La irrupción masiva de migrantes irregulares procedentes del África subsahariana ha sido y es un fenómeno que ha repercutido en términos económicos, sociales, políticos y culturales a los estados que acomodan la Unión Europea, UE. Es así, como las naciones más afectadas por este tipo de migración como bien pueden ser Italia, España y Grecia, han solicitado al resto de miembros implementar una política conjunta y proporcionada con la finalidad de solventar la problemática migratoria irregular.
Sin embargo, la cooperación como actividad unilateral, ha resultado ser la herramienta más adecuada, fundamentalmente, la cuestión española para contener y externalizar las inspecciones del movimiento migratorio irregular subsahariano en demarcaciones como la República Islámica de Mauritania, como derivación de un procedimiento de securitización al interior de España en los comienzos del siglo XX.
Inicialmente habría que comenzar exponiendo que el Reino de España se apuntaló a partir de la década de los noventa como un destino atrayente para corrientes migratorias de calado, tanto regulares como irregulares, siendo América Latina y África los puntos preferentes de origen de estas oleadas. Posteriormente, con la acentuación de las salidas migratorias resultantes del África subsahariana, se ocasiona el surgimiento de Mauritania como uno de los lugares originarios de estos flujos que es un factor de inquietud para España. Adicionalmente, los enclaves de Ceuta y Melilla e Islas Canarias, espacios de ultramar situados cerca de África, se convierten en un destino alternativo para los migrantes que no pueden encaminarse a la Península Ibérica.
De esta manera, ambas Ciudades Autónomas tras la recalada de importantes masas migratorias derivadas de África en 1995, levantaron una valla para detener este diseño de migración irregular.
Mientras tanto, Mauritania acomodado en el Noroeste de África, limitando con el Océano Atlántico al Occidente, con Senegal al Suroccidente, con Malí al Oriente y Suroriente, con Argelia al Nororiente y el Sáhara Occidental controlado por Marruecos al Norte y Noroccidente, corresponde a la zona subsahariana y no está descartado de los índices elevados de pobreza y del retroceso estructural que, poco más o menos, tienen en común los estados de esta comarca.
Ni que decir tiene, que en la temática migratoria Mauritania es un destino predominante para los migrantes de poblaciones contiguas como Malí, Gambia, Guinea Bissau y Senegal, así como de paso de los migrantes que intentan alcanzar Europa vía Islas Canarias. Obviamente, los países subsaharianos comparten diversas peculiaridades socioeconómicas, entre las que podrían destacarse que ocupan los últimos puestos del índice de desarrollo humano y las tasas de mortalidad infantil todavía siguen siendo abultadas.
Igualmente, estas tierras se definen porque el 45% de su conjunto poblacional no cuenta con el acceso apropiado al agua potable, más el 63% carece de saneamiento básico y el 32% arrastra malnutrición.
Asimismo, la amplia mayoría se encuentran emplazados en el top 50 de estados distinguidos como deleznables, e incluso algunos contemplados como fallidos. Y como no podía ser de otro modo, desde el 2001 Mauritania se reconoce entre el elenco de estados fuertemente empobrecidos.
Como efecto llamada de los diversos niveles de pobreza que se producen en África subsahariana, los migrantes intuyen distintos destinos en el instante de trasladarse hacia las posibles sociedades de recalada.
Primero, hay que referirse a los flujos que pretenden ser demandantes de asilo en el país de recepción y así convertirse en refugiados. Dichos enjambres vienen primordialmente de Burundi, Sudán, República Democrática del Congo, Liberia, Somalia, República Centroafricana y Togo.
Segundo, en atención a los desplazados internos que determinan moverse hacia otras franjas, producto de conflictos o desastres naturales que se ocasionan en el continente africano. Cabe indicar que estos desplazados acostumbran a movilizarse más intercontinentalmente que extra continentalmente.
Y tercero, los inmigrantes como mano de obra barata, tanto los cualificados como no cualificados que se lanzan a la desesperada para obtener alguna retribución y remitirla como remesas a sus familiares. Este es el argumento específico de los migrantes originarios del África subsahariana que en la actualidad están o tantean encaminarse hacia Europa.
En otras palabras: ante la nula capacidad de gobernabilidad que adquieren los estados subsaharianos y que perjudican copiosamente a los ámbitos sociales, políticos y económicos, los migrantes apuestan por desplazarse hacia otros sectores por influencias variadas pero comunes en todo el contorno.
