Melilla sobrevivió ayer el segundo terremoto más fuerte de su historia. El movimiento sísmico, de 6.3 grados en la escala de Richter, en el Mar de Alborán, frente a las costas de Alhucemas, liberó una cantidad de energía equivalente a 20.000 toneladas de TNT, según explicaron expertos del Colegio Oficial de Geólogos.
A las 5:22 horas de la madrugada de ayer, los melillenses nos despertamos sobresaltados con un temblor que superó la potencia del seísmo que destruyó la ciudad de Lorca en 2011.
En Melilla hemos tenido muchísima suerte, si es que sufrir un sismo de esa magnitud puede considerarse como un golpe de suerte. Al cierre de esta edición se contabilizaban 26 heridos leves, once familias desalojadas de sus casas y numerosos daños materiales. Entre ellos, los que afectan a dos de nuestros edificios más emblemáticos: el Palacio de la Asamblea, que perderá uno de sus torreones, y la iglesia de la Castrense.
Desde el Instituto Geográfico Nacional confirmaron a El Faro que, tras detectar el terremoto en aguas del Mar Alborán, Francia tomó la decisión de decretar la alerta por riesgo de tsunami. Sin embargo, nuestro país entendió que no era necesario. Como en muchas otras cosas, los europeos deberíamos ponernos de acuerdo también en los protocolos de emergencia.
Pese a los tiempos tan convulsos que vivimos, los políticos aparcaron sus diferencias y mostraron todos su solidaridad para con Melilla. El Rey, Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría, Pedro Sánchez, Patxi López... Todos tenían los ojos puestos en la ciudad. El Ministerio del Interior envió ayer mismo a dos representantes que recorrieron las zonas afectadas por la sacudida.
En Melilla, antes de las seis de la mañana, apenas 20 minutos después del terremoto, la Consejería de Seguridad Ciudadana y la Delegación del Gobierno ya evaluaban los daños y estudiaban cómo reaccionar ante un susto tan brutal.
Cientos de melillenses se pusieron a salvo en Los Pinos de Rostrogordo, demostrando que saben cómo reaccionar ante un temblor de semejante magnitud.
De hecho, muchos rehusaron ayer regresar a sus casas y prefirieron pasar la noche al raso en Las Palmeras y Constitución.
Hoy los colegios e institutos volverán a abrir sus puertas, tras cerrar ayer por precaución. Ahora toca evaluar los daños y pasar página. Lo peor parece haber pasado.