Cuando en 1997 publicó su primer gran éxito, ‘La princesa de Éboli’, Almudena de Arteaga (Madrid, 1967) decidió dejar aparcada la redacción de las demandas judiciales a las que se dedicaba entonces para adentrarse en la novela histórica. La autora visita hoy Melilla en el marco de las jornadas culturales del Club Marítimo, en las que presentará su libro ‘Por amor al emperador’, a las 20:00 horas.
–Son las mujeres las que cuentan la historia de Carlos V.
–Yo ya había escrito ‘La vida privada del emperador’. Siempre escribo a través de las mujeres que han estado en la sombra de la vida de los grandes hombres de nuestra Historia. Sin ellas, probablemente hubieran hecho otras cosas. Sin duda, les apoyaron. En la vida de Carlos V, él siempre es el sol y el resto de personajes son satélites. En esta novela es al revés. En el libro aparecen 17 mujeres, que han sido el sol en cada momento de su vida. Y él reacciona de cierta manera posiblemente porque tuvo a esa mujer a su lado. Una madre totalmente ausente, Juana ‘La Loca’, a la que conoció de verdad cuando llegó a España con 17 años. La madre tremendamente presente que fue su tía Margarita, hermana de su padre, que es bastante desconocida, y que escogió a sus profesores para adoctrinarlo y que se empeñó en que aprendiese español, sin conseguirlo demasiado. Cuando llega a España, a pesar de que habla cuatro idiomas, no domina el español. Sigo con sus hermanas: Leonor, que llegó a ser reina de Francia y de Portugal. También hablo de su mujer, Isabel de Portugal, y de sus amantes: Germana de Foix y Bárbara Blomberg, que fue la madre del gran Juan de Austria. Hablo de lo que marcaron cada una en su vida. Son mujeres apasionantes y a la vez muy diferentes.
–Pero se le tachó de misógino.
–Hay muchos historiadores que lo hacen pero no es verdad. Carlos tenía un imperio grande y solo confiaba en las mujeres de su familia y tuvo que recurrir a ellas. Casi todas eran gobernadoras de aquellos territorios a los que él no alcanzaba. Por ejemplo, su tía Margarita dirigió los Países Bajos. Su propia mujer, a la que pierde tan pronto, fue gobernadora de España cuando él estuvo ausente. Estamos hablando de principios del siglo XVI y que una mujer fuera gobernadora de un país era una cosa extrañísima. Y también sus hermanas gobernaron otros territorios porque no confiaba en otros hombres. Cada una habla en primera persona. Es una manera diferente de contar la historia de Carlos V. El sol es la mujer que tiene a su lado en cada momento y él es el satélite. Me apasiona la historia pero intento ser divulgativa en mis libros.Quiero que la gente se divierta aprendiendo Historia sin darse cuenta. No es fácil.
–¿Cuál fue la mujer más importante? ¿O cada una lo fue en su momento?
–Cada una lo fue en su momento. Siempre hablamos de Isabel pero también fueron importantes sus hijas. Juana llegó a querer ser la primera mujer jesuíta del mundo. Y no lo logró pero fue gobernadora de España. En su vejez, su última amante, Bárbara Blomberg, que tiene 19 o 20 años, y él es ya es un anciano para la época, con cincuenta y tantos, fue su hálito de juventud. Tuvo varias amantes y fueron muy importantes pero quiero dejar claro que no las tuvo durante su matrimonio. Él tenía asesores pero necesita a las mujeres en su vida. Nada de misógino; si odias o no crees capaces a las mujeres, no les das el gobierno de un país.
–¿Cómo las trató él?
–La historia no la podemos analizar con los ojos de hoy en día. Las utilizaba como parte de un imperio. Se lo enseñó una mujer, su tía Margarita. Con Isabel hay que tener niños; a sus hermanas hay que casarlas bien para llegar a alianzas; a sus amantes las tenía más bien de divertimento. Utiliza a las mujeres pero ellas le quieren. Su hermana Leonor, a la que primero casa con un viejo, que es el rey de Portugal, y luego con el de Francia, que era su eterno enemigo, cuando se queda viuda, vuelve corriendo hacia él. Tenían devoción por él, que a su vez las necesitaba.
–¿Cuánto tiempo ha tardado en documentar el libro?
–Lo tenía bastante documentado porque ya había tratado su parte de juventud. En mis libros siempre viene bibliografía al final y los archivos que he consultado. Es la lucha entre los novelistas y ensayistas: te dicen que se te olvidó tal fecha o tal lugar. Pero si metemos todo, conseguimos que a la quinta página, el que quiere aprender Historia divirtiéndose, cierre el libro y no siga. Es un andamiaje perfectamente formado aunque hay veces en las que fallamos porque no es fácil. Con ‘La vida privada del emperador’ fueron dos años de documentación. Ahora en realidad son veinte años dedicada a la literatura y 22 libros publicados. No puedo datar la documentación porque vas picoteando de todo lo que vas descubriendo y vas almacenando. Desde hace veinte años que escribí ‘La princesa de Éboli’ y dejé de redactar demandas porque soy abogada de profesión, siempre he intentado ser divulgativa. Cuando la escribí, apenas había un par de ensayos. Y después de esa novela todo el mundo conoce su historia y han hecho varias películas y se han escrito varios libros. Abrí una brecha aunque no me creo la propietaria exclusiva de un personaje histórico. Normalmente escribo en primera persona porque acerca ese personaje al lector. Y luego intento meterle mucha pasión y vestirme con su piel. Estas mujeres hablan en primera persona y muchas están enfadadas con él.
–Es su segundo libro sobre Carlos V. ¿Por qué ese interés ?
–El primer libro vino por un encargo. Pero probablemente sea porque me di cuenta de que me estaba dejando en el tintero a muchas mujeres interesantes.
–¿Cómo ha cambiado desde que escribió ‘La princesa de Éboli’?
–Sigo teniendo inseguridades y creo que es bueno. Hay que intentar mejorar y no creerte que ya lo has logrado todo. Aunque ahora tengo más experiencia y mucha más práctica. El oficio de escritor es mucha práctica.
–¿Cuál es el próximo libro?
–Tengo una novela entregada aunque probablemente no salga hasta septiembre. No tengo prisa. Ya le estoy dando vueltas a la siguiente.
–¿Aparece Melilla en alguna de sus historias?
–Aparece en la que tengo entregada. Transcurre en 1947 en la época del Protectorado y no puedo revelar más. Trata de una espía al final de la segunda Guerra Mundial acaba en la costa norte de África y se va moviendo. Es una novela histórica policiaca. A Melilla la tengo en mi cajón de las ideas. Tengo pendiente la vida de mi bisabuelo, que le acaban de poner el nombre de conde del Serrallo a una calle. Pero sería una novela de mucha guerra porque en esa época, de mediados del XIX, había mucho conflicto en Melilla. Tengo que buscar una mujer a su alrededor que me apasione para que hable.
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