“Me han devuelto la vida. Mi madre se ha reído”. Éstas fueron las palabras que pronunció Hassan Amar tras conocer que la Ciudad Autónoma había decidido aplazar el derribo de su casa que tendría que haberse hecho efectivo ayer, obedeciendo a una sentencia firme dictada por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA). El hombre que el domingo aseguró en declaraciones a El Faro que ni él ni sus hijos saldrían de la casa bajo ningún concepto, respiró tranquilo tras este paro temporal de la ejecución de la sentencia. Junto a él, decenas de vecinos y familiares cantaron y bailaron en la puerta del número 12 de la calle Vista Hermosa, celebrando su ‘pequeña victoria’.
Antes de las nueve de la mañana la calle Vista Hermosa, en el barrio de la Libertad, era ya un hervidero de gente. Más de doscinetas de vecinos permanecían en la calle y en el interior de la casa de Hassan Amar con el firme propósito de evitar el derribo “costase lo que costase”. Las dos entradas a la vía estaban cortadas, por un lado por varios vehículos y por el otro por una pequeña barricada levantada por los propios vecinos con restos de muebles viejos y chatarra. Megáfono en mano la hija del propietario del inmueble que estaba previsto que fuera derribado animaba a sus vecinos con gritos de: “No nos moverán” o “Esta casa es de Hassan”. En el interior de la vivienda, el resto de la familia permanecía atrincherada. Ninguno estaba dispuesto a consentir que los trabajadores municipales llevaran a efecto el derrumbamiento de la casa en la que Hassan vive con sus hijos y su segunda esposa.
En la calle, los vecinos aseguraban que era una injusticia lo que estaba a punto de suceder y que no iban a permitir que el trabajo de toda una vida de “un buen vecino” del barrio se viera reducido a escombros en unos minutos. “Es su casa, no ha hecho daño a nadie y esto no es justo”, insistían los amigos del propietario. Se respiraba una tensa calma. Todos intentaban mantener los nervios bajo control a medida que se acercaban las diez de la mañana, la hora a la que tendría que haber llegado la maquinaria, que bajo la atenta vigilancia de la Policía y dos trabajadores de la Consejería de Fomento, un arquitecto y un aparejador, habría derribado la vivienda. Junto a los vecinos también había numerosas caras conocidas. El secretario general de Juventudes Socialistas, Sergio Martínez, el portavoz de la Comisión Islámica, Samir Mohamed Tieb, el diputado de Coalición por Melilla, Abderrahim Mohamed o la vicesecretaria del PSOE, Nora Hammad, eran algunos de los que estaban allí desde primera hora de la mañana. Algo más tarde apareció la vicesecretaria general de los socialistas locales, Gloria Rojas, y la diputada cepemista, Dunia Almansouri.
Momentos de tensión
La tensión se disparó con la entrada en la calle de dos agentes de Policía Local. Los miembros del Cuerpo de Seguridad llevaban toda la mañana merodeando la zona para vigilar que no se produjera ningún incidente. Alrededor de las 9:30 horas una pareja de policías se acercó hasta el domicilio para llevar a cabo el trámite formal de aviso de abandono del inmueble. En ese momento, la tensión acumulada durante los últimos días se desató. Gran parte de los vecinos que estaban en la calle entraron apresuradamente en la vivienda, que hasta este instante permanecía con la puerta abierta. Antes de que los agentes se acercaran a la casa, la puerta se cerró y los familiares insistieron airadamente en que no les dejarían atravesar el umbral.
El portavoz de la CIM trató de calmar los ánimos y los agentes se apartaron de la multitud para hablar con algunos de los familiares del propietario de la casa y comunicarles que tenían que abandonarla antes de las diez de la mañana. Amar y su familia mostraron su negativa a salir del inmueble y los dos agentes se marcharon.
Fue casi media hora después cuando avisaron al afectado de que en la reunión mantenida en la Consejería de Fomento por los representantes de todos los grupos de la Asamblea se había decidido aplazar el derribo. La alegría fue imposible de contener en ese momento. Cánticos, gritos de ‘Sí se puede’ o ‘El pueblo unido jamás será vencido’ y bailes, incluso sobre el coche de uno de los vecinos, se convirtieron en los protagonistas. Hassan se fundió en un abrazo con sus hermanas e hijos, que lo llevan acompañando desde que recibió la notificación del derribo. El hombre, visiblemente emocionado, aseguró que está dispuesto a llegar hasta donde sea necesario para evitar que tiren la vivienda en la que han crecido sus hijos. Las hermanas aseguraron, al mismo tiempo, que sólo piden que se le dé a Hassan la oportunidad de defenderse. “Acataremos la decisión judicial, pero queremos que mi hermano pueda defender su inocencia”, aseguraron al mismo tiempo que insistían en su españolidad. “Nosotros somos españoles desde que Franco gobernaba este país”.
Las pancartas en apoyo al hombre se quedaron colgando en las ventanas. Hassan y su familia son conscientes de que lo de ayer sólo es ‘una tregua’ y que la lucha por su vivienda aún no ha terminado. El hombre tratará ahora de acudir a los tribunales para intentar que la demolición se paralice de forma definitiva.
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