Opinión

Melilla, ciudad autónoma, ¿para qué?

Hace ya muchos años que algunos políticos -allá lejos, en Madrid y sin intervención de los melillenses- decidieron por nosotros después de muchos desencuentros previos que nos iban a convertir en ciudad autónoma. Algo que no estaba previsto en la Constitución del 78 cuya disposición Transitoria 5ª disponía que ambas ciudades podrían constituirse en comunidades autónomas, que no es lo mismo. Y la triste realidad es que no somos más que un simple Ayuntamiento y poco más como han puesto “negro sobre blanco” los Tribunales en recientes Sentencias.

Después de 27 años de “autonomía”, sigo pensando que fue una mala decisión dejar de ser provincia de Málaga, de la que formábamos parte hasta 1995, aun habiéndonos dejado fuera de la Junta Preautonómica de Andalucía en el 1978 por mero interés del PSOE para hacerse con la Presidencia de la misma. Podíamos haber seguido así, salvo que para “cerrar” el mapa autonómico que estableció el art. 137 de la Constitución y evitar que fuéramos un verso suelto dentro de la organización administrativa del Estado y, para ello, crearon la figura de ciudad autónoma que no está prevista en la Constitución y, a mi juicio, nuestra pretendida “autonomía” no es más que una falacia.

Lo cierto y verdad es que de las competencias que nos otorga el Estatuto de Ciudad Autónoma en el art. 21 la mitad de ellas o no se ejercitan o no tienen alcance real alguno y siempre se ejercerán en los términos que establezca la legislación general del Estado en el ejercicio de la potestad normativa reglamentaria. Y lo triste es que la más importante de todas no se ha ejercitado en 27 años. Me refiero a la del art. 12.1 b), donde se le atribuye a la Ciudad la facultad de ejercer la iniciativa legislativa en los términos previstos en el art. 13 de los Estatutos y ratificada en el art. 26 y que permite proponer al Gobierno la adopción de las medidas necesarias para modificar las leyes y disposiciones generales. Veintisiete años dan para mucho, salvo en Melilla, que no se ha hecho nada al respecto que yo sepa.

La función más importante de una Comunidad Autónoma es la gestión de los recursos propios -naturales y financieros- de su territorio y la capacidad ejecutiva y legislativa. Unas veces en materias exclusivas (servicios sociales, agricultura y ganadería, pesca interior, industria, comercio, turismo, juventud o deportes), otras para la puesta en marcha de esta legislación estatal (medioambiente, política económica, protección de los consumidores, educación, asistencia sanitaria o salud pública) o la ejecución de la legislación aprobada en exclusiva por el Estado, sobre todo, el caso de empleo y formación profesional. Y pregunto ¿están los políticos melillenses preparados para asumir esas mismas competencias? De entrada, no tenemos recursos naturales ni financieros que llevarnos a la boca, a lo que habría que añadir la escasa -si no, pésima- capacidad de gestión de un simple Ayuntamiento con mucho presupuesto no ejecutado y la nula visión de futuro que han venido demostrando los políticos en los últimos años.

Cuando éramos provincia de Málaga -mucho antes de pasar a la categoría de ciudad autónoma- ya teníamos nuestras propias especifidades fiscales en cuanto a bonificaciones en los impuestos directos o indirectos no cedidos por el Estado a la CCAA, éramos territorio franco a efectos aduaneros y contábamos con recursos añadidos a los propios de cualquier otro pueblo o ciudad (el antiguo arbitrio devenido en el actual IPSI), incluso antes de que se nos concediera el estatuto de municipio, allá por los años 30.

A algunos políticos y algún que otro habitual tertuliano les parecerá una aberración o un dislate, pero yo me plantearía incardinar a las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla en la organización territorial, administrativa y política de la Junta de Andalucía. Volvería a ser una especie de nuestra hermana mayor, como lo era hasta el año 1995, pues ambas ciudades han estado unidas a Andalucía por razones históricas, culturales, geográficas y administrativas y aún hoy seguimos dependiendo eclesiástica, aduanera, tributaria, universitaria y judicialmente de instituciones u órganos administrativos radicados en Andalucía. Y todo ello, sin tener que perder las escasas capacidades que tenemos otorgadas por el Estatuto de Autonomía actual y que pueden equipararse a las de una Diputación provincial lo que encajaría perfectamente en el art. 141.2, el 137 y la propia Disposición Transitoria 5ª de nuestra Constitución. Si no es así, que me corrija algún experto constitucionalista.

Mi propuesta no es por razones sentimentales, culturales o históricas, que también. Nadie tiene que sentirse andaluz si no quiere. Puedes seguir sintiéndote melillense, catalán, cubano, bereber o rifeño antes que andaluz como tantos otros habitantes de Andalucía o de cualquier otra comunidad autónoma de nacimiento que disfrutan y tienen la suerte de vivir en Andalucía. O bien, ser como los gaditanos que nacen donde quieren…y se sienten más gaditanos que nadie, aunque no hayan nacido en Cádiz. Aquí no pedimos ocho apellidos a nadie para ser melillense. En Andalucía, tampoco. Lo importante es saber de dónde eres, lo que eres y sentir a tu ciudad y trabajar por su futuro y el de nuestros hijos. El hecho de incorporarnos a la estructura territorial de Andalucía, por tanto, es una cuestión práctica y sin que por ello tengamos que perder nuestra identidad y nuestros privilegios.

Yo me lo pensaría detenidamente antes de seguir con la “tabarra” de ampliar las competencias actuales o convertirnos en una comunidad autónoma uniprovincial con un solo y simple municipio que, a fin de cuentas, es lo que realmente somos. La pregunta es: ¿querrán los políticos melillenses plantearlo perdiendo -o mejorando incluso- sus prebendas “autonómicas” y dejar de codearse con otros presidentes de comunidades y pasar de consejeros o diputados a “simples” concejales?

Y, otra: ¿querrán o podrían los andaluces acogernos en su estructura administrativa y política? El actual Gobierno de Andalucía hace ya tres años nos ofreció la cobertura de sus instituciones, su colaboración y su cariño y que por diferencias políticas con los partidos del Gobierno de nuestra Ciudad se ha quedado aparcado (“papel mojado” lo llamó el presidente De Castro) sin pasar de las palabras a los hechos, cosa que en Ceuta han superado poniendo en marcha muchas de sus posibilidades. Nuestros hermanos “caballas” siempre van un paso por delante.

Me temo que estamos -y seguiremos estando- como siempre por culpa de los políticos que anteponen sus propios intereses partidistas antes que los de los ciudadanos a los que representan. No podemos esperar más tiempo sin que haya un acuerdo de ciudad entre todos los políticos – no sólo lo locales- y comiencen a tomar decisiones y ponerlas en marcha para tener un futuro en nuestra querida Melilla.

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