Son las grandes olvidadas. La sociedad juzga y los vecinos protestan pero pocas veces alguien se detiene a escucharlas. Melilla Acoge es el único colectivo de la ciudad que trabaja con las mujeres que se dedican a la prostitución. Desde el año 2002, desarrollan diferentes programas para atender sus necesidades, sobre todo las de las que hacen la calle. El colectivo calcula que alrededor de 1.000 personas se dedican a este oficio en nuestra población, incluyendo también a las que ejercen en clubes y en casas particulares.
“Cuando empezamos a trabajar con las mujeres que ejercían en la calle, nos centramos en las necesidades que nos presentaban. En un principio, les ofrecíamos preservativos gratuitamente”, según recuerda la responsable del área de Salud de Melilla Acoge, María Jesús Martín Collantes.
El programa se ha desarrollado durante años gracias a un convenio con la Ciudad Autónoma. Pero desde hace cinco, ya no cuentan con esta subvención del Gobierno local y Melilla Acoge asegura que les es muy difícil continuar atendiendo a las prostitutas pero han seguido asesorándolas a pesar de las dificultades para no abandonarlas a su suerte.
En lo que va de año, han atendido a 250 prostitutas en la ciudad. La mayoría de ellas ofrece sus servicios en el barrio del Real, aunque también hay prostitución de calle en Cabrerizas, zona centro y el Industrial.
Problemas por las noches
Los vecinos del Real llevan años protestando por las meretrices que ejercen en sus calles, tanto por el día como por las noches. María Jesús Martín reconoce que esto supone un gran problema para el barrio y es comprensible el malestar, sobre todo frente a la prostitución nocturna, que acarrea otros perjuicios asociados como escándalos y disputas por parte de clientes borrachos.
En el caso de la prostitución de día, el problema fundamental es que está a la vista de los niños. “Algunos servicios se han llegado a hacer en los portales. Los vecinos se quejan con razón”, reconoce la responsable del área de Salud de Melilla Acoge.
Pero, ¿qué soluciones pueden plantearse al problema? Martín Collantes se muestra muy escéptica. “La Ciudad parece que no quiere trabajar en este tema”, asegura. A Melilla Acoge se le planteó que las prostitutas se desplazaran a otros barrios más alejados de la ciudad como el del aeropuerto y el polígono. “Pero no podemos obligarles a irse a zonas apartadas. Tienen miedo porque han sufrido agresiones físicas, hasta en el Real”, apunta.
“No se puede poner allí una patrulla de la policía. No es coherente”, concreta. Y es que la prostitución se mueve en el limbo de la alegalidad.
Por el momento, Melilla Acoge se centra en ayudarlas a ellas aunque la ONG lamenta que es difícil porque no cuentan con los recursos económicos ni de personal suficientes. María Jesús Ruiz indica que cuando comenzaron a trabajar percibieron que había muchas mujeres que no utilizaban métodos de protección para evitar enfermedades de transmisión sexual. “Ahora hay mucha más prevención. Se han concienciado”, subraya.
Además del reparto de preservativos, les han proporcionado atención sanitaria a lo largo de estos años y han desarrollado diferentes talleres con ellas: sobre enfermedades de transmisión sexual, de alfabetización de español, de cocina, de peluquería y de manualidades, entre otros. “Hemos trabajado también la autoestima y el empoderamiento. Muchas tienen problemas psicológicos”, concluye.
“La prostitución de Melilla es muy diferente a la de la península”, asegura la responsable del área de Salud de Melilla Acoge, María Jesús Martín Collantes. Aunque la mayoría de las mujeres que ejercen tienen entre 18 y 35 años, las hay también de hasta 60 años. Desde 2002, la ONG solo ha atendido a dos personas de nacionalidad española. “Casi el 100% son de Marruecos”, indica, aclarando que no solo proceden de la zona del Rif, sino que también vienen incluso de Rabat y Casablanca. “Están en chilaba en las esquinas. Si no lo sabes, no las reconoces como prostitutas”, apunta.
Martín Collantes detalla que hay un doble perfil: la que pasa la frontera por la mañana y regresa al mediodía y la que viene por la tarde para ejercer durante la noche. La miseria y situaciones personales complicadas están detrás de muchas de ellas: hay viudas, divorciadas, con hijos a cargo y procedentes de familias sin medios.
“Muchísimas nos plantean que quieren dejarlo”, asegura, aunque reconoce que les es difícil salir de esa situación. “Pero algunas se han casado y han rehecho su vida”, indica. En estos casos y si han tenido hijos, pueden llevarlos a un programa de refuerzo escolar que desarrolla Melilla Acoge.
El colectivo también llegó a un acuerdo con un laboratorio para realizar analíticas para detectar enfermedades como el sida, la sífilis y la gonorrea. Antes, cuando contaban con la ayuda de la Ciudad, se hacían unas 150 al año aunque ahora estarán en una veintena. “A pesar de lo que se piensa, ha habido muy pocos casos de VIH”, asegura.
En cuanto a los clientes, señala que muchos vienen de Marruecos pero los hay de Melilla y también de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
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