"Mauritania, es un socio de referencia para España por su extraordinaria cooperación en el campo migratorio y su entorno estratégico, que le faculta ser un aliado clave en seguridad y en la lucha contra el terrorismo"
Fijémonos en la panorámica concreta de Mauritania, al estar dispuesta en el Noreste de África y tener como límite en el Oeste al Océano Atlántico, comprende dos ciudades costeras significativas tanto en el componente económico como migratorio. Me refiero a las localidades de Nuakchot y Nuadibú.
En nuestros días, ambas se han convertido en los puertos migratorios del África subsahariana de los distintos prototipos de migrantes. Llámense los mauritanos que desean alcanzar los litorales europeos, o los migrantes establecidos en Mauritania y los migrantes de otras patrias que están intermitentemente por Mauritania, porque su verdadero propósito es desembocar en Europa.
Hoy por hoy, nadie duda que existe un interés por parte del gobierno español en esta zona, como consecuencia de la cantidad de recursos que se atinan tanto en el Sáhara Occidental como en las costas marítimas en torno a las Islas Canarias. La presencia presumible de bolsas de petróleo en aguas marinas entre el archipiélago canario y el litoral de Marruecos, hacen que el petróleo y las características de los territorios no autónomos no pasen inadvertidos.
Indistintamente, la fuerte dependencia española del fosfato originario de Marruecos y el Sáhara Occidental en base al 90%, evidencia una envergadura geopolítica de peso, más allá de la ramificación migratoria, o de Mauritania y su proximidad con el Sáhara Occidental para España.
Yuxtapuesto a lo fundamentado precedentemente, el índice de crecimiento de la migración subsahariana hacia otras circunscripciones de la aldea global ha venido agrandándose en los últimos tiempos, habiendo lógicas bien razonadas para entender que esta predisposición se precipitará dramáticamente: África subsahariana es calificada como la región latentemente de mayor manifestación migratoria hacia la UE, en contraste con cualquier otra región.
En paralelo, España se ha traducido en una meta bastante llamativa para los migrantes subsaharianos que se marchan en la búsqueda de mejores condiciones económicas. Además, muchos de estos inmigrantes se han hecho con puestos laborales de baja cualificación que les permite conseguir asignaciones superiores que en su país de origen. Pero al ser esta migración altamente vulnerable, irregular e intensiva y con una cultura plenamente distinta a la de la comunidad de destino, emerge la racialización como alguien que recibe un trato favorable o discriminatorio en base a la categoría racial que se le atribuye, estableciéndose todo tipo de prejuicios que supeditan la actuación de los migrantes en la comunidad de destino, sin inmiscuir que se reproducen episodios de racismo y xenofobia.
Como resultado de la anomalía del movimiento migratorio, incluso más tarde del establecimiento del migrante, la comunidad subsahariana padece una exclusión tanto social como económica debido a su estatus. Con lo cual, los migrantes irregulares subsaharianos en España no suscriben un contrato de trabajo, carecen de tarjeta sanitaria, se ven forzados a renunciar a su idioma nativo e instruirse en el español, así como a otras particularidades culturales y pautas de conducta.
Históricamente, habría que señalar que los nexos entre Mauritania y España no son demasiado consistentes. Teniendo en cuenta que, como excolonia francesa formó parte del Acuerdo Tripartito de Madrid o la Declaración de Principios firmado el 14/XI/1975, en el que España transfería el control del Sáhara Occidental a Marruecos y Mauritania, éste último desistió a estos derechos en 1979.
La conexión migratoria que comparten es un advenimiento que se ha agudizado por el incremento de la vigilancia fronteriza en el Mar Mediterráneo por la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas, FRONTEX, y los estados magrebíes, causando que la urbe subsahariana migrante reconfigure otros itinerarios de acceso hacia Europa.
Precisamente es en este contexto fluctuante donde aparece Mauritania como uno de los países de tránsito y de los principales trayectos para este contingente migratorio irregular. Dado lo anterior, las cuestiones concernientes con la inmigración han ganado protagonismo en los engranajes hispano-mauritanos desde el año 2000.
El calibre en ampliación que se le ha otorgado a la inmigración en la agenda bilateral, no replica inmediatamente a los mauritanos que se hallan en España, sino al encargo que Mauritania ha ido adoptando de cara a ser un lugar de tránsito de flujos migratorios y derivados de otros territorios de África occidental y subsahariana hacia Europa.
De este modo, España ha vivificado la cooperación con Mauritania, máximamente con el Tratado de Amistad, la alianza de mayor trascendencia en materia migratoria que se haya empeñado.
