Recuerdo y reivindicación son los dos pilares en los que se asienta la exposición sobre el Holocausto que acoge durante todo este mes de febrero el Museo Etnográfico de las Culturas Amazigh, Sefardí y Gitana de Melilla, y que es una de las pocas sobre la barbarie nazi que se han organizado hasta ahora en España en un museo.
La asociación Mem Guímel, dedicada a la difusión de la cultura judía-sefardí en Melilla desde hace más de tres lustros, se dio cuenta de ello cuando, a finales del año pasado, comenzó a vislumbrar la posibilidad de organizar esta muestra gracias a la donación de objetos originales de supervivientes de diferentes campos de concentración.
El apoyo de la Ciudad Autónoma ha permitido culminar este “sueño cumplido” para Mordejay Guahnich, presidente de Mem Guímel y de la comunidad hebrea de Melilla, que es la más antigua de España y una de las más importantes al haber ejercido como puente para el retorno a la península de los judíos expulsados al Norte de África.
En declaraciones a EFE, Guahnich explica que, con esta muestra, querían ir un poco más allá de las actividades que se suelen realizar en Melilla para conmemorar el Día del Holocausto cada 27 de enero, habitualmente una conferencia monotemática y un solemne encendido de velas, que tampoco han faltado este año.
Buscaban, sobre todo, honrar la memoria de los fallecidos y supervivientes, y también de los “Justos entre las Naciones”, que son aquellas personas que arriesgaron sus vidas por salvar a los judíos y a quienes sufrieron “una barbarie nazi originada por un antisemitismo que ha mutado a lo largo de los siglos y que hoy en día sigue muy presente”.
Ello, pese al “negacionismo, cada día más en auge”, contra el que también pretenden luchar en esta exposición temporal, que en los pocos días que lleva abierta ha despertado un importante interés no solo en Melilla, sino también fuera de ella, con solicitudes de acogerla en otros puntos de España, como Almería y Cádiz.
La frase “Holocausto, ¡mentira!” de algunos pasquines expuestos en las vitrinas del museo chirría al contemplar, justo al lado, la ficha de Isidoro Israel Cohen, un judío de Melilla que estudiaba Medicina en Francia cuando en abril de 1944 fue trasladado al campo de concentración de Dachau, donde murió con 28 años.
Es la única víctima melillense del Holocausto de la que, por ahora, hay datos, aunque su caso se está investigando, como la identidad del prisionero al que perteneció el uniforme blanco con rayas azules que también se puede ver en la exposición, y que aún conserva un triángulo rojo cosido sobre otro blanco y el número 185032 impreso a la altura del corazón.
“A mí, personalmente, este traje a rayas me llama mucho la atención. Creo que es lo más representativo”, reconoce Mordejay Guahnich, convencido de que un recorrido por la sala permite “ver, tocar, y apreciar que esto ocurrió, y no hace tanto”, aunque lamenta que “la Humanidad no ha aprendido”.
Entre el medio centenar de objetos expuestos, Guahnich destaca otros como los brazaletes, las diferentes estrellas con la palabra “Jude” en el centro, y una docena de elementos de la División Azul, como una cajita de cerillas con banderas que ha llegado desde Sevilla.
Las vitrinas también permiten ver de cerca monedas y sellos auténticos de guetos, varios libros -entre ellos, un Quijote escrito en yidish, el idioma de los judíos de Alemania-, y los elementos de liturgia de un superviviente que han sido donados por su nieta.
Una funda de un violín representa a otro judío que logró salir con vida de alguno de los campos de exterminio donde murieron seis millones de personas durante el Holocausto, y de los que se exponen varios sellos de caucho con los que se registraban los expedientes del horror en aquella época, comprendida entre la invasión alemana en 1941 y el final de la guerra en 1945.
La “frialdad” de la burocracia es una de las cosas que más han impactado a Francisco José Vivar, uno de los melillenses que ya han pasado por la exposición, que, todavía con gesto reflexivo, agrega: “Eso me hace pensar que era un mecanismo muy cruel y estandarizado, como si no sintieran lo que estaban haciendo. Me descorazona”.
Antes de marcharse, el hombre aprovecha para animar a todo el mundo a que acuda al museo, “sobre todo los jóvenes”, y argumenta su petición al recordar que “esto es un problema nuestro, nuestra esencia como seres humanos. Tenemos que reflexionar sobre ello, y cuando antes se empiece, mejor”.
El presidente de Mem Guímel coincide en que esta muestra es necesaria y “más idónea que nunca” hoy en día en una ciudad como Melilla, cuya convivencia intercultural se ha resentido desde octubre del año pasado, tras el inicio de la guerra en Gaza, que ha derivado en algunos momentos de tensión que han requerido, incluso, protección policial para la comunidad judía.
Por eso, Guahnich no oculta su satisfacción por la buena acogida que está teniendo esta exposición, que “ha sido una forma de quitarse esa chaqueta y decir ‘voy a ir hacia otra línea. Esto no es lo que algunos creen y no puede volver a pasar’”.
Ya pensando en la muestra que le gustaría hacer el próximo año con más tiempo e información, el presidente de Mem Guímel opta por la esperanza y rescata una frase que leyó hace poco: “Los nazis querían que los judíos estuviéramos en museos. Hoy los judíos estamos presentes y los nazis aquí, en el museo”.
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