Opinión

Más secos que el río de Oro

El Puerto de Melilla cerró el año 2020 con casi un 30% menos de tráfico de mercancías que en 2019. Según datos oficiales, somos la dársena española que menos contendores mueve entre los 28 puertos del país. Estamos, incluso, peor que Vilagarcía de Arousa y Ceuta que, en ese orden, nos acompañan en el furgón de cola nacional.

Para que nos hagamos una idea de hasta dónde llega nuestra crisis, el año pasado movimos 617.816 toneladas de mercancías, frente a los 103,5 millones que movió el Puerto de Algeciras, líder en tráfico de mercancías en España.

Venir a Melilla no le hace camino a nadie, especialmente ahora que Marruecos cerró las fronteras y se cargó el comercio atípico. ¿Quién va a venir a aquí? ¿A qué? ¿Para qué?

Ésas son las preguntas que se hacen los empresarios que durante varias generaciones han vivido del transporte de mercancías portuarias en esta ciudad y que mucho se temen que cuando reabra la verja entrarán marroquíes a mansalva pero nosotros no podremos venderle ni un boli a nuestro vecino.

Estamos muertos y es importante que lo digamos a ver si nuestros políticos despiertan del letargo. Marruecos nos apretó las tuercas todo lo que pudo y más y no hemos visto más que tibieza desde el Gobierno local y nacional. Medias tintas y buenas palabras y así, señores, no se resuelven los problemas.

Rabat movió pieza cuando nos cerró la aduana y vio que en Madrid se lo tomaban con tranquilidad. Por eso siguió apretando y ahora resulta que estamos literalmente asfixiados. “Nos dejaron en calzones”, comenta un empresario melillense.

De aquí, en opinión de los afectados, sólo se puede salir con la intervención del Gobierno de España, pero resulta que no está ni se le espera. Está desaparecido. Es más, nos ha recortado las inversiones por ministerios para este año. Ya estábamos jodidos y nos pisan el cuello.

Pero por motivos desconocidos no vemos que el PSOE de Gloria Rojas se esté partiendo el lomo buscando una salida al problema, aprovechando que su partido gobierna en Madrid. Pero tampoco hemos visto movimientos en CpM para llevar el problema al Congreso, pese a que es un partido que parece crecer en intención de voto en la ciudad.

Los afectados creen que no lo hacen no por mala fe sino sencillamente porque todo esto les viene grande. Los cepemistas no tienen representación en el Congreso, pero cuando han querido mover algún tema en Madrid se han saltado a quien tenían que saltarse hasta conseguir su propósito. ¿Qué pasa ahora?

Seguimos pagando sueldos exageradamente altos a la dirección del Puerto de Melilla pese a que los resultados son pésimos. No es responsabilidad de quien dirige, obviamente. Esto es un problema de Estado. Es España quien debería mover ficha para que Marruecos recapacite. Pero los sueldos siempre deben ir ligados a la productividad. No tiene mucho sentido pagar al presidente de la Autoridad Portuaria de Melilla un salario similar al que cobra la presidenta del Puerto de Cartagena, que es el cuarto que más contenedores mueve en España. Es absurdo.

Los afectados, que los hay, tienen la sensación de que nadie reivindica nada; que nadie pelea por ellos en Madrid. Por menos, la extinta Plataforma de Empresarios le montó una manifestación a Imbroda. ¿Por qué ahora no salen? ¿Es sólo por la Covid?

Está bien apostar por el diálogo, pero hay que marcar los tiempos, hay que ponerse objetivos y plazos. Si no se consiguen, no queda otra que salir a la calle. No podemos seguir fingiendo que aquí no pasa nada. No podemos confiar en que los fondos europeos nos van a sacar del agujero. Ayudarán, sin duda, pero jugamos con desventaja. Ya estábamos mal antes del coronavirus. La pandemia y el puño de hierro de Marruecos nos han dado el tiro de gracia. No nos equivoquemos: hay zombies con más futuro que nosotros. No somos pobres. Somos ‘los pobres’ de España.

Si las flotas pesqueras de Barbate o Galicia se ven afectadas por alguna medida que toma Marruecos y que les obliga a reducir las capturas, salen a la calle y montan la marimorena. Aquí en Melilla nadie se mueve. Están esperando que las cosas vuelvan a su estado original sólo por gracia divina.

Señores, el que algo quiere, algo le cuesta. Hay que mover el culo porque terminaremos cerrando el chiringuito. Sólo falta que nos vuelvan a robar la espada de Estopiñán. Tras ver los datos del puerto, he cambiado de opinión, porque esto es mucho más grave de lo que pensábamos. Si hace falta ir a Madrid, se va. Si hace falta montarle guardia a la Delegación del Gobierno, se le monta, pero no podemos seguir de brazos cruzados.

Entre Marruecos, la Covid y el Ejecutivo central nos están reventando la existencia.

Rabat nos ha pinchado la principal actividad económica de Melilla y estamos todavía en shock. Nadie se tira a la calle. Las empresas se han quedado mareadas y creen que los ERTES son eternos y no lo son. Acabarán y cuando eso ocurra, nos faltará espacio en la ciudad para organizar las colas del hambre y del paro.

Uno de los empresarios afectados tiene claro que las guerras de este siglo, en el mundo civilizado, no son con armas: son económicas. Melilla es una plaza sitiada y nos van a dejar más secos que el río de Oro.

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