Por todo lo anterior, España ha entendido que para dirigir adecuadamente la migración irregular, requiere tomar medidas que abarquen más allá de la regulación fronteriza. A la par, su estrategia se ha encaminado a ejecutar encajes estructurales al interior de los estados emisores de migración.
Para ello propuso el Plan África en donde examina y confecciona diversas destrezas para activar un desarrollo al interior de los países africanos. Particularmente, los subsaharianos, ya que intenta favorecer la mejora socioeconómica como táctica para aminorar la migración que aspira a desplazarse hacia Europa, pero poniendo el ojo del huracán en España.
Sobraría mencionar en estas líneas, que España ha ido oscilando a ser un actor receptor de migración tras su entrada en la Comunidad Económica Europea, ante las posibilidades económicas que los migrantes entrevén. Toda vez, que los flujos de migrantes subsaharianos han predominado en analogía con otros, debido a que una proporción destacada efectúa el traslado en condiciones de irregularidad, por lo que el Estado español ha tomado las medidas pertinentes para empequeñecer la cantidad de subsaharianos en su territorio.
Con el paso del tiempo, las negociaciones migratorias con diversos estados subsaharianos han resultado ser un instrumento eficiente para acometer bilateralmente la migración irregular. Y ante los acuerdos y medidas incorporadas para la vigilancia del Mediterráneo, Mauritania se desenvuelve como una zona indispensable para la sujeción de la migración irregular, valorando su importancia como una nueva trayectoria de embocadura a las costas españolas marítimas, siendo diferenciado el caso de las Islas Canarias.
A raíz de la subida de las oleadas irregulares resultantes del África subsahariana hacia España, el país ibérico adopta un procedimiento interno al objeto de fortalecer la participación para el desarrollo como un proyecto de ley.
Al pie de la letra el artículo primero dice que “la cooperación española impulsará procesos de desarrollo que atiendan a la defensa y protección de los derechos humanos y las libertades fundamentales, las necesidades de bienestar económico y social, la sostenibilidad y regeneración del medio ambiente en los países que tienen elevados niveles de pobreza, y en aquellos que se encuentran en transición hacia la plena consolidación de sus instituciones democráticas y su inserción en la economía internacional”.
"Ante la nula capacidad de gobernabilidad que adquieren los estados subsaharianos y que perjudican copiosamente a los ámbitos sociales, políticos y económicos, los migrantes apuestan por desplazarse hacia otros sectores por influencias variadas pero comunes en todo el contorno"
Luego, la cooperación para el desarrollo impulsada por España mirando a terceros estados, ambiciona optimizar las circunstancias internas de los países y reducir la fisura real entre los desarrollados y en vías de desarrollo. Claro, que esta cooperación, valga la redundancia, posee preferencias geográficas que en los últimos trechos se han alterado drásticamente.
Para el instante en que la legislación se sancionó en 1998, instituía como estados prioritarios a sus vecinos continentales, como las regiones del Magreb, Oriente Medio y naciones con las que ha contraído parentescos culturales o históricos. Pero, de modo cada vez más extenso y prolongado, el África subsahariana ha tomado significación para España y su política de cooperación para el desarrollo.
Sin lugar a dudas, Mauritania se ha visto ampliamente favorecida por esta contribución ofrecida por España, ya que es enumerada como país de interés para superponer sus intenciones cooperativas. Los lazos en materia de cooperación se implantan en 1995, pero administrativamente se conforman con el acoplamiento de la Oficina Técnica de Cooperación en 1998, cuyo cometido es proveer y habilitar un entendimiento directo entre las direcciones.
Esta cooperación para el desarrollo comparable a la prescrita con casi todos los estados del continente africano, está encuadrada en la aplicación de las aspiraciones del milenio inspirada por la Organización de las Naciones Unidas.
Desde que España se incrustase a la Declaración del Milenio el 8/IX/2000, los ocho fines sinterizados en la misma, se han convertido en el reflector que ha encauzado la cooperación internacional para el desarrollo.
Y para corresponder con lo preliminar, España ha desplegado diversos proyectos de ejecución siendo los más representativos el Plan África I y Plan África II, respectivamente, donde se ha encargado de vigorizar el apoyo para el auge entre los estados del África subsahariana. Durante los años 2005 y 2008 se materializó el Plan África I que estuvo influido por tres motivos principales. Hay que comenzar refiriendo que aunque en África se constante situaciones exitosas de paz y democracia, todavía quedan muchos retos en el afianzamiento de la misma, tales como la pobreza de gran alcance, la incidencia de los grupos terroristas y la inmigración irregular y, como no, la escasez de servicios ligados a la salud y seguridad.
