Son las palabras de una menor contra su supuesto agresor, quien alega que sólo le tocó el hombro.
Acudió a la papelería de su barrio con objeto de hacer unas fotocopias de un libro de música y mientras la máquina hacía su trabajo el dependiente del establecimiento le sujetó bruscamente los brazos y le tocó el pecho. “No hice nada, me quedé paralizada”, dijo ayer una adolescente ante el tribunal durante el juicio contra su supuesto agresor, un ciudadano de origen marroquí. Ahora la joven tiene 14 años, pero los hechos ocurrieron en febrero de 2011, cuando sólo contaba con 12 años. El acusado, S.E.B., negó los hechos y aseguró que únicamente le tocó el hombro con el ánimo de tranquilizarla porque la joven estaba nerviosa por un examen que tenía.
El propietario de la tienda de papelería y material escolar, que había ido a tomar un café, no sospechó nada de lo que había pasado y volvió en el momento en el que la niña se disponía a pagar las fotocopias y marcharse. Otra dependienta que se encontraba en el establecimiento en ese momento había subido al almacén “para coger plastilina” y bajó sin haber visto “nada sospechoso”.
El comportamiento de la niña al salir de la tienda fue “normal” en todo momento, según el acusado. Ésta se fue a su casa y se encontró con su padre, quien ayer aseguró ante el tribunal que llegó llorando, pero no fue capaz de contarle lo que había pasado y acudió a su hermana. A ella sí le contó lo que había pasado en la papelería cuando había ido a hacer unas fotocopias.
El enfrentamiento
Los hermanos supuestamente llamaron a la Policía y acudieron la tienda para pedir explicaciones a S.E.B., quien negó todos los hechos. Uno de los jóvenes llegó al lugar alterado y, según la versión de su propia hermana, “amenazó, empujó y agarró por el cuello” al acusado en la puerta de la papelería. Él también compartió ayer el banquillo de los acusados por una falta de lesiones.
La dependienta aseguró que no había visto nada de lo contado por la menor y el acusado porque se encontraba en el almacén y tuvo conocimiento del suceso cuando los hermanos de la joven llegaron a la tienda a pedirle explicaciones a su compañero de trabajo. Dijo también que el hermano empujó a S.E.B. y a ella misma durante la discusión, pero negó haber visto ninguna agresión física “sólo verbal” y aseguró que la niña le dijo en ese momento que le había tocado el hombro.
Los propietarios del negocio, un matrimonio melillense, explicaron que nunca habían tenido ningún problema con su empleado en los seis años que estuvo trabajando para ellos. El acusado es paisano de la madre del dueño del establecimiento. Su abogado defensor recalcó ante el tribunal el hecho de que su cliente no tiene antecedentes penales ni policiales y que después del tiempo pasado y de contar otro trabajo en Marruecos, ayer acudió al juicio. “De haber sido culpable, no habría venido”, aseveró.
El tribunal tendrá que determinar si realmente hubo o no agresión sexual por parte del acusado a la menor. La defensa del acusado aseguró que, a tenor de las contradicciones de los diferentes testimonios, existe “una duda razonable” sobre lo sucedido.La acusación particular y la Fiscalía no lo vieron así. La niña necesitó de tratamiento psicológico por las secuelas que le dejó el supuesto episodio.
Las secuelas
Uno de los agentes de la Policía Nacional, que acudió al lugar de los hechos y tomó declaración a la menor, puntualizó que en el relato de la menor dijo que “consiguió zafarse” del dependiente, pagó las fotocopias y se fue a casa. Sobre la brusquedad con la que el acusado abordó o no a la joven, según el testimonio de ésta, el abogado defensor de S.E.B. aseguró que el parte médico realizado no contemplaba rasguños o golpes en los brazos, por lo que considera que existe una “duda razonable”. La acusación particular y el Ministerio Fiscal no vieron esa duda y destacaron el hecho de que S.M. requirió tratamiento psiquiátrico después de lo sucedido. El padre de la víctima y sus hermanos aseguraron ante el tribunal que la menor “dormía mal, tenía muchas pesadillas” e incluso decía que veía a su agresor “detrás de la puerta o dentro del armario”, explicó el padre.
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