez años con los niños y niñas que se encuentran tutelados por la Ciudad Autónoma. La intención de este espectáculo es que el público participe y reflexione sobre cuestiones universales. También hace un recorrido “muy emocional” por algunas de las injusticias sociales que más afectan directamente a los niños.

Finalmente, el plato fuerte de la jornada estuvo en la Plaza de las Culturas. Allí se congregaron cientos de personas para disfrutar de un pequeño Bollywood con manualidades, artesanía, comida, música y, en definitiva, un gran espectáculo con tradiciones, música y gastronomía, en este caso, de la comunidad hindú.

Era el Diwali, la entrada del año nuevo hindú y una de las noches más significativas y alegres del año y que se enfoca en la necesidad del hombre de avanzar hacia la luz de la verdad.

El hecho de que en Melilla coexistan varias comunidades religiosas amplía el valor cultural de la ciudad y esto es algo que la consejera del área, Fadela Mohatar, tiene siempre en cuenta.

Ahora cabe esperar que Melilla continúe por esta senda, que tan bien contribuye al desarrollo espiritual del pueblo.

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