Segundo, las coyunturas que aparecen en materia económica y política, pero sondeando culminar los desafíos trascendidos en el ayer y los que potencialmente surtirán en un futuro. Y tercero, el vuelco que ha adquirido la política exterior consagrada a estimular la cooperación para el desarrollo.
Así, el Plan África I se encarga de tonificar la labor de las políticas y su repercusión en la sociedad, abriendo las puertas a la concurrencia de sectores sociales descartados de las políticas de los países del África subsahariana, y en la que Mauritania se le clasifica entre los primeros peldaños. A ello hay que añadir, que esta política más que aparejar la fuente de laberintos civiles y étnicos, procura asistencia militar para contrarrestar a los grupos armados, estrechar el tráfico ilegal de armas y la delegación de brigadas civiles para supervisar gestiones electorales o de paz. En su pugna contra la pobreza, el Plan África I se ha distinguido por intensificar el financiamiento y la defensa de los inversores españoles.
A resultas de todo ello, se aborda la salvaguardia de los intereses económicos como mecanismo para acortar la pobreza, pero no se les confiere la debida deferencia a parcelas como la salud, la educación o la sostenibilidad económica y ambiental.
En cuanto al Plan África II, además de acentuar el arraigo de la democracia y la paz y de la seguridad dispuesto en el Plan África I, tiene como propósitos neutralizar la pobreza y reforzar una asociación entre África y España en materia migratoria.
Recuérdese al respecto, que España se encomendó a financiar entidades multilaterales como UNICEF, ACNUR, PNUD y OCHA, junto con organizaciones no gubernamentales de la comarca para impulsar el desarme, la desmovilización y reintegración de los integrantes de grupos criminales, así como la eliminación de minas en áreas puntuales de conflicto.
Del mismo modo, urgió a un compromiso entre instituciones judiciales forjando mejores logros en su lucha contra la corrupción y, finalmente, intervino en la misión electoral tras el golpe de Estado en Mauritania de 2006, dedicando mayor legitimidad a los resultados conseguidos en 2009.
Para lidiar la pobreza en la comarca costera subsahariana, España ha predispuesto la acción pesquera como artificio para salir de ella, principalmente, las subsaharianas en estados con muestras elevadas de indigencia, además de poner a disposición oficinas técnicas de cooperación, siendo Mauritania una de las más socorridas por estos negociados.
Llegados a este punto de la disertación, la cooperación para el desarrollo suscitada por España mirando a Mauritania, comparte intereses económicos como el apoyo de las inversiones privadas en esta zona, como una preocupación por realizar mayores controles en los límites fronterizos subsaharianos que impidan la migración irregular. O lo que es lo mismo, podría reiterarse que con la intervención de España, se persigue que las naciones subsaharianas asuman una doble función en la praxis migratoria.
Primero, de signo interno, en tanto que a través de las políticas tanto económicas, políticas y sociales requeridas en estos programas, se consiga desincentivar el traslado migratorio a otros países; y, segundo, de índole externo, porque Mauritania ha de conservar las costas perfectamente veladas para atajar a las flotas que aspiran a llegar a territorio de ultramar o continental europeo.
En consecuencia, Mauritania, es un socio de referencia para España por su extraordinaria cooperación en el campo migratorio y su entorno estratégico, que le faculta ser un aliado clave en seguridad y en la lucha contra el terrorismo.
Pero ante la sombra de recursos que dedica el desempeño unilateral de España en el Mar Mediterráneo y bilateral junto con naciones africanas en su avance contra la migración irregular, el supuesto resulta ser perceptible: un desenlace conjunto que implique a todos.
Y es que, a lo largo de los años la UE ha querido cristalizar una política uniforme para atenuar las disensiones efectivas entre las políticas migratorias de cada estado, en las que los temas comparativos a inmigración y asilo han quedado comunitarizados. Es decir, se pone sobre la mesa no tanto una política migratoria común, sino las pautas que podrían formalizarse, por lo que las políticas migratorias afines a la inspección y la contención de la migración irregular, siguen estando bajo el paraguas de los gobiernos.
Este es sucintamente el escenario que nos brinda Mauritania, en la que los flujos migratorios son el caballo de batalla que han colisionado en toda una cadena de directivas, y en la que España insta a un nuevo Marco de Asociación que habilite la recuperación de los vasos comunicantes de cooperación y dispense prioridad a competencias globales como la migración, el desarrollo económico sostenible o el cambio climático